Un incendio en un bloque de pisos de Sant Adrià mata a dos ancianos

Las llamas empezaron en la vivienda de una mujer que acumulaba desperdicios 23 personas han resultado heridas o intoxicadas

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Dos muertos y 14 heridos en un incendio en un bloque de Sant Adrià del Besós.ALBERT GARCÍA

Con bata de color granate, y las zapatillas de andar por casa, de color azul, Ismael Pérez, de 65 años, hace corrillo delante del número 18 de la calle de Martorell, en Sant Adrià de Besòs, con varios vecinos suyos. Es la una de la tarde y no ha podido ni siquiera vestirse. Se levantó de madrugada, muy pronto, poco antes de las tres, fruto del ruido, los gritos y las llamas que corrían por la escalera de su edificio. “Salí y vi el fuego y el humo”, recuerda Manuel, con los ojos hinchados tras las gafas. No muy lejos de él, otra mujer agarra fuerte una manta blanca con la que se tapa. Arrancada...

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Con bata de color granate, y las zapatillas de andar por casa, de color azul, Ismael Pérez, de 65 años, hace corrillo delante del número 18 de la calle de Martorell, en Sant Adrià de Besòs, con varios vecinos suyos. Es la una de la tarde y no ha podido ni siquiera vestirse. Se levantó de madrugada, muy pronto, poco antes de las tres, fruto del ruido, los gritos y las llamas que corrían por la escalera de su edificio. “Salí y vi el fuego y el humo”, recuerda Manuel, con los ojos hinchados tras las gafas. No muy lejos de él, otra mujer agarra fuerte una manta blanca con la que se tapa. Arrancada de la cama, está cansada y sin ganas de hablar del tema.

Un incendio originado en el 3º 3ª, provocó unas llamas inmensas. Calcinó ese piso, y debido al “efecto chimenea”, el fuego se extendió hasta el séptimo, que fue pasto también de las llamas, según fuentes de Bomberos. El resultado fue dos personas muertas: una anciana de 89 años del 6º 1º y un hombre del 7º 3º, de 73.

El incendio ardió durante más de tres horas, en un edificio de siete plantas, con cuatro vecinos por rellano. Cuando se inició el fuego, personas como Ismael, que vive en la primera planta, pudieron bajar inmediatamente a la calle. Pero los que viven a partir del tercer piso, se vieron obligados a quedarse dentro de sus pisos, porque el fuego y el humo corría también por la escalera del edificio. A las tres de la madrugada, los balcones de ese inmueble estaban llenos de personas, algunas desesperadas, que no podían salir.

Y los Bomberos de la Generalitat tampoco pudieron desalojarlas. El bloque de viviendas está en una especie de zona ajardinada, con bancos y pilonas que impiden el paso de los vehículos. Los bomberos utilizan unas escaleras que están en los camiones, que no pudieron emplear precisamente por esa falta de accesibilidad, según esas mismas fuentes del cuerpo. Algunos vecinos pasaron encerrados en sus casas varias horas, hasta que a las 6.00 pudieron salir.

Tomás Rueda, de 52 años, fue uno de ellos. Como la mayoría de vecinos del edificio, dormía plácidamente... “Escuché el ruido de las baldosas explotando”, explica, en el Centre Municipal d’Entitats, que se habilitó justo cuando empezó el fuego, para acoger a los vecinos. Al salir al rellano, vio mucho humo y decidió coger unas toallas, y mojarlas, para que no entrase en su casa.

Él reside en el 3º 4ª junto a su mujer y su hijo de 23 años, justo al lado de María Ch., de 76 años, que vive en el 3º 3ª, donde se inició el fuego. La mujer, según los vecinos y los bomberos, acumulaba en su casa toneladas de desperdicios porque sufre el síndrome de diógenes.

