Triunfo tardío

A Paco Román le cuesta disimular su satisfacción. Hoy su grupo, Neuman, actúa en la Sala But de Madrid, un local con capacidad para 1000 personas. “Me acaban de decir que está casi todo vendido. Cuando te lo cuentan sientes entre alivio y alegría”. Murciano, rondando los 40, casado y con dos hijos de ocho y uno, este antiguo realizador de televisión se dedica casi profesionalmente a la música. “Dentro de lo posible”, matiza. “No puedo vivir del todo de ella”.

Así estamos. El alivio se convierte en alegría. Incluso p...

A Paco Román le cuesta disimular su satisfacción. Hoy su grupo, Neuman, actúa en la Sala But de Madrid, un local con capacidad para 1000 personas. “Me acaban de decir que está casi todo vendido. Cuando te lo cuentan sientes entre alivio y alegría”. Murciano, rondando los 40, casado y con dos hijos de ocho y uno, este antiguo realizador de televisión se dedica casi profesionalmente a la música. “Dentro de lo posible”, matiza. “No puedo vivir del todo de ella”.

Así estamos. El alivio se convierte en alegría. Incluso para los teóricos triunfadores: en los últimos 36 meses Neuman, se ha convertido en uno de los grupos más exitosos del panorama indie español. Su cuarto largo, If, el primero que no se autoeditan y que cuenta con el apoyo de la discográfica y agencia de management Subterfuge, entró en las listas de los más vendidos cuando se publicó en mayo —“No te puedo decir cifras, porque no las conozco, pero sé que en una semana vendió más que el anterior en un año. Y el anterior había vendido bastante”—.

Antes de su publicación llevaban 200 conciertos, aseguran y para la gira de este invierno ya tienen unos 30 directos cerrados en locales con una capacidad media de unas 300 personas. Pero aun así, insiste, no puede vivir de la música. “No me pienso quejar. Todo el dinero que no me da me lo cobro en satisfacción”.

A mediados de los noventa, Paco fue componente de La Fábrica de la luz, uno de esos grupos en los que las multinacionales pusieron sus esperanzas para llegar al público indie tras el éxito de Dover. Les ficha EMI y, como casi todas las bandas que siguió esa ruta, no pasó nada. En 1998, tras su disolución, nace Neuman que fue un proyecto unipersonal, amateur, y casi clandestino, hasta 2009. “Estuve trabajando de cámara. Lo compatibilizaba con la música, pero tenía que hacer los deberes laborales. Necesitaba una profesión, como todo el mundo”, recuerda.

Un día conoce a Fernando Lillo, pianista, y Neuman pasa a ser un grupo. Su destino empezó a cambiar a partir de su segundo disco The family plot, en 2011, y se confirmó cuando Ken Stringfellow, componente de The Posies y de la última formación de REM, les produjo un ep. “Fue un encuentro casual, que poco a poco fue creciendo. Ken aporta mucha confianza. Que un tío como él, con esa trayectoria, te diga que disfruta tanto tocando contigo como con REM, con los que ha recorrido todos los estadios del mundo. Joder, te creces”.

A partir de ahí, todo ha mejorado. “El circuito se está moviendo gracias a que en todas partes hay gente capaz de arriesgarse por traer cosas que le gustan. Mira, acabamos de tocar en Huesca. Y ha sido por un chaval que tiene un local y se ha empeñado. Y entre todos hemos conseguido que nadie perdiese dinero. Hicimos cuentas, vinieron 200 personas... Y lo mismo ocurre en San Sebastián, o donde sea. Yo noto mayor pasión, y compromiso, que hace años”. ¿Y qué tipo de público tienen?

“Te lo puedo decir con la estadística del Facebook. Tenemos un 55% de fans femeninas y un 45% de chicos. Y el grupo demográfico más grande es el de mujeres de entre 30 y 40 años. Aunque sospecho que muchas vienes arrastradas por el novio. Lo que es cierto es que en nuestros conciertos se ven muchas parejas. Y vendemos muchos discos, eso significa necesariamente un público adulto. Los jóvenes no tienen dinero. ”.