POP Cristina Lliso

El ensimismamiento y la furia

La antigua cantante de Esclarecidos despega en solitario con una escolta instrumental fabulosa y el repertorio clásico muy puesto al día

Cristina Lliso, en la sala Galileo.F. N.

Cristina Lliso invoca al sosiego en su más amplia acepción: por actitud vital, por la serenidad que desprenden sus versos y esa voz hipnótica, por el propio manejo de los tiempos. La mujer que simbolizó el enigma prodigioso de Esclarecidos (¿el grupo más culto y onírico del pop español?) ha tardado 17 años en animarse con un disco en solitario y dos más para presentarlo, anoche, en una Galileo Galilei mermada por los avatares futbolísticos. Para los asistentes quedará el recuerdo de una noche para la poesía sonora y el misterio ensimismado. Al menos hasta la fase final, en la que las remozadas...

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Cristina Lliso invoca al sosiego en su más amplia acepción: por actitud vital, por la serenidad que desprenden sus versos y esa voz hipnótica, por el propio manejo de los tiempos. La mujer que simbolizó el enigma prodigioso de Esclarecidos (¿el grupo más culto y onírico del pop español?) ha tardado 17 años en animarse con un disco en solitario y dos más para presentarlo, anoche, en una Galileo Galilei mermada por los avatares futbolísticos. Para los asistentes quedará el recuerdo de una noche para la poesía sonora y el misterio ensimismado. Al menos hasta la fase final, en la que las remozadas versiones de tres temas mayúsculos de Esclarecidos, ‘Arponera’, ‘Tucán’ y ‘El club de los inocentes’, sonaron como un estallido vivificante de furia ‘indie’.

Lliso irrumpe con gafas oscuras y negro riguroso hasta en los guantes. Parece una sacerdotisa inalcanzable que imparte nociones de surrealismo desde ese arranque alucinógeno: “Voy a comprar una montaña / La llenaré de televisores con un solo canal”. La escolta un trío fabuloso: Emilio Saiz ejerce de Jonny Greenwood juguetón, su padre (Suso Saiz) rasguea la acústica como un jefe plácido y Pachi García “Alis” compagina la guitarra con unas segundas voces agudas y dolientes. Luego Cristina desnudará su mirada a partir de ‘No viajas sola’, dulce crónica de amor maternal, y de pronto el cerebro deja espacio al corazón y la magia. La segunda parte, con Alis en la batería y Suso como bajista, es deliciosa. Daba gusto escuchar ‘Hola, amor’, lección magistral: cómo ser apasionado sin incurrir en cursilería.

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