Opinión

Otras listas de Mas

La dilapidación del capital político de CiU en el Congreso acabará siendo una de tantas aportaciones negativas de Artur Mas

Rumores y especulaciones dan de cada vez más un tono de pintoresquismo a lo que se llama la lista del “President”. Habrá que colgar aquel rótulo hoy en desuso: “Antes de entrar, dejen salir”. ¿Será una lista para la gloria o para la inmolación? Si efectivamente hay elecciones anticipadas en setiembre, lo que después quede de CiU deberá reformularse como lista electoral —sea con siglas de hoy o bajo el manto nominativo de Artur Mas— para acudir a unos comicios generales cuyo calendario tiene su tope antes de final de año. Y en tal caso serán unos resultados que pueden dar al traste con el prest...

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Rumores y especulaciones dan de cada vez más un tono de pintoresquismo a lo que se llama la lista del “President”. Habrá que colgar aquel rótulo hoy en desuso: “Antes de entrar, dejen salir”. ¿Será una lista para la gloria o para la inmolación? Si efectivamente hay elecciones anticipadas en setiembre, lo que después quede de CiU deberá reformularse como lista electoral —sea con siglas de hoy o bajo el manto nominativo de Artur Mas— para acudir a unos comicios generales cuyo calendario tiene su tope antes de final de año. Y en tal caso serán unos resultados que pueden dar al traste con el prestigio que el grupo parlamentario de CiU había conseguido sedimentar con los años.

La política también es eso y el grupo parlamentario Minoría Catalana ha ido actuando con ese criterio durante décadas, seguramente más en los plenos que en las comisiones, en contactos sectoriales de orden económico o en el salón de los pasos perdidos. Ahora, en unas elecciones generales, la incapacidad política de Artur Mas y el declive notable de CiU no parecen factores suficientemente dinámicos y cohesivos como para revalidar un buen grupo parlamentario en el congreso de los Diputados, si es que la debacle no es tan rotunda o fragmentada que CiU —o solo Convergència o más que nada otra lista de Mas— se queda sin grupo parlamentario. Sin saber cuál es la lista de Artur Mas a las hipotéticas elecciones autonómicas, más incierto es presuponer la composición de la lista de CiU, o solo de Convergència, o únicamente de los más adictos al actual presidente de la Generalitat, para unas elecciones legislativas.

Entre otras cosas, quién sabe si para entonces Mas seguirá presidiendo la Generalitat. En cualquier caso, es predecible la descomposición de lo que ha sido la sustancia y el estilo del Grupo Minoría Catalana en el Congreso de los Diputados. Esa es una denominación que siempre ha incomodado a los adversarios de CiU —especialmente al PSC— porque se apropiaba patrimonialmente de una denominación que pertenece a toda una sociedad y a la representación política en su conjunto. Lo cierto es que Minoría Catalana, y mucho más en casos de falta de mayoría absoluta del gobierno de España, ha demostrado buenos momentos de savoir faire y una capacidad de influir no pocas veces superior a su peso en escaños.

Mas es como un “hacker” que ha introducido un virus imparable en el catalanismo histórico

Con altibajos y un inicio de pactos confusos, la posición parlamentaria de CiU en la Carrera de San Jerónimo ha ido variando en escaños y en lideratos. Actualmente, con Duran Lleida al frente, agrupa un total de 16 diputados y 9 senadores. Evidentemente, tiene valor de palanca cuando no se dan mayorías absolutas. Pero en todo caso, generalmente mantiene una tónica transaccional y un cierto know how que generalmente es respetado en la Cámara incluso más allá de hecho numérico del grupo que lideró Miquel Roca y ahora Duran Lleida. ¿Puede continuar siendo así si se nutre de una tan peculiar lista electoral o si acaba expresándose como confrontación interna dada la tensión entre Convergència y Unió?

En las elecciones generales de 1986, el Partido Reformista que lideraba Miquel Roca tuvo unos resultados ínfimos, un 0,96 por ciento. Sin embargo, puesto que se presentaba en Cataluña, como CiU se situó en un 5,02. Así la Operación Reformista afianzó al pujolismo de manera significativa. De ahí puede deducirse que la Operación Roca le permitió a Jordi Pujol recabar un voto moderado y autonomista, del mismo modo que ya había ido asimilando el voto de la UCD o, anteriormente y en una operación de naturaleza distinta, reciclar a alcaldes del franquismo como candidatos convergentes. En los últimos tiempos, y dado el soberanismo de Mas, ¿para donde se van esos votos? Según parece, algunos a Ciutadans. Y desde el cierre de la Operación Piqué, el PPC está en la inopia aguda.

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Aunque improbable, existe la posibilidad de que Convergència renazca de su naufragio pero su progresiva precarización electoral y sus desbordamientos independentistas pueden contribuir ampliamente a una reconfiguración de la política catalana en términos impredecibles. Por el camino, la dilapidación del capital político de CiU en el Congreso de los Diputados acabará siendo una de tantas aportaciones negativas de Artur Mas. Salvo rectificaciones postreras, Artur Mas es una especie de “hacker” que ha introducido un virus imparable en el catalanismo histórico

Valentí Puig es escritor

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