Obituario

Tejedor de vínculos

Hoy no es ayer y el Albert Manent que algunos hemos leído y tratado en los últimos diez o quince años no es el que fue. O dicho de otro modo, Albert Manent ha sido algo más que ideólogo e intelectual militante de un catalanismo centrista con vocación de poder y Estado, algo más que el hombre que anduvo en la cocina del poder del pujolismo con mucho de suministrador de ideas y proyectos (además de algún calentón verbal del que seguro que, a toro pasado, no se sintió orgulloso). Sin embargo, fuera de la dimensión política, ha sido también uno de los rarísimos tejedores de vínculos entre una cult...

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Hoy no es ayer y el Albert Manent que algunos hemos leído y tratado en los últimos diez o quince años no es el que fue. O dicho de otro modo, Albert Manent ha sido algo más que ideólogo e intelectual militante de un catalanismo centrista con vocación de poder y Estado, algo más que el hombre que anduvo en la cocina del poder del pujolismo con mucho de suministrador de ideas y proyectos (además de algún calentón verbal del que seguro que, a toro pasado, no se sintió orgulloso). Sin embargo, fuera de la dimensión política, ha sido también uno de los rarísimos tejedores de vínculos entre una cultura española remisa al orden cultural catalán y la alta literatura de Cataluña. En 1973 publicó en la colección de estudios románicos de la editorial Gredos de Madrid Tres escritores catalanes: Carner, Riba, Pla, un estudio crítico de la vida y obra de cada uno de ellos. Fue Manent quien apostó por reforzar el vínculo americano de Cataluña y de él proceden algunas de las páginas autobiográficas y memorialistas mejos informadas de los últimos años, hasta desembocar en La represa: con su padre por en medio, Marià Manent, anduvo en guerras democráticas con gentes valientes como Ridruejo mucho antes de la muerte de Franco.

Pero también decidió salirse del guion, como hace apenas unos meses, al recordar en unas memorias de infancia cómo fue de verdad la guerra vivida en el Montseny entre las familias de orden y de fe, plenamente catalanas. Aunque fuese hombre tentado por el poder, mantuvo vivo el instinto de la verdad, incluso si exigía largas explicaciones escritas para convencer a los demás de que nada, nunca, es blanco y negro.

Jordi Gràcia es catedrático de Literatura en la UB.

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