Dulces sueños escandinavos

Dos complementarias bandas suecas convocadas por Sound Isidro salpican la Joy Eslava con sus bailes etéreos

Cartel del concierto del día 31 de mayo en la sala Joy Eslava, dentro del festival Sound Isidro.

Había poca gente el miércoles en la Joy Eslava para recibir a El Perro del Mar, sugerente etiqueta artística de la sueca Sarah Assbring, una mujer con marcada querencia por la orfebrería pop del perfil más etéreo. La altísima artista de Gotemburgo disemina flores por todo el escenario y viste de un blanco tan nuclear como el de sus tres compañeros de aventura, salvo el gran pañuelo rojo que le adorna la cintura. Y todo ese gusto por la seducción de puntillas, por la gasa textil y sonora, se transmite a un repertorio a ratos inopinado. Sarah ha asentado en su reciente Kokoro una suerte...

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Había poca gente el miércoles en la Joy Eslava para recibir a El Perro del Mar, sugerente etiqueta artística de la sueca Sarah Assbring, una mujer con marcada querencia por la orfebrería pop del perfil más etéreo. La altísima artista de Gotemburgo disemina flores por todo el escenario y viste de un blanco tan nuclear como el de sus tres compañeros de aventura, salvo el gran pañuelo rojo que le adorna la cintura. Y todo ese gusto por la seducción de puntillas, por la gasa textil y sonora, se transmite a un repertorio a ratos inopinado. Sarah ha asentado en su reciente Kokoro una suerte de dream pop con nervio, tan repleto de teclados ambientales (¡y hasta de flautas dulces!) como de percusión musculosa y estribillos arrolladores.

La conexión nórdica se prolongaba en Sound Isidro (aparte del aire acondicionado, en estándares cuasi lapones) con The Radio Dept., una de las bandas más queridas e inteligentes que han nacido con el nuevo siglo por aquellas latitudes. Los cuatro eran de mirarse a la punta de las zapatillas hasta que decidieron fijar más su atención en las caderas. Y a estas alturas ejercieron de suculento híbrido: como si a la ternura de su paisano Jens Lekman se le sumara el bailoteo travieso de Pet Shop Boys.

El más reciente trabajo de estos otros suecos, Running out of love, protagonizó buena parte de la comparecencia, aunque hábiles piezas anteriores (David) ya garantizaban el sutil meneíto cadencioso de la ya mucho más abundante concurrencia. Johan Duncanson es de esos jefes de filas renuentes a destacar con su voz en la mezcla, de igual manera que disimula los galones orillándose a la derecha del escenario y disimulando el rostro tras una gran visera. Pero los lazos no dejan de caer sobre la pista: los teclados juguetones de Heavens on fire, el compromiso bailongo y sampleado de Death to fascism. Soñar es bonito, y más por partida doble y, como este miércoles, con dulces remites escandinavos.

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