POP Everything Everything

La sorpresa permanente

La formación de Manchester debuta en España con una enorme exhibición de originalidad, talento y falsetes desbocados

Lo mejor de una banda como Everything Everything es que con ellos no se puede bajar en ningún momento la guardia. Acostumbrados a escuchar miríadas de canciones que se ven venir desde el tercer compás, estructuras mil veces repetidas e inalteradas, con estos cuatro mancunianos (cinco en directo, para reforzar la artillería) nunca se sabe con claridad por dónde vendrán los tiros. Ni siquiera en el código de vestuario, que el miércoles prescindió en Joy Eslava ...

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Lo mejor de una banda como Everything Everything es que con ellos no se puede bajar en ningún momento la guardia. Acostumbrados a escuchar miríadas de canciones que se ven venir desde el tercer compás, estructuras mil veces repetidas e inalteradas, con estos cuatro mancunianos (cinco en directo, para reforzar la artillería) nunca se sabe con claridad por dónde vendrán los tiros. Ni siquiera en el código de vestuario, que el miércoles prescindió en Joy Eslava de las habituales cazadoras chillonas para recalar en un prudente gris de chicos buenecitos. Mentira: estos tipos son unos traviesos incontenibles, incorregibles y maravillosos.

Podemos pensar en ellos como un grupo esencialmente polícromo y hedonista, pero su enrevesado universo rítmico obliga al baile sincopado. Brinquen, sí, pero no se confíen ante la sorpresa permanente, el peligro siempre cierto de la dislocación. Incluso Regret, ese single fabuloso que encabeza el reciente tercer álbum (Get to Heaven), presenta ¡cuatro! partes distintas sin renunciar por ello a su vocación de llenapistas.

Sucede que la formación dispone de un jefe de filas mayúsculo, Jonathan Higgs, el menos fotogénico de los cinco pero el afortunado con una garganta superlativa, capaz de recorrer desde el gangsta al falsete a lo Prince en un par de segundos. Es difícil catalogarlos, pero con su primer concierto español mejoraron todos los referentes razonables: más golfos en el art rock que Sweet Billy Pilgrim, más histriónicos que Darwin Deez, menos cerebrales y matemáticos que Dutch Uncles. Por supuesto, cualquier intento de diagnóstico racional se tambalea ante Cough Cough o MY KZ UR BF, que cayeron seguidas y son un purito escándalo. Por brillantez, originalidad, virtuosismo y ese pasmo ante la incontinencia de sus autores. Hay menos música en muchos discos enteros que en cualquiera de esos dos títulos. O en No Reptiles, con su crescendo electrónico ya en los bises.

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