Sacrificios humanos para el dios del ‘Running’

El día más caluroso de la ola de calor extremo no amedrenta a los corredores en Madrid

Un corredor este viernes en el parque Canal de Isabel II.ÁLVARO GARCÍA

Hay dos temas que unen a la humanidad hoy en día: las series de televisión y el running. Sobre el segundo se disertaba el otro día durante una reunión de trabajo cuando Sergio Osana, un corredor de 36 años, mostró en su móvil la aplicación Runstatic, donde se registran todas sus marcas. Lo más desconcertante es que al lado de los tiempos siempre luce una gran esfera que representa al Sol, amarilla como la yema de un huevo. Siempre corre a las horas de más calor.

— Pero, hijo mío, ¿no irás a correr hoy a mediodía? —, le preguntaban sorprendidos los compañeros de trabajo.

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Hay dos temas que unen a la humanidad hoy en día: las series de televisión y el running. Sobre el segundo se disertaba el otro día durante una reunión de trabajo cuando Sergio Osana, un corredor de 36 años, mostró en su móvil la aplicación Runstatic, donde se registran todas sus marcas. Lo más desconcertante es que al lado de los tiempos siempre luce una gran esfera que representa al Sol, amarilla como la yema de un huevo. Siempre corre a las horas de más calor.

— Pero, hijo mío, ¿no irás a correr hoy a mediodía? —, le preguntaban sorprendidos los compañeros de trabajo.

— ¡Pues claro!

Y no falló. A las 15.00 horas de ayer, Osana sudaba la gota gorda en las pistas de atletismo del Canal, en el barrio de Chamberí. El termómetro marcaba 38 grados. Dice que con frío no puede hacer deporte en el exterior pero con calor, aunque sea extremo, se viene arriba.

— No sufro. A mí me sienta bien el calor.

— ¿Cómo a un lagarto?

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— Así me llaman.

Un deportista madrugador en ValdebebasÁLVARO GARCÍA

Era el día más caluroso de la ola de calor que afecta a toda España. Las autoridades recomendaban extremar las precauciones para evitar los golpes de calor pero El Lagarto no era el único que surcaba la pista almohadillada. La arquitecta Almudena Sevilla, en su hora de la comida, aprovechaba para dar seis vueltas al recinto ovalado. En cada vuelta se moja la gorra que lleva puesta del Colby College, una institución de enseñanza de Estados Unidos en la que han estudiado sus hijos.

“Podría venir a las nueve de la mañana pero esto parece el Metro”, explica, “así que prefiero venir a esta hora. Me lo estoy pasando muy bien”.

Sacrifica la hora de la comida (“almuerzo ligero, una ensalada y una fruta”) para después consagrarse a la cena.

¿Hay alguien preocupado por que esté aquí con la calina? Da una respuesta universal: “Mi madre”.

Por aquí anda también José María Martínez, un trabajador de 39 años del sector de la automoción que también sacrifica las horas del almuerzo para satisfacer al Dios del Running. “Necesitaba desenredarme. Me voy de viaje esta tarde y si no corría ahora, ya no salía”.

Eso sí, no fuerza en exceso. Suele hacer 10 kilómetros pero hoy se va a quedar en cinco. El sol pega a plomo y la sombra escasea. Bebió agua antes de salir de casa y lo hace a cada rato. “Si bebes mucha agua no lo veo tan peligroso”, dice.

En ese instante cruza la pista un señor en vaqueros y sin camiseta que lleva una llamada del móvil en altavoz, mientras jadea: “Compadre, si me oye raro es que voy trotando”. Parece un espontáneo que ha saltado al ruedo.

No era el mejor día. España sufre desde el miércoles una ola de calor que se mantendrá durante todo el fin de semana. Se trata de una situación completamente insólita y extraordinaria para un mes de junio, ya que hasta ahora la Aemet (Agencia Española de Meteorología) solo había emitido un aviso por riesgo extremo, para Córdoba en 2015. Ahora todos somos Córdoba.

Juanjo, como Napoleón

Los hay más previsores. A las seis de la mañana la ciudad comienza a desperezarse. Conductores somnolientos se dirigen como autómatas a las fábricas de producción que mantienen en pie este país. Madrugar purifica el espíritu pero la verdad es que tiene un puntito cruel. Salvo si tienes una misión superior en el horizonte, como la maratón de Berlín. Te imaginas cruzando la puerta de Brandeburgo como Napoleón. Eso es gasolina para estar corriendo a esas horas. Por eso Juanjo cruza la rotonda del Burger King en el Parque de Valdebebas con soltura y elegancia.

Su plan hoy era rodar 60 minutos controlando las pulsaciones para trabajar así poco a poco el corazón y la resistencia. Si haces eso con calor, las pulsaciones se te disparan solo por la temperatura. Al final ha hecho 11 kilómetros: “Correr con este calor es un suicidio. Y los kilómetros hay que hacerlos para cumplir con el plan de entrenamiento. Solo queda madrugar o trasnochar. Yo madrugo”.

Entre las 6.30 y las 7.50 en los alrededores hay 27 corredores, 12 andadores y 9 ciclistas. Gente que no quiere recibir una llamada preocupada de su madre.

¿Qué es esa mancha que cruza el puente? Va demasiado rápida para andar y demasiado lenta para ir corriendo. ¿Un patinete? No, es Bernardo, un ferrallista jubilado de 69 años. Se ha tomado un café y cuatro galletas y, como cuatro días en semana, se ha echado a la calle a recorrer 20 kilómetros. Es pura fibra. Su mujer le dice “¡adónde vas con este calor, señor mío!”, pero él abre la puerta igual y se lanza a la aventura. “Me ha dado el sol a plomo, ya ves. Y el frío, la nieve, el agua, el viento... y también he sido encofrador y carpintero. Y estoy como un toro”, dice sin aminorar el ritmo. En 30 segundos solo será un punto en el horizonte. El Dios del Running lo protege.

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