Crítica

Carlota Subirós deja a Guimerà en los huesos en el Teatre Nacional

La directora ofrece un montaje de ‘Sol solet’ de carácter minimalista

Carlota Subirós encierra en un espacio gélido y gris las turbulencias emocionales que laten en Sol solet, una de las obras menos conocidas de Àngel Guimerà. Lo hace en un minimalista montaje, en la Sala Petita del TNC, que propone al espectador un arriesgado ejercicio teatral: mirar, observar, analizar las pasiones que mueven a los personajes del gran autor catalán fuera de su paisaje natural, es decir, lejos del realismo rural ligado por tradición y tópicos a sus violentos dramas pasionales. La idea es buena, pero aplica u...

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Carlota Subirós encierra en un espacio gélido y gris las turbulencias emocionales que laten en Sol solet, una de las obras menos conocidas de Àngel Guimerà. Lo hace en un minimalista montaje, en la Sala Petita del TNC, que propone al espectador un arriesgado ejercicio teatral: mirar, observar, analizar las pasiones que mueven a los personajes del gran autor catalán fuera de su paisaje natural, es decir, lejos del realismo rural ligado por tradición y tópicos a sus violentos dramas pasionales. La idea es buena, pero aplica una dieta tan feroz que, de tanto rebajar su calorías melodrámaticas, deja a Guimerà en los puros huesos.

La propuesta ayuda a mirar el universo de un clásico del teatro catalán desde otras perspectivas, y eso siempre es saludable. Guimerà ambienta la trama de Sol solet, estrenado en el Teatro Romea en 1905, en la pensión que regenta Gaetana, que vive una existencia amarga con Hipòlit, su hijo mayor, violento y jugador, y su sobrina Munda. El regreso del hermano menor, Bernabé, marinero de buen alma que llega acompañado por su amigo Jon, que le ha salvado la vida, activará un drama de turbias pulsiones.

'Sol solet'

De Àngel Guimerà

Mercè Aránega, Laura Aubert, Javier Beltrán, Roger Casamajor, Ramon Pujol, Oriol Genís

TNC, Sala Petita

Barcelona. 28 de marzo de 2018

La ambigüedad de Munda y su inquietante atracción por Jon, joven sin famila que acabará usurpando el lugar del celoso Hipòlit, enciende la tensión de un drama manidamente verista que se resuelve a cuchilladas. Subirós también firma la versión reducida de este drama en tres actos - se ofrece en una hora y veinte minutos sin entreacto- en una puesta en escena que disipa los nubarrones melodramáticos con una mirada abstracta. El uso recurrente de un foco en constante movimiento resulta algo cargante y confuso al acotar en un espacio agobiante las pasiones, amores maternos y afectos contradictorios que agitan los personajes.

El equipo de actores cumple con disciplina unas directrices no siempre claras en una lectura que rebaja la carga emocional de los personajes en clima de excesiva frialdad que acaba resultando irritante. Mercè Aránega, solvente como dura matriarca Gaetana, destaca junto a Roger Casamajor (Hipòlit) y Javier Bertrán (Jon), que matizan la evolución de sus personajes con mayor consistencia que Laura Aubert en su interpretación de Munda, un personaje clave que debería ser mucho más turbador. Oriol Genís (Sr. Querol, único huesped de la pensión) y Ramon Pujol (Bernabé) son bazas sólidas del reparto.

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