Opinión

La lógica alternativa de Mas

¿Cómo iba a financiarse un Estado que la comunidad internacional no reconoce porque nace de forma ilegal?

Una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) al estilo Kosovo es lo que en última instancia prevé la hoja de ruta que Mas presentó el pasado martes, si bien al día siguiente rizó el rizo en su entrevista con Josep Cuní (8TV) cuando apuntó lo que podríamos denominar una DUI en grado de tentativa. El concepto tiene su miga. Consiste, básicamente, en lo siguiente:

1)La lista unitaria independentista que propone Mas obtiene en las próximas elecciones mayoría absoluta; 2)los vencedores convierten las elecciones en un plebiscito sobre la independencia, sin reparar en pequeñeces como que ...

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Una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) al estilo Kosovo es lo que en última instancia prevé la hoja de ruta que Mas presentó el pasado martes, si bien al día siguiente rizó el rizo en su entrevista con Josep Cuní (8TV) cuando apuntó lo que podríamos denominar una DUI en grado de tentativa. El concepto tiene su miga. Consiste, básicamente, en lo siguiente:

1)La lista unitaria independentista que propone Mas obtiene en las próximas elecciones mayoría absoluta; 2)los vencedores convierten las elecciones en un plebiscito sobre la independencia, sin reparar en pequeñeces como que no es lo mismo contar votos que contar escaños; y 3)se comunica urbi et orbi la intención de constituir un Estado catalán y se inician las negociaciones formales para acordar las condiciones para la creación del nuevo Estado y su entrada inmediata en la UE, la ONU, la OTAN, etcétera. Pasamos así del derecho a la autodeterminación al derecho a determinar a nuestro albedrío el orden mundial en 18 meses. Basta con que la lista de Mas obtenga 68 de los 135 diputados del Parlamento catalán. Así, para reformar el Estatut, una decisión importante, se necesitan 90 diputados, mientras que para proclamar la independencia, que al parecer debe de ser una decisión mucho más liviana, con 68 va que arde.

Mas sostiene que su hoja de ruta permite que incluso “gente que no está necesariamente a favor de la independencia, hasta que llegue ese punto pueda seguir luchando para hacer que eso (sic) pueda llegar”. Vaya, que —sin que quede muy claro qué diablos es “eso”— los catalanes podemos votar tranquilamente a favor de su lista unitaria que, si después vienen mal dadas y la comunidad internacional no bendice “eso”, nos retractamos en las siguientes elecciones y aquí paz y después gloria. Lo dicho, una DUI en grado de tentativa.

A partir de ahí, Mas amenaza con que, si el Estado español no se aviene a negociar, el proclamado Estado catalán no asuma su parte proporcional de la deuda española. Y se queda tan ancho. Pero ¿cómo iba a financiarse un Estado que la comunidad internacional no reconoce por haber declarado su independencia unilateral de un Estado como España, miembro de la Unión Europea y, por tanto, comprometido con los principios de libertad, democracia, respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como del Estado de derecho?

La pregunta es esta y en buena lógica no cabe otra, pero dejemos cautelarmente a un lado la buena lógica y, adentrándonos en la lógica alternativa de Mas, valoremos la hipótesis de que el flamante Estado catalán acuda a los mercados internacionales tras negarse a asumir su propia deuda (180.000 millones correspondientes al peso de la economía catalana en España y el valor de los activos que tiene el Estado en Cataluña, de 50.000 millones, a los que habría que añadir los 60.000 millones de deuda de la Generalitat. En total, 290.000 millones, el 145% del PIB catalán).

Entonces, la pregunta sería: ¿qué tipos de interés tendría que pagar para financiarse en los mercados internacionales un Estado que nace de una declaración de independencia ilegal y que, además, se niega a asumir su deuda? Como casi todo el mundo sabe, a los inversores no les gusta la inestabilidad, por lo que el solo hecho de plantear la posibilidad de no pagar la deuda, es decir, de no cumplir con los compromisos adquiridos, resulta cuando menos inquietante (y si no, pregúntesele a los argentinos cómo les sentó el corralito y cómo le ha ido al país desde entonces). Máxime cuando la construcción de un nuevo Estado conllevaría unos enormes costes de transición (hacienda, diplomacia, defensa, seguridad, etcétera), lógicamente muy superiores a los derivados del mero mantenimiento de un Estado preexistente, transición que a buen seguro requeriría de una ingente financiación externa. Por no hablar del llamado “efecto frontera”, que los partidarios de la secesión se empeñan en minimizar limitándose a constatar que “las fronteras han dejado de existir”, pero que en la práctica continúa operando incluso dentro de la UE, donde efectivamente las fronteras estatales han desaparecido.

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Sin embargo, cualquiera diría que siguen estando ahí. De lo contrario, ¿cómo se explica que seis de los 10 principales socios comerciales de Cataluña sean comunidades autónomas? ¿O que Aragón sea el principal socio comercial de Cataluña, por encima de Francia? En vista de esas estrechas relaciones comerciales, cabe, por lo menos, preguntarse qué impacto produciría el levantamiento de una frontera entre España y una Cataluña independiente que, además, quedaría de entrada fuera de la UE.

Puede que Mas haya decidido renunciar a la lógica basada en la realidad y ya sólo se guíe por la lógica alternativa del wishful thinking. Pero, en todo caso, no está de más que recuerde esta idea de Ferrater Mora: “A diferencia de las leyes naturales y de modo semejante a las leyes convencionales de los juegos, las leyes lógicas pueden no ser obedecidas. Pero análogamente a las leyes naturales, y a diferencia de las leyes meramente convencionales, las leyes lógicas se imponen de algún modo, pues son usadas en relación con el conocimiento de la realidad”.

Nacho Martín Blanco es periodista y politólogo.

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