Sonrisas, risas y otras formas de sentir la música

Dos conceptos diferentes de ruptura de rutinas en un concierto de cámara y otro sinfónico celebrados en A Coruña

A Coruña -
Concierto en Afundación en una imagen cedida por ZOAR.alberte peiteavel

A Coruña ha sido testigo en un lapso de apenas veinticuatro horas de dos conciertos programados con el mismo afán, romper rutinas, desde dos enfoques bien distintos. El jueves, el salón de actos de Afundación acogía, dentro de su ciclo Cataventos, la actuación del quinteto de vientos ZOAR El programa, bajo el título general Lembranzas de infancia, se componía de dos obras de recuerdos de la infancia: las Escenas infantiles, op. 15 de Robert Schumann (1810 - 1856), escrita originalmente para piano, y una obra para dos pianos, Juegos de niños, op. 22 de George...

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A Coruña ha sido testigo en un lapso de apenas veinticuatro horas de dos conciertos programados con el mismo afán, romper rutinas, desde dos enfoques bien distintos. El jueves, el salón de actos de Afundación acogía, dentro de su ciclo Cataventos, la actuación del quinteto de vientos ZOAR El programa, bajo el título general Lembranzas de infancia, se componía de dos obras de recuerdos de la infancia: las Escenas infantiles, op. 15 de Robert Schumann (1810 - 1856), escrita originalmente para piano, y una obra para dos pianos, Juegos de niños, op. 22 de George Bizet (1838 - 1875). La primera, en transcripción de Hans Abrahamsen y la de Bizet en arreglos de Heribert Breuer y Sergio Rodríguez Pena.

La proyección de diapositivas, que reproducían pinturas y grabados de la época sobre los temas de cada pieza, situó perfectamente la época de la música original. La emotividad del programa –por esa magistral idea de Rilke de concebir la infancia como patria única y verdadera- se vio potenciada por la reproducción, antes de algunas de sus partes, de poemas en varios idiomas y relacionados con los títulos de dichas piezas, cuyos textos quedaban en pantalla junto con su traducción al gallego..

Para el concierto: los músicos se presentaron en atuendo de calle, sin ningún tipo de uniformidad, lo que unido a la preparación del escenario con juguetes de sus propios hijos, dio al acto una intención y desarrollo intimistas, muy adecuados a las jornadas de Adviento en que se desarrolló. Suaves sonrisas fueron ocupando las caras de los asistentes a lo largo del concierto y los aplausos fueron en aumento. Al finalizar el concierto, ZOAR los correspondió con la interpretación de tres propinas que fueron acogidas con calidez por el público asistente.

Este estaba compuesto por apenas unas decenas de personas; es una lástima que el esfuerzo y cariño volcados en la idea del concierto y en su desarrollo no haya sido acompañado de una mayor promoción previa. La selección de grabados y poemas es obra de Alejandro Salgueiro, fagotista de la OSG y los poemas fueron grabados por miembros de la Orquesta Sinfónica de Galicia o familiares y amigos de los componentes de ZOAR.

Menos promoción necesitaba Concierto para Zapata y orquesta, “Showncierto”, el programa que la Orquesta Sinfónica de Galicia afrontaba los días 13 y 14. El concierto entraba dentro de sus ciclos de abono de viernes y sábado y contaba por tanto con una asistencia mínima asegurada. Además, ya había sido interpretado por la OSG en anteriores ocasiones fuera de A Coruña, lo que añadió un plus de rodaje previo siempre conveniente.

Pese a ello, sea por las inclemencias del tiempo o por otras causas, parte del aforo del Palacio de la Ópera dejaba ver algunos claros. Contaba José Manuel Zapata comienzo del acto, que este iba a ser un concierto “solo de bises”. Aunque, en honor a la verdad, era más bien de arreglos de Juan Francisco Padilla de esas obras.

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Desde el primer momento se pudo ver que el acto iba de lo que iba: el humor aplicado a la música clásica -o esta vista bajo el prisma del humor-. El guión del evento es del propio Zapata, Padilla y de Paco Mir (Tricicle), quien firma asimismo la dirección escénica. A lo largo de la noche, Zapata se mostró como un gran “showman”, a lo que ayudó mucho la actitud positiva y colaboradora de los músicos de la orquesta que se movieron, actuaron, cantaron –y cómo cantaron- y rieron de forma tan espontánea como bien trabajada.

Las reacciones del público, claro, fueron en aumento; sobre todo las risas. Pero no solo estas: no faltó quien se sintió horrorizado e incluso quienes directamente abandonaron la sala o no asistieron a la segunda parte. Ellos se lo perdieron, la música clásica es una de las manifestaciones artísticas más grandes que ha concebido la Humanidad.

Pero no ha de ser necesariamente seria ni mucho menos rígida; y viendo estos abandonos, bien escasos por cierto, uno recuerda esa acusación de “elitismo” que cada día tiene menos base. Otra cosa es pensar la conveniencia de incluir en un ciclo de abono un concierto como este; pero si queremos asegurar la supervivencia de la música clásica, conciertos como los aquí reseñados deberían proliferar y gozar de una gran promoción entre quienes menos se acercan a ella. Y más permeabilidad por parte de quienes sí lo hacen.

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