El nuevo decano de jueces de Madrid critica el proyecto de ley de Gallardón

Antonio Viejo advierte: “Los experimentos con gaseosa y, sobre todo, con presupuesto”

Antonio Viejo, en su despacho del Juzgado de Instrucción número 20.

Antonio Viejo es un hombre relativamente joven. A sus 54 años, casado y con dos hijos, sigue viviendo con pasión su trabajo como juez instructor desde el Juzgado número 20 de la plaza de Castilla. Sigue “separando el grano de la paja” —las denuncias por hurtos y los partes de lesiones, de los asesinatos y los secuestros—, entre los 6.000 y 9.000 asuntos que llegan a su mesa anualmente. Madrileño de nacimiento, licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma, lleva 17 años paseándose por los pasillos y los calabozos de detenidos de esa sede judicial que huele a rancio y que, como los otros 17...

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Antonio Viejo es un hombre relativamente joven. A sus 54 años, casado y con dos hijos, sigue viviendo con pasión su trabajo como juez instructor desde el Juzgado número 20 de la plaza de Castilla. Sigue “separando el grano de la paja” —las denuncias por hurtos y los partes de lesiones, de los asesinatos y los secuestros—, entre los 6.000 y 9.000 asuntos que llegan a su mesa anualmente. Madrileño de nacimiento, licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma, lleva 17 años paseándose por los pasillos y los calabozos de detenidos de esa sede judicial que huele a rancio y que, como los otros 17 edificios que albergan la justicia madrileña desperdigados por la capital, es un inmueble medio desvencijado, socavado por un largo abandono institucional. Pero hoy Viejo, contento y nostálgico, tendrá que comenzar a recoger las cosas de su despacho en la sexta planta para bajarlas a la primera, donde se encuentra el Decanato. Ayer ganó, contra todo pronóstico y por goleada, las elecciones a decano de jueces de Madrid con 115 votos, frente a los 42 de su rival, la también juez de Instrucción del 26, Conchita Jerez. Hubo además tres votos en blanco.

Se ha optado por el candidato más comprometido, dice un magistrado

“Hoy es un día para estar feliz, pero mañana tengo aún juicios señalados”, comentaba minutos después de conocerse el resultado de la votación. No ocupará su nuevo puesto hasta que no se publique el real decreto correspondiente en el Boletín Oficial del Estado.

Viejo se convierte en el representante de los 308 jueces de la capital, en el magistrado que tendrá que lidiar con políticos e instituciones y velar por que sus compañeros puedan desempeñar su trabajo adecuadamente, en un momento en el que la justicia está literalmente por los suelos —carpetas, cajas de cartón con demandas y sentencias colapsan físicamente los juzgados— y el proyecto de reforma de la Ley del Poder Judicial impulsado por el ministro Alberto Ruiz-Gallardón está siendo contestado desde todos los estamentos jurídicos.

“Los experimentos con gaseosa”, comentaba Viejo en los días previos a su elección. “Y, sobre todo, antes de introducir una transformación de ese calado tiene que existir un presupuesto y un test de funcionamiento previos”, advertía.

Lo insólito de esta elección —que podría ser la última porque la reforma de Gallardón plantea el cargo como un “nombramiento”— es que, aun siendo Viejo un candidato de consenso —apoyado por su propia asociación, Francisco de Victoria, por Jueces para la Democracia y por el Foro Judicial Independiente—, tenía todas las de perder frente a la candidata de la Asociación Profesional de la Magistratura, mayoritaria entre los magistrados madrileños.

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115 jueces apoyaron a Viejo de los 160 que votaron. En Madrid ejercen 308

“No ha pesado tanto la pertenencia a una u otra asociación como la persona”, defendía una juez de Jueces para la Democracia.

Jerez, de la asociación más conservadora de la judicatura, esgrimía su mayor juventud y el hecho de ser mujer como puntos a favor: “Hace mucho tiempo que no existe una decana, represento el cambio”. Sin embargo, los jueces que votaron —sólo la mitad de los que ejercen en la capital— optaron por Viejo, que representa precisamente un continuismo con respecto a su 12 años predecesor en el cargo, el magistrado José Luis Armengol, con quien ha coincidido desde 2009 en la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. “Se ha optado por el candidato más comprometido”, decía otro juez.

Pese a la flagrante situación de la justicia madrileña, con unos juzgados colapsados hasta la indecencia y unos inmuebles en condiciones de seguridad y salubridad cuestionables, sólo se presentaron dos candidatos y apenas ha existido campaña en estas elecciones. “No sé si tengo tendencias suicidas”, bromeaba Viejo al proponerse. El programa de este magistrado, que comenzó su carrera en Badalona (primera instancia), y pasó por Barcelona (instrucción) y Segovia (social) antes de regresar a la capital, comenzaba así: “Querido compañero, sabiendo lo ocupado que estás...”. Y se presentaba como “un decano para todos los jueces, accesible y transparente (con una nueva página web), comprometido con el servicio de la justicia y que inste a las Administraciones a la prestación de los medios apropiados para garantizar una buena tutela judicial”. Y, como recuerda que reza su juramento: “Contra todos”.

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