ÓPERA

Los divos no bastan

El estreno de Ia temporada con 'I puritani' demuestra, una vez más, la preocupante poca ambición teatral del Liceo en muchos de los montajes que programa

Un momento del estreno de 'I puritani' en el Liceo.QUIQUE GARCIA

Sin riesgos en la elección del repertorio, el Liceo juega sus bazas más potentes en el terreno de las grandes voces para atraer al público. Así lo ha hecho contando en el título que abre la temporada, I puritani, con el tenor mexicano Javier Camarena y la soprano sudafricana Pretty Yende como pareja de lujo. Camarena no estaba en plena forma, la voz sonaba apagada y justa de volumen, pero se reservó para el crucial final de la última ópera de Vincenzo Bellini. Yende fue a más y brilló en una antológica escena de la locura. Salvaron la función, pero el resto del reparto, la dirección m...

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Sin riesgos en la elección del repertorio, el Liceo juega sus bazas más potentes en el terreno de las grandes voces para atraer al público. Así lo ha hecho contando en el título que abre la temporada, I puritani, con el tenor mexicano Javier Camarena y la soprano sudafricana Pretty Yende como pareja de lujo. Camarena no estaba en plena forma, la voz sonaba apagada y justa de volumen, pero se reservó para el crucial final de la última ópera de Vincenzo Bellini. Yende fue a más y brilló en una antológica escena de la locura. Salvaron la función, pero el resto del reparto, la dirección musical y la propuesta escénica decepcionaron por su mediocre nivel.

I puritani

de Vincenzo Bellini

Pretty Yende, Javier Camarena, Andrei Kymach, Marko Mimica, Gianfranco Montresor, Emmanuel Faraldo, Lidia Vinyes-Curtis

Dirección musical: Christopher Franklin

Dirección de escena: Annilese Miskimmon

Coproducción Wels National Opera, Danish National Opera y Liceo

Gran Teatro del Liceo.

Barcelona, 5 de octubre de 2018

No deja de ser preocupante la poca ambición teatral que muestra el Liceo en muchos de los montajes que programa. Tampoco brilla por la osadía ni por el compromiso con la creación actual. Parece conformarse con espectáculos de segunda división, eso sí, contratando a dos o tres grandes voces para justificar sus prohibitivos precios. Pero no basta con algunos divos para, más allá del brillo individual, dejar huella en los espectadores. Y cuesta entender como unas masas estables que logran un buen nivel de calidad en títulos de mayor compromiso naufraguen en aguas belcantistas.

Sonido confuso y de trazo grueso en el foso, desequilibrios, cantantes que se descuadran y un director de orquesta, el estadounidense Christopher Franklin, concertando con dificultades y sacrificando el pulso dramático y la tensión orquestal del drama belliniano para dejar espacio libre a las necesidades de los solistas

Cabe, por tanto, hablar de éxitos personales. No andaba fino Camarena -canceló el ensayo general- y empezó la función con cautela, pero poco a poco fue seduciendo al público con un canto de apasionados acentos y un fraseo de gran nobleza. Sonaron los agudos con menos brillo que en sus mejores noches, pero la calidad y expresividad de su canto compensaron las limitaciones. Se reservó y acabó salvando con arrojo los comprometidos sobreagudos de Arturo en el dúo y la escena final del tercer acto.

Pretty Yende sedujo al público con una voz bella, delicada y suave en los acentos más líricos y con buen gusto en las ornamentaciones. no anda sobrada de potencia, pero su Elvira, de bellos y bien perfilados matices, cautivó al público; en la espectacular escena de la locura sorprendió con un canto de agilidad rematado con variaciones que iluminaron la cabaleta.

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Canceló por indisposición el barítono polaco Marius Kwiecien – era la tercera estrella del reparto-, y asumió el papelde Riccardo Andrei Kymach con pobres resultados. En el resto del reparto también se echó en falta mayor cuidado en el estilo y un fraseo más distinguido.

El montaje de la directora de escena irlandesa Annilese Miskimmon es de apariencia moderna, aunque no deja de ser muy convencional en el movimiento escénico y en la dirección de actores. Aprovechando que la trama original sitúa una historia de amor en el contexto de la guerra civil inglesa del siglo XVII y los enfrentamientos entre protestantes y católicos, ambienta la acción en pleno conflicto de Irlanda del Norte, en una antesala de una iglesia protestante en Belfast en 1973.

La cosa promete, pero la confusión de épocas arruina la propuesta, ya que, a través de la locura de Elvira, viaja en el tunel del tiempo hasta la época de Cromwell, con intermitentes cambios de vestuario. El uso de una actriz que dobla a Elvira no aclara mucho la trama, pero entretiene en un oscuro que queda casi desierto en la segunda parte. También da grima la muerte abrupta de Arturo cuando se supone que va a casarse con Elvira entre cantos de felicidad. No extrañan, por tanto, los abucheos que parte del público dedicó al equipo escénico.

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