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Cuando Tomás ya había puesto algunas de esas toallas para evitar que el humo penetrase en su casa, oyó unos gritos en el rellano. “Allí estaba María, chillando”, recuerda, él sí, vestido con ropa de calle. Metieron a la mujer a su piso. “Tenía quemaduras en la cara, en la mano...”, explica el hombre, preocupado por su salud de su vecina. Este viernes en el barrio corrió el rumor de que había fallecido, pero no es cierto. Al cierre de esta edición, la víctima seguía ingresada, en estado grave, en el hospital de la Vall d’Hebron.

Mientras las llamas seguían en el edificio, muchos de los vecinos perdieron la noción del tiempo. “Ya no sé cuánto pasó hasta que llegaron los bomberos”, cuenta Pedro, que está en los corrillos también frente a la vivienda. El pijama sobresale de la chaqueta negra que lleva una mujer, que espera sentada en una silla. “Muchas horas llevo aquí, pero no sé ni cuántas”, se queja. No quiere dar ni su nombre, ni seguir hablando. Está agotada por lo sucedido. El Sistema de Emergencias Médicas (SEM) atendió a 23 personas por inhalación de humo y cuatro fueron trasladadas a hospitales.

Los Bomberos investigan cuáles fueron las causas del origen del siniestro. Aunque no hay duda de que empezó en el piso de María, y que el estado del mismo, repleto de todo tipo de desperdicios, no ayudó porque fue material combustible. La mujer, según diversos vecinos, tiene dos hijos. “No pueden con ella, y cuando han intentado llevarla a algún sitio, se ha negado”, contaron. Incluso la comunidad de vecinos ha abordado en más de una ocasión las pésimas condiciones del piso y el peligro que suponía para todos. “Pero al final no nos pusimos de acuerdo para denunciarlo al Ayuntamiento”, admite Tomás.

Las dos víctimas mortales vivían justo por encima del tercer piso. Manuel P. M., de 73 años, residía solo en el séptimo primera. Los Bomberos le encontraron muerto, asfixiado por la inhalación de dióxido de carbono. El piso, además, estaba calcinado.

El caso de Carmen E. E., de 89 años, es si cabe aún más dramático. La mujer vivía sola en el sexto primera, donde permaneció sin poder escapar. Pero su hija vivía justo en el piso de abajo pero tampoco pudo en ese momento hacer nada para ayudarla. Las primeras hipótesis que corrieron entre los vecinos sostenían que la mujer había muerto de un paro cardiaco, pero posteriormente, con la juez ya en la escena de la tragedia, pudieron comprobar que aparentemente murió asfixiada por la inhalación de humo. Otro de sus hijos tiene además un restaurante justo al lado del edificio, el bar Can Bernad.

“Hemos pasado nervios, miedo y frío”, recalcaba una mujer, aún en la puerta del edificio, acordonado y al que no se podía entrar. “El Ayuntamiento tiene que cambiar urgentemente el mobiliario urbano para que los camiones puedan pasar”, pedía preocupado Josep Lluis Marín, de 65 años, vecino justo del edificio contiguo al afectado por el fuego.

A ellos también les desalojaron por las llamas. En un primer momento, más de 200 personas se vieron de madrugada, fuera de sus casas. Asistían, perplejas, a las llamaradas que salían del tercero y que han dejado toda la fachada calcinada y de color negro. En ese mismo momento, el Centre Municipal d’Entitats, justo al otro lado de la calle, abrió las puertas para darles asistencia. Hasta allí se desplazaron sanitarios y también psicólogos.

A la una y media de la tarde, salía de la instalación un cálido olor a lentejas. “Hay caldo”, repetía una mujer, a los vecinos. Fuera de sus casas quedaba un centenar. “No se podrá entrar ni el sábado ni el domingo”, repetía una de las organizadoras. La estructura del inmueble está bien, pero el fuego destrozó la escalera y devoró las puertas de los pisos. Además, no hay ni un solo suministro que haya salido indemne. “Habrá que hacer obras mayores”, contaban fuentes de Bomberos. A pesar de todo, los vecinos asumían la situación con resignación. Muchos tenían ya sitio con familiares; para el resto, el Ayuntamiento preparaba un lugar donde alojarles.

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