POP | LLOYD COLE

Magulladuras de la vida

El británico repasa tres décadas de carrera en la cruda soledad de voz y guitarra, una prueba que solo resisten los repertorios grandes. Es el caso

Diez discos en solitario después, algunos bien afortunados, a Lloyd Cole le siguen pesando aquellos cinco años al frente de The Commotions y un debut tan majestuoso, Rattlesnakes (1984), que hoy parece aval y condena a la vez. Anoche, solo con su guitarra en un Lara repleto y abducido, retorció y ralentizó el tema central de aquel álbum a la manera dylanesca, como si huyera de sí mismo.

Hay muchas grandes páginas en estas tres décadas del británico, estupendo a sus 53 en todos los sentidos, con la voz limpia y bien timbrada, dicción precisa y esa mordacidad trovadoresc...

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Diez discos en solitario después, algunos bien afortunados, a Lloyd Cole le siguen pesando aquellos cinco años al frente de The Commotions y un debut tan majestuoso, Rattlesnakes (1984), que hoy parece aval y condena a la vez. Anoche, solo con su guitarra en un Lara repleto y abducido, retorció y ralentizó el tema central de aquel álbum a la manera dylanesca, como si huyera de sí mismo.

Hay muchas grandes páginas en estas tres décadas del británico, estupendo a sus 53 en todos los sentidos, con la voz limpia y bien timbrada, dicción precisa y esa mordacidad trovadoresca que traslada a sus alocuciones. “Se supone que mi carrera va cuesta abajo”, se mofó mientras revisaba Can’t get arrested (1993), canción de estructura armónica riquísima que escribió “a los 31 años, cuando lo sabía absolutamente todo”. Hoy es un hombre bien curtido en el escepticismo, pero sus crónicas del desencanto vienen de lejos: por eso puede enlazar Why I love country music, de 1985 (“Solo me siento bien cuando duermo”), con Broken record, fechada un cuarto de siglo después.

Las magulladuras que va infligiéndonos la vida encuentran hueco en un cancionero tan exquisito que resiste la prueba de la absoluta desnudez, incluso del extraño parón de 25 minutos a mitad de la velada. El ambiente, íntimo y fascinado, solo lo alteró un inoportuno móvil durante Myrtle and rose. Cole se desconcentró, pero incluso ahí tuvo reflejos para exhibir su humor britaniquísimo: “Será usted médico, ¿verdad?”.

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