18º BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA

La imposible reinvención de Manuela

La bailaora sevillana revalida su arte con un nuevo espectáculo

Manuela le baila al piano de Diego Carrasco en el espectáculo.Antonio Acedo

Manuela Carrasco. Naturaleza Gitana. Gitana Morena. Baile: Manuela Carrasco. Cuerpo de baile: Saray de los Reyes, Lole de los Reyes y La Marquesita. Cante: Enrique el Extremeño, Pepe de Pura, Zamara Carrasco y María Rey. Guitarras: Paco Jarana, Juan Campallo y Manuel de Luz. Percusión: José Carrasco. Artistas invitados: Miguel Poveda y Diego Amador. Dirección y Adaptación: Juana Casado. Dramaturgia: Juana Casado y María Cabrera. ...

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Manuela Carrasco. Naturaleza Gitana. Gitana Morena. Baile: Manuela Carrasco. Cuerpo de baile: Saray de los Reyes, Lole de los Reyes y La Marquesita. Cante: Enrique el Extremeño, Pepe de Pura, Zamara Carrasco y María Rey. Guitarras: Paco Jarana, Juan Campallo y Manuel de Luz. Percusión: José Carrasco. Artistas invitados: Miguel Poveda y Diego Amador. Dirección y Adaptación: Juana Casado. Dramaturgia: Juana Casado y María Cabrera. Coreografía: Manuela Carrasco.

Teatro de la Maestranza. 21 de septiembre de 2014.

“A tí te llaman la diosa”, le cantó Zamara al inicio del espectáculo. El mismo apelativo que sirvió a José Luis Ortiz Nuevo para crearle un espectáculo. El calificativo no es, en cualquier caso, casual y sí recurso extendido para aludir al carisma de Manuela Carrasco en escena, una cualidad que no parece empañarse con el paso del tiempo. Con independencia del formato en el que se la quiera encuadrar, su baile tiene unos perfiles muy definidos que se concentran en la fuerza de sus pies o en la rotundidad de sus brazos elevados al cielo, en la flamenca estampa que siempre compone su figura hasta en la quietud, e incluso en la mirada desafiante, casi electrizante. Su sintaxis bailaora está tan perfilada que no caben variantes ni innovaciones. Ella está inventada y solo caben reediciones de su arte, que es inmenso.

Podría parecer, así, estéril, encerrarla en dramaturgia alguna, aunque, en ocasiones, valga el empeño por aquello de poner orden en el genio. La idea de asociarla a los cuatro elementos es una opción aceptable, por más que Manuela parezca encarnarse más en la tierra o en el fuego que en el agua o en el aire. Sin embargo, y de forma curiosa, su baile comenzó a despegar en el cuadro dedicado a ese último elemento, cuando desplegó el mantón para, ahí sí, mover el espacio con él, impulsada desde el piano de Diego Amador. Antes, el más joven de la saga, le había cantado el Canastera de Camarón con el que dibujó figuras siempre flamencas. Y, al comienzo, la voz poderosa de El Extremeño le cantó un taranto (momento fuego) en el que optó por una actitud mayormente estática. Y más curiosidad: con las alegrías, elegidas para simbolizar el elemento agua, vimos a una bailaora mucho más suelta, a pesar de que el vestuario elegido para ese baile no fuera la deseada bata, tan afín al estilo.

Todo lo anterior, aunque puede ejemplificar su baile, no lo condensa. Ella es la soleá (también la seguiriya) y, hasta que no llegó, no la vimos de verdad soltarse. Y lo hizo con el cante al oído, que es la forma que ella prefiere para inspirarse. Cuando llegó a escena, el ambiente estaba preciamente caldeado, porque el elegido para cantarle el estilo fue Miguel Poveda, el segundo invitado de la noche, que se empleó por tientos y tangos. Uno piensa que el reto era mutuo y recíproco. Para Poveda cantarle a La Diosa, para Manuela bailarle a un cantaor que no es que reúna precisamente el perfil de los que le han sacado su mejor ser bailaor. Pero funcionó y, además, de forma creciente, con la artista desplegando sus mejores formas, sus desplantes exactos, deteniendo el tiempo. Los dos se buscaron en el escenario sabedores de que era el momento o no era. Transitando a la bulería el baile más étnico, más de patio, desatado y hasta burlón. Era eso y llegó. Todo un disfrute.

El elenco anunciado sufrió cambios en las guitarras, que estuvieron al mando de Paco Jarana, que bien sería el tercer invitado de lujo de la noche, porque su presencia y su peso, fueron de los que se hacen notar. El resto de los artistas, con tanto invitado, tuvo una participación escueta, convirtiéndose en un atrás que empujó con fuerza y decibelios. Los mismos y exagerados con que se nos sirvió el baile de pies que, por momentos, llegó a ser atronador.

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