POP / Lloyd Cole

La seducción madura

El autor de ‘Rattlesnakes’ ofrece un concierto muy austero, solo y con su hijo, pero resiste gracias a su fabuloso repertorio clásico

Paradojas tiene la vida, también la musical. Lloyd Cole desembarcaba este miércoles en Madrid para celebrar su cancionero de la época dorada, aquel periodo entre 1984 y 1996 que le bastaría para asegurarse un lugar de privilegio entre los grandes compositores populares del siglo XX. Pero el hombre que al principio de aquellos años se colocó al frente de The Conmotions acudió solo a la cita del Teatro Barceló, y en la segunda mitad acompañado tímidamente por su propio hijo, en vista de que el formato austero es el único que garantiza la viabilidad contable.

Estamos condenados, pues, a la...

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Paradojas tiene la vida, también la musical. Lloyd Cole desembarcaba este miércoles en Madrid para celebrar su cancionero de la época dorada, aquel periodo entre 1984 y 1996 que le bastaría para asegurarse un lugar de privilegio entre los grandes compositores populares del siglo XX. Pero el hombre que al principio de aquellos años se colocó al frente de The Conmotions acudió solo a la cita del Teatro Barceló, y en la segunda mitad acompañado tímidamente por su propio hijo, en vista de que el formato austero es el único que garantiza la viabilidad contable.

Estamos condenados, pues, a las lecturas desnudas de aquellas canciones por las que tanto suspirábamos. Y no es nostalgia rampante, o no solo. La solvencia del de Buxton frente al papel en blanco es pasmosa: pocos saben teñir como él de nostalgia la ternura, de belleza la evocación. Y las versiones esqueléticas permiten asombrarse aún más con las estructuras, las evoluciones armónicas, esos desarrollos que no eran tan sencillos como sugería en 1985 el título de su segundo álbum (Easy pieces). Todo ello es muy cierto, así como la enorme capacidad de seducción de Cole, parlamentario sagaz y jocoso, en las distancias cortas. Pero habríamos dado medio brazo, o casi, por escuchar Jennifer she said o Rattlesnakes con el ropaje de una banda al completo.

“La vida parece no tener final cuando eres joven”, reflexiona nuestro hombre en Don’t look back, la primera pieza en compañía de William Cole. Su muy bisoño vástago desempeña a la guitarra un papel discreto, más simbólico que decisivo, pero su tierna timidez avala Like lovers do, Cut me down o Are you ready to be heartbroken? como prodigios del todo vigentes, así hayan transcurrido (en un suspiro) estos 30 años. Justo los mismos que acredita Sometimes it snows in April, una de las sorpresas de la noche: un prodigio de Prince de cuando todo en él era prodigioso.

Lloyd Cole no tiene precio como seductor maduro, ese hombre de cabellera plateada que ha ganado (aún más) en prestancia vocal y exhibe un timbre cálido, macerado, distinguido. Los 400 espectadores quedaron lejos del lleno, pero nadie se movió hasta paladear los dos exquisitos bises, Lost weekend y Forest fire, que Cole se había reservado después de más de dos horas. A la amenidad ayuda el refinado humor británico, ese que le permite burlarse de sus problemas de visión o del aspecto enfadica con que salía en las fotos (“yo, que he sido un tipo afortunado”). Pero hay que disponer de un repertorio fabuloso para aguantar, solo o con tu retoño, encima de las tablas.

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