El ‘procés’ desfigura a la izquierda catalana

El PSC y los comunes defendieron discursos muy distintos en campaña, pero ambos han quedado atrapados entre el triunfo de Ciudadanos y la mayoría en escaños del separatismo

El líder socialista Miquel Iceta, tras comparecer para valorar los resultados del 21-D.CLAUDIO ÁLVAREZ

Las elecciones del 21 de diciembre han dejado dos ganadores: Ciudadanos se ha convertido en la primera fuerza y los partidos independentistas han resistido el pulso y tienen la mayoría absoluta de escaños. Al margen del descalabro del PP —ni siquiera maquillado con la conquista, a última hora, de un cuarto diputado gracias al voto exterior— la izquierda, simbolizada en el PSC y Catalunya en Comú-Podem, no ha logrado rehacerse en estos comicios. Las dos fuerzas de este segmento del electorado se han estancado en todas las variable...

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Las elecciones del 21 de diciembre han dejado dos ganadores: Ciudadanos se ha convertido en la primera fuerza y los partidos independentistas han resistido el pulso y tienen la mayoría absoluta de escaños. Al margen del descalabro del PP —ni siquiera maquillado con la conquista, a última hora, de un cuarto diputado gracias al voto exterior— la izquierda, simbolizada en el PSC y Catalunya en Comú-Podem, no ha logrado rehacerse en estos comicios. Las dos fuerzas de este segmento del electorado se han estancado en todas las variables: en número de diputados —el PSC pasa de 16 a 17 y los comunes de 11 a ocho—; en votos —los primeros han ganado 78.000 y los segundos pierden 42.000— y en porcentaje —el PSC gana un 1,1% y los comunes bajan un 1,5%—.

Los discursos de ambas candidaturas fueron muy diferentes pero ninguno ha cuajado entre el electorado. Miquel Iceta, líder del PSC, se alineó con el PP y Ciudadanos en defensa de la aplicación del artículo 155, mientras Xavier Domènech, cabeza de lista de los comunes, presentó un recurso de anticonstitucionalidad contra la intervención de la autonomía y enarboló la bandera de las políticas sociales relegando deliberadamente el eje nacional. Ninguno de los dos mensajes funcionó.

El PSC llegó con un discurso muy ambicioso. “O soy yo presidente o lo es un independentista. No veo otra salida”, dijo Iceta a este diario. Los socialistas habían fiado sus expectativas a una operación de resurrección del catalanismo moderado que se había quedado huérfano de partido, mediante un pacto con Unidos para Avanzar, el partido surgido del entorno de la extinta Unió. La fórmula sólo permitió ganar un diputado y 78.000 votos.

En el primer análisis electoral, Iceta fue duro en la autocrítica. A juicio del primer secretario de los socialistas, el partido no valoró suficientemente “el momento de excepcionalidad que vive Cataluña”; no conectó con los sectores populares no independentistas y comprobó que la tercera vía aún no se concibe por la población como una alternativa. “Es el mensaje que se acabará imponiendo en la política catalana”, defiende no obstante Salvador Illa, secretario de organización del PSC.

El número dos de los socialistas catalanes cree que la formación tiene ahora una posición clara sobre la independencia de Cataluña pero asume que en el futuro cercano “se ha de trabajar en la credibilidad”. En unas elecciones, defiende Illa, donde el eje derecha-izquierda sucumbió al nacional y el voto fue más en clave emocional, Ciudadanos pudo tener más credibilidad. “Es una formación que nació para eso”, recuerda. Otros líderes del PSC valoran como positivo que en la campaña se puso el énfasis en la reconciliación y se ofrecieron propuestas sociales de calado. Terminaron perdidas en el debate nacional. “Cataluña no está ahí en este momento. Es un fracaso de la política”, dice un miembro de la ejecutiva.

Catalunya en Comú-Podem, por su parte, asume con enorme desencanto su fracaso al intentar abrir una brecha entre el bloque independentista y el constitucionalista. Domènech y Podemos apostaron por reivindicar las políticas sociales ante las fuerzas de “derechas” dejando en un segundo plano el conflicto soberanista.

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Naufragio

La estrategia naufragó en unos comicios concebidos por la mayoría como un dilema entre independencia “sí” o “no”. Su objetivo era formar un tripartito de izquierdas y atraerse tanto a PSC (17 diputados) como a ERC (32). Pero la suma entre los tres eventuales socios arroja 57 escaños, a nueve de la mayoría absoluta.

Tras conocer los resultados, Domènech pidió a la izquierda una reflexión conjunta ante el avance de las fuerzas de “derechas”, se reafirmó en no alimentar los bloques y apuntó que se quedarán en la oposición y seguirán reforzando el partido. El balance es inequívoco: Ciudadanos ganó en Barcelona, gobernada por Ada Colau, y en los municipios del área metropolitana gobernados por el PSC. Los comunes sostienen que Ciudadanos es el reverso del procés y se alimenta de él. En Comú Podem ganó en las elecciones generales de 2015 y 2016, mientras el partido de Inés Arrimadas quedó entonces en última posición. En las generales de 2015 los comunes lograron 926.000 votos y ahora 323.000.

Ante unas elecciones tan enconadas, queda la duda de hasta qué punto ha pasado factura a los comunes su ambigüedad. Formado por federalistas, autonomistas e independentistas, el partido hace constantes equilibrios internos para contentar a todas sus familias.

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