Opinión

Este no era el plan

Desgraciadamente los intereses personales y de partido están haciendo mucho daño a los contrarios al separatismo

Manuel Valls, ex primer ministro francés y concejal del ayuntamiento de Barcelona. EFE (Enric Fontcuberta)

Conocí y viví el origen de la plataforma de Manuel Valls. Nacía con la idea de conseguir una alianza constitucionalista en Barcelona con el objetivo de frenar al independentismo uniendo fuerzas entorno a un candidato independiente. Ese era el plan. Buscar al mejor candidato y unir a los partidos constitucionalistas. Nosotros lo intentamos, pero el desastre fue estrepitoso. El PSC se negó en redondo, como siempre, y el PP prefirió presentar a un candidato desconocido para intentar salvar los muebles con tal de no sumarse a una plataforma que para algunos “había sido absorbida por Rivera”.
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Conocí y viví el origen de la plataforma de Manuel Valls. Nacía con la idea de conseguir una alianza constitucionalista en Barcelona con el objetivo de frenar al independentismo uniendo fuerzas entorno a un candidato independiente. Ese era el plan. Buscar al mejor candidato y unir a los partidos constitucionalistas. Nosotros lo intentamos, pero el desastre fue estrepitoso. El PSC se negó en redondo, como siempre, y el PP prefirió presentar a un candidato desconocido para intentar salvar los muebles con tal de no sumarse a una plataforma que para algunos “había sido absorbida por Rivera”.

La plataforma nunca la controló nadie más que Valls, que desde el primer día dijo actuar bajo la máxima “Primero el interés del país, después el interés de los partidos y por último los intereses personales”. Valls sabía que sería necesario que todos los implicados fueran generosos, y demostraron serlo Ciudadanos, Lliures y UPyD al integrarse en la plataforma. La lástima fue que, de los grandes partidos únicamente Ciudadanos entendió lo urgente de la contienda, pero la vocación era de transversalidad, y en ello nos centramos con todos aquellos que quisieron sumar.

Teníamos plataforma, teníamos equipo y empezaba el partido. Uno muy importante para todos nosotros. Nos jugábamos evitar que el independentismo se hiciera con Barcelona. Reconozco que los resultados no fueron los que esperábamos, pero incluso con aquellos resultados se podía ser decisivo, se podía conseguir el objetivo de impedir que Barcelona tuviera un alcalde independentista. Valls siempre había dicho que en política en algunas ocasiones había que elegir entre lo malo y lo menos malo, y que había que tener la valentía suficiente para tomar las decisiones adecuadas por difíciles que fueran. Llegó el momento y fue coherente. Si Manuel Valls, Eva Parera y Celestino Corbacho no hubieran facilitado la investidura de Ada Colau a día de hoy gobernaría Maragall. Esto es una obviedad.

Me costó comprender los motivos de Ciudadanos para no votar a Colau, por más que comparto con ellos la animadversión hacia la alcaldesa populista. Parece ridículo creer que Ciudadanos, un partido que estaba dispuesto a todo para evitar que el independentismo parasitase las instituciones, quisiera de verdad que Maragall fuera alcalde. Ciudadanos, igual que nuestra plataforma, nació para frenar al nacionalismo. Afortunadamente sus votos tampoco eran imprescindibles, así que aunque sonara poco convencional lo de votar distinto nunca lo entendí como un problema insalvable. Las consecuencias de esta divergencia, a mi juicio, han sido extremadamente dañinas para los constitucionalistas. Pese a todo tuvimos éxito. Paramos al secesionismo, pero pagamos un precio muy alto, la ruptura del grupo municipal.

Aún recuerdo aquella campaña de Ciudadanos que llevaba como eslogan aquello de “mejor unidos” con cierta nostalgia… Fue la primera campaña que me hizo sentir identificado de verdad con una causa.

La división del constitucionalismo la lloraremos durante mucho tiempo. Hablaba al inicio del espíritu con el que nacía la idea de la plataforma. El plan nunca fue dividirse, el plan nunca fue generar tensiones entre nosotros, el plan nunca fue arrebatar espacio a los partidos. El plan era salvar Barcelona. Reagruparnos, ser capaces de prescindir de las pequeñas diferencias existentes para luchar juntos por un objetivo común. Desgraciadamente los intereses personales y de partido están haciendo mucho daño a los contrarios al separatismo, tanto en el tejido asociativo como en los partidos políticos. Si no empezamos a pensar ya en las próximas autonómicas iremos demasiado tarde. La única vía para recuperar Cataluña es probablemente una plataforma unitaria y transversal con un propósito común, y eso no lo conseguiremos si seguimos rompiendo todo lo que con esfuerzo conseguimos construir. Probablemente una plataforma con más apoyo todavía si cabe, con más fuerza, más unida.

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El constitucionalismo en Cataluña no puede estar partido cada día en más pedazos. O en Madrid empiezan a entender esto o en Cataluña, en unos años, no quedará constitucionalismo.

Fernando Carrera es politólogo.

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