Análisis

El síntoma Cospedal

Que la exministra rechace ser candidata en Madrid refleja las dificultades de Casado para encontrar aspirantes potentes

Pablo Casado, en el Congreso de los diputados. Juan Carlos Hidalgo (EFE)

María Dolores de Cospedal “nunca” ha querido ser la candidata del PP a la alcaldía de Madrid, una posibilidad que “no existe”. El duro comunicado con el que la exministra de Defensa clausuró ayer cualquier debate sobre sus supuestas aspiraciones madrileñas sirvió también como síntoma de los problemas que afronta la formación de Pablo Casado para encontrar candidatos de renombre. El PP tiene en Madrid el corazón de su proyecto. El resultado que obtenga la formación conservadora en la región servirá para medir las posibilidades de Casado en las próximas elecciones generales. Y el líder deshoja l...

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María Dolores de Cospedal “nunca” ha querido ser la candidata del PP a la alcaldía de Madrid, una posibilidad que “no existe”. El duro comunicado con el que la exministra de Defensa clausuró ayer cualquier debate sobre sus supuestas aspiraciones madrileñas sirvió también como síntoma de los problemas que afronta la formación de Pablo Casado para encontrar candidatos de renombre. El PP tiene en Madrid el corazón de su proyecto. El resultado que obtenga la formación conservadora en la región servirá para medir las posibilidades de Casado en las próximas elecciones generales. Y el líder deshoja la margarita de las candidaturas para la capital y el gobierno regional sumido en las dudas: busca un golpe de efecto, pero el riesgo de protagonizar una derrota dificulta que convenza a algunos de los nombres más potentes del PP.

Cospedal no quiere ser candidata del PP en Madrid. La exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría —ya retirada de la política—, tampoco. Y el economista Manuel Pizarro, la exministra Isabel García Tejerina o el exportavoz gubernamental Iñigo Méndez de Vigo no se ven en una pelea a la que solo, quizás, podría alistarles una petición explícita de Casado.

En sus decisiones subyacen razonamientos parecidos. Tras gobernar 23 años en la Comunidad de Madrid, el PP se arriesga a perder el poder. La complicadísima reconquista de la capital pasará necesariamente por una alianza con Ciudadanos que se entremezclará con las negociaciones entre los dos partidos a escala nacional. Y la competencia de pesos pesados de la política como Manuela Carmena, Íñigo Errejón o Ángel Gabilondo, y de aspirantes bregados como Begoña Villacís e Ignacio Aguado, ha convertido a Madrid en un ring despiadado. Los tiempos en los que la marca del PP garantizaba la victoria son historia. Ya no hay una Esperanza Aguirre ni una Cristina Cifuentes que activen a las bases con su simple presencia. Y los politicos con galones que le quedan al PP saben que presentarse por Madrid ya no supone pasearse por una alfombra roja: nadie puede garantizarles un triunfo.

En consecuencia, las negativas preventivas se acumulan al mismo ritmo que se suman los rumores lanzados a modo de globo sonda —Rafael Hernando, Andrea Levy, Javier Maroto o Rafael Catalá— y las propuestas de aspirantes que no convencen del todo a la dirección nacional —el presidente regional, Ángel Garrido; el portavoz municipal, José Luis Martínez Almeida; y el alcalde de Boadilla, Antonio Martínez Terol—.

La tensión creada por esas corrientes opuestas amenaza con afectar a los delicados equilibrios internos del PP. La dirección nacional ha intentado resolver ese conflicto en potencia con una serie de encuestas que no han arrojado resultados concluyentes: ningún candidato es lo suficientemente conocido, ni aporta por sí mismo un número suficiente de votos, como para que sea la elección evidente. Así, el descuento hacia el anuncio oficial de las candidaturas, que debería ser después de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, se está viviendo como una auténtica tortura en el partido.

Todo quedó reflejado el martes, durante el almuerzo que mantuvo Casado con los principales líderes territoriales del PP. El presidente del Senado, Pío García-Escudero, que también dirige de forma temporal al partido en la Comunidad de Madrid, tomó la palabra. Rodeado de algunos nombres totémicos de la formación, urgió a Casado a nominar a los candidatos del PP cuanto antes. Su tono, según fuentes presentes en el cónclave, fue conciliador y constructivo. El mensaje, precisan, tuvo un carácter general, y no estuvo exclusivamente centrado en Madrid. Al tiempo, actuó como la llamada de un despertador. Si el PP opta en Madrid por candidatos sin peso especifico, necesitarán tiempo para darse a conocer y para labrar un relato que les permita defender sus opciones, según coinciden políticos de la formación de todos los niveles.

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El partido asume que Casado tendrá que protagonizar la campaña sea quien sea el candidato. Y el presidente apura el reloj en busca de nombres —del PP o independientes— que le permitan dar un golpe de efecto. Casado siempre defendió que la historia electoral demuestra que Madrid acepta las nominaciones de última hora —como la de Carmena, en 2015— y que no exige ADN madrileño a los cabezas de lista — como ocurrió con los exalcaldes Juan Barranco y José María Álvarez del Manzano, nacidos en Jaén y Sevilla, respectivamente; o el expresidente Joaquín Leguina, de Cantabria—. Eso le permite mantener todas las opciones abiertas hasta después de las elecciones andaluzas.

Entonces, tendrá que mirar de frente al problema: con las urnas de esa Comunidad como termómetro de la pujanza de su proyecto, tendrá que anunciar quién defiende las siglas del PP en las elecciones más competidas de la historia de la región.

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