FOLK-ROCK | Angus & Julia Stone

La bella y los barbudos

Los hermanos australianos conservan su magisterio acústico pero han sabido integrar trazas de Neil Young o Wilco a la sabrosa fórmula

Bien lejos quedan los tiempos en que Angus y Julia Stone eran dos cándidos hermanitos de Sydney que, aferrados a sus guitarras acústicas, ofrecían un sonido enternecedor y contrastadas armonías querúbicas: ella de voz plácida, él bastante más atribulado. Empezó el viernes a sonar A heartbreak y descubrimos que los ingredientes originales siguen ahí, pero el menú se ha enriquecido: hay seis músicos en escena, suenan tres guitarras simultáneas, el conjunto ha ganado en masa muscular. La fraternal pareja ya no parece radicada en el establo, sino que se ha lanzado a viajar por una vieja c...

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Bien lejos quedan los tiempos en que Angus y Julia Stone eran dos cándidos hermanitos de Sydney que, aferrados a sus guitarras acústicas, ofrecían un sonido enternecedor y contrastadas armonías querúbicas: ella de voz plácida, él bastante más atribulado. Empezó el viernes a sonar A heartbreak y descubrimos que los ingredientes originales siguen ahí, pero el menú se ha enriquecido: hay seis músicos en escena, suenan tres guitarras simultáneas, el conjunto ha ganado en masa muscular. La fraternal pareja ya no parece radicada en el establo, sino que se ha lanzado a viajar por una vieja carretera de adoquines.

El resultado no solo es muy estimulante, sino que goza de tirón popular: cerca de 1.800 aficionados llenaron La Riviera, igual que otros tantos se habían acercado en julio a escuchar a The Lumineers o, varios años atrás, a los noruegos Kings of Convenience. Julia es la bella chica ensoñadora de garganta trémula, como una Cyndi Lauper indie o una Russian Red que no se hace líos con la afinación. Y Angus encabeza las huestes de los barbudos: la banda suena a puro Neil Young con las densas guitarras doloridas de Crash and burn e inventa el reggae con banjo y trompeta en la sorprendente Private lawns.

Los hermanos saben escribir muy bonito bajo los parámetros de la campiña, como en For you, acogida con fervor, pero también salen bien parados de los experimentos. Su lectura de You’re the one that I want, aquel tema de Grease, constituye un ejemplo de reinvención: inesperada, diferente, fagocitada por la idiosincrasia de los australianos. Y la sensacional Big jet plane sonó mucho más taciturna que en estudio, como si Jeff Tweedy hubiese metido mano. El final ultraacústico de Santa Monica dream resultó encantador, un susurro tenue ante una sala que, por unos minutos, se olvidó de respirar.

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