“Mi generación no aspira a jubilarse haciendo política”

Sergi Miquel, de 29 años, tuvo su prueba de fuego en el Congreso interrogando a Fernández Díaz

Sergi Miquel, diputado del PDeCAT en el CongresoJOAN SÄNCHEZ

Son tiempos turbulentos para ser político. Más para un neoconvergente de 28 años que creció bajo la aparente seguridad que daban las mayorías absolutas de CiU en Cataluña. Sergi Miquel (Llagostera, 24 de diciembre de 1989) es diputado en el Congreso desde 2016 y muy consciente de la época en la que le tocó vivir. Le gusta la política, se ve más en el mundo ejecutivo que en el legislativo pero, a diferencia de la mayoría de sus compañeros de hemiciclo, sabe que el escaño tiene una fecha de caducidad. “Ahora mi generación no aspira a jubilarse haciendo política”, explica.

No estudió ni Ci...

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Son tiempos turbulentos para ser político. Más para un neoconvergente de 28 años que creció bajo la aparente seguridad que daban las mayorías absolutas de CiU en Cataluña. Sergi Miquel (Llagostera, 24 de diciembre de 1989) es diputado en el Congreso desde 2016 y muy consciente de la época en la que le tocó vivir. Le gusta la política, se ve más en el mundo ejecutivo que en el legislativo pero, a diferencia de la mayoría de sus compañeros de hemiciclo, sabe que el escaño tiene una fecha de caducidad. “Ahora mi generación no aspira a jubilarse haciendo política”, explica.

No estudió ni Ciencias Políticas, ni Economía, ni Derecho, las áreas que suelen nutrir las juventudes de los partidos. Miquel logró liderar la Joventut Nacionalista de Catalunya (JNC) siendo un diseñador industrial de Elisava y con un poco de alma de arquitecto. Comenzó en la política como concejal de su pueblo, a los 21 años, cuando el aún alcalde de la población gerundense, Fermí Santamaría, le ofreció ir en las listas de la federación nacionalista en calidad de independiente —“eso tan de moda ahora”, bromea— y en reconocimiento a su labor en el Esplai Papu-Tisores, una asociación vecinal antifranquista de los años 70.

“La gente nos pide que seamos normales, pero no mucho”

Su familia no tenía vínculos con ningún partido, si bien siempre habían defendido los valores del catalanismo. De hecho, solo se hizo militante de la entonces Convergència cuando esta abrazó en 2012 la idea del Estado propio. Ese aislamiento del mundo político hizo que, como cualquier hijo de vecino, llegara al Ayuntamiento y al hemiciclo con su propia mochila de prejuicios sobre esa labor, que ha ido vaciando con la experiencia. Lo del “para siempre” era uno de esos mitos. “No me veo jubilándome en política, algún día volveré a dedicarme a lo que estudié. Una de mis obsesiones ha sido ir actualizando mis estudios para crearme una alternativa”, explica Miquel mientras se toma un café en un bar de la izquierda del Eixample barcelonés. “Sin embargo, creo que sí debe haber gente que pase de los 60 años en la política. En el día a día te das cuenta de la importancia de la experiencia, de la red de contactos. Es básico que haya equipos que combinen edades y backgrounds”, sentencia.

No teme la desconexión con el mundo “real”. “Tuve un novio autónomo y sufría con él el proceso de las declaraciones trimestrales del IVA”, explica. Tener los pies en el suelo, piensa, pasa por tener un entorno donde haya mucha gente que no se dedique a la política y, en la medida de lo posible, con variedad ideológica. Echa de menos el contacto directo que da la rama ejecutiva sobre la legislativa. “Desde el Congreso cuesta entrar en contacto con la gente, todo está muy mediatizado por los grupos de interés”, confiesa.

Una década después...

Nombre y edad: Sergi Miquel. Llagostera, 28 años.

Si no fuera lo que es, le hubiera gustado ser... "Dedicarme a mi profesión de diseñador".

Se va de vacaciones: "A mediados de agosto me voy a Jordania, Israel y Palestina".

Dentro de 10 años trabajará en: "Aún en política. Me gusta la rama ejecutiva".

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El joven diputado tuvo su bautismo de fuego ante la opinión pública cuando se encargó de interrogar al exministro del Interior Jorge Fernández Díaz en la comisión parlamentaria sobre la llamada Operación Cataluña, el espionaje a líderes independentistas. “Me dio mucho respeto”, dice Miquel. “Primero comparecía [el exdirector de la Oficina Antifraude] Daniel de Alfonso. Yo estaba tan nervioso que cada vez que él terminaba de responder yo decía ‘genial’. Al final vino una diputada del PP y me advirtió. Y cambié el tono”, recuerda.

Ahí cae otro de esos mitos de la vida parlamentaria. Cómo muchas veces la bronca propia de la oposición se queda en el hemiciclo y en el bar del Congreso las relaciones son cordiales. “En la elaboración del Estatuto del Artista tuvimos que hablar mucho con Ciudadanos. Si una ley así es prioridad para ellos y para nosotros, ¿por qué no nos podemos poner de acuerdo? Algunos son buenos parlamentarios y respetamos los temas en los que discrepamos radicalmente”.

“La acción en el Congreso no tiene por que ser aburrida, pero sí seria”

La comparecencia de Fernández Díaz también le sirve a Miquel para ejemplificar su visión de la política. “Gabriel Rufián tuvo mucha más presencia mediática por su manera de hacer. Yo defiendo que lo que hacemos no ha de ser aburrido pero sí serio. Logramos probar lo que queríamos, de una manera rigurosa, aunque fuera renunciando a los minutos de televisión”, explica.

Llegar a una responsabilidad política tan alta tan joven acarrea problemas. Primero, por las dudas que despierta la juventud entre los compañeros. También, por las renuncias personales. “La gente nos pide que seamos normales, pero no mucho. Que salgas pero sin beber mucho, o a un concierto pero sin pasarte. Lo normal es actuar con naturalidad”, defiende.

El debate de la llamada nueva política lo vive con escepticismo. “Veo mucha chapa y pintura. Soy pragmático. Hay que tener un equilibrio entre los procesos de democracia interna y la maquinaria”, dice. “Es verdad que una parte de la gente vive lejos de la política, pero el procés, por ejemplo, ha reconectado a muchos”, agrega.

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