Al límite

El ‘baritenore’ Michael Spyres sufre en su recital del Teatro Colón para la Programación Lírica de A Coruña

Recital de Michael Spyres para Amigos de la Ópera de A Coruña.M. A. Fernández
A Coruña -

Se ha celebrado en el Teatro Colón de A Coruña el segundo recital de canto de la presente temporada lírica, organizada por Amigos de la Ópera de A Coruña. El protagonista ha sido el baritenor Michael Spyres, acompañado al piano por Mathieu Pordoy. Spyre es conocido en A Coruña, donde ya triunfó con su memorable actuación en la Ermione resucitada en 2015 por Alberto Zedda.

El estadounidense había preparado para su actuación en A Coruña un repertor...

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Se ha celebrado en el Teatro Colón de A Coruña el segundo recital de canto de la presente temporada lírica, organizada por Amigos de la Ópera de A Coruña. El protagonista ha sido el baritenor Michael Spyres, acompañado al piano por Mathieu Pordoy. Spyre es conocido en A Coruña, donde ya triunfó con su memorable actuación en la Ermione resucitada en 2015 por Alberto Zedda.

El estadounidense había preparado para su actuación en A Coruña un repertorio centrado en el mar como tema de sus arias o fondo argumental, que tuvo un desarrollo un tanto irregular. En E ben folle quel nocchier, de Il trionfo del tempo e del disnganno de Haendel, y en las tres de Rossini que sirvieron de eje de la primera parte, mostró sus mejores cualidades: la agilidad de su voz, su paso perfecto entre los diferentes registros y un fiato bastante considerable. Pero con un objetable timbre, que resultaba claramente irregular.

Fue también de destacar el carácter que imprimió a la mozartiana Fuor del mar y la serena firmeza con que interpretó L’esule de Verdi, esta justo antes del descanso. Que este era urgente para él era evidente: desde el inicio del recital, Spyres se vio forzado a salir del escenario casi tras cada aria; su voz no tenía toda la riqueza de armónicos acostumbrada y sonaba algo mate. El calor ambiente y una vestimenta claramente inadecuada para esa temperatura, aunque no ayudaban, solo pudieron ser un acelerador de sus problemas vocales.

Spyres lidió con estos, ya claramente, a lo largo de toda la segunda parte, que comenzó con repertorio francés –Mayerbee, Bizet y Auber- y acabó con Verdi, Ponchielli y Rossini. En toda ella estuvo, casi heroicamente, al límite de sus posibilidades. Junto al buen hacer técnico y expresivo aplicado a cada obra, transmitió esa sensación de peligro inherente al directo… que el sábado llegó a fluctuar de la congoja a la zozobra. Tras una versión de No puede ser… de La tabernera del puerto de Sorozábal más voluntariosa que acertada, cantante y público pudimos respirar hondo, aliviados por haber llegado al final del concierto sin mayor daño.

Pordoy, por su parte, es un maestro repetidor y repertorista del mayor prestigio internacional –su página web lo define como “chef de chant”, algo mucho más acertado que pianista acompañante, otra expresión habitualmente usada en España-. Su gran valía en este sentido quedó plasmada en sonido en la forma con la que imprimió el carácter idóneo ya desde la citada aria de Haendel, E ben folle quel nocchier. Y luego, desde el inicio de cada obra a lo largo de todo el recital –especialmente en el repertorio francés de la segunda parte-.

Un mérito que en modo alguno puede empañar algún roce o duda ocasionales; lo que de algún modo también es aplicable a Spyres por sus condiciones y su entrega. La frase atribuida a Beethoven “Tocar una nota equivocada es insignificante; tocar sin pasión es imperdonable” es de plena aplicación y obligado recuerdo hablando de la labor de los protagonistas de este concierto.

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