Experimental / Animal Collective

El orgullo de ser los chicos más raros

Avey Tare y Panda Bear rescatan de principio a fin ‘Sung Tongs’, una obra marciana y liberadora que también mueve al estupor

Animal Collective durante su concierto de este miércoles en Madrid.

Una banda demediada, con solo dos de sus cuatro miembros en acción. Y una audiencia también reducida, para la que no hubo que habilitar ninguno de los dos anfiteatros, quién sabe si por deserciones balompédicas. Circunstancias raras en la noche consagrada a los más raros; esos que, a modo de aperitivo, se decantaron, claro, por una rareza. Tuvin, sin un solo cambio de acorde en sus nueve minutos, parece un guiño evidente a los cantos bifónicos de la República de Tuva, aunque el ejercicio se quedara más en caricatura que en homenaje estricto.

El objetivo central era otro, ...

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Una banda demediada, con solo dos de sus cuatro miembros en acción. Y una audiencia también reducida, para la que no hubo que habilitar ninguno de los dos anfiteatros, quién sabe si por deserciones balompédicas. Circunstancias raras en la noche consagrada a los más raros; esos que, a modo de aperitivo, se decantaron, claro, por una rareza. Tuvin, sin un solo cambio de acorde en sus nueve minutos, parece un guiño evidente a los cantos bifónicos de la República de Tuva, aunque el ejercicio se quedara más en caricatura que en homenaje estricto.

El objetivo central era otro, la recuperación del muy influyente Sung Tongs, de 2004. Hay algo de extraño en la moda, cada vez más enraizada, de reproducir sobre el escenario un disco en su integridad. Desaparece el efecto sorpresa en torno al repertorio, esa intriga sobre qué canciones escucharemos y cuáles quedarán en el limbo, pero a cambio se reivindica el álbum como unidad de medida y obra integral, justo ahora que prevalece el consumo disperso y fraccionario. La cita de anoche en Joy Eslava tuvo así un cierto ingrediente de militancia, que Animal Collective ha alentado siempre por su propia extravagancia: son el más estrafalario de los grupos que suscita pleitesía, aquel que llevan dos décadas aplaudiendo los acólitos y, por si acaso, también aquellos que no acaban de encontrar la misma longitud de onda.

Ayer no fue una excepción. Algunos espectadores se balanceaban o parecían entrar en convulsión ante unos duelos vocales que oscilan entre la candidez y el histrionismo, que parecen hurgar en las melodías de la infancia. Un tiempo en el que todo era magia y, por supuesto, no existían reglas a las que atenerse. Avery Tare (el alias de David Portner) y Panda Bear (Noah Lennox) disponen de buenas voces que prefieren exacerbar para convertir en aullidos liberadores, en un delirio desgañitado que puede propiciar tanto la catarsis como la risa floja. Quizá, también, el estupor.

Hay en el ánimo de Animal Collective una cierta búsqueda del trance que también está presente en diversas tradiciones ancestrales; entre los indígenas norteamericanos, sin ir más lejos. Otra cosa es lo creíble que resulten dos chamanes de ciudad que a veces parecen cultivar su rareza por el mero hecho de serlo. Han conseguido un lenguaje diferenciado, sin duda: alentaron la etiqueta del freak-folk o folk raruno para que luego se les quedara corta. Pero quién sabe si su caso no acabará siendo una versión moderna, hasta alucinada, de El traje nuevo del Emperador. Sí, una vieja historia.

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