Opinión

Glamour proletario

Como la cosa se retrasa, van poniendo canciones en La Farga. Dos mil sillas ocupadas y gente de pie. El mitin iba a ser en la calle, pero a media semana lo llevaron bajo techo porque se anunciaba lluvia. Hace una mañana soleada. Iceta comparará en su intervención las encuestas electorales con los pronósticos meteorológicos. Serrat, Alaska y Dinarama, Miguel Ríos..., lo que suena es la banda sonora de Cuando fuimos campeones.

Agitan sus banderitas de plástico, todas iguales, un montón de militantes amalgamados por la incondicionalidad. Las chaquetas rojas de la candidata Meritxell Batet,...

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Como la cosa se retrasa, van poniendo canciones en La Farga. Dos mil sillas ocupadas y gente de pie. El mitin iba a ser en la calle, pero a media semana lo llevaron bajo techo porque se anunciaba lluvia. Hace una mañana soleada. Iceta comparará en su intervención las encuestas electorales con los pronósticos meteorológicos. Serrat, Alaska y Dinarama, Miguel Ríos..., lo que suena es la banda sonora de Cuando fuimos campeones.

Agitan sus banderitas de plástico, todas iguales, un montón de militantes amalgamados por la incondicionalidad. Las chaquetas rojas de la candidata Meritxell Batet, de la alcaldesa Núria Marín, y las gorras blancas de tela de la militancia. Es la vieja historia socialista. Es el abismo de la mujer que cuenta que es hija de socialista, y nieta de socialista, y que a sus hijos les dice que si no votan socialista les corta el cuello. Trabajó fregando suelos y su jefe no le cotizó la Seguridad Social. Es el abismo del hombre que explica que se hizo socialista el día en que murió Franco porque nunca había perdonado las palizas que la Guardia Civil le daba a su padre cuando salía a robar comida.

El socialismo de la transición hecho de guerra civil y dictadura esperando a Pedro Sánchez, que viene desde Madrid en Vueling y llega tarde. Entonces aparece y todos le gritan “¡Pedro, Pedro!”, pero no como a Pedro Almodóvar en los Oscar, sino con glamour proletario.

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