ROCK | The Statesboro Revue

Aprendiendo de los viejos vinilos

El cuarteto de Austin debuta en Madrid con un estilo enraizado en los clásicos sureños

Habrá en Estados Unidos un centenar de bandas con coordenadas y solvencia similares a las de Statesboro Revue. No se entienda como demérito y prestemos atención a lo relevante: son francamente buenos. Apenas 60 personas podrán hoy presumir en Facebook de que asistieron anoche en la Wurlitzer al debut madrileño de este cuarteto afincado, muy apropiadamente, en Austin. El rato que nos proporcionaron fue lo bastante gozoso como para confiar en futuras reincidencias. Tienen pegada y, pese a su deliciosa juventud, han aprendido escuchando toneladas de viejos vinilos. También cuidan el estilismo: me...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Habrá en Estados Unidos un centenar de bandas con coordenadas y solvencia similares a las de Statesboro Revue. No se entienda como demérito y prestemos atención a lo relevante: son francamente buenos. Apenas 60 personas podrán hoy presumir en Facebook de que asistieron anoche en la Wurlitzer al debut madrileño de este cuarteto afincado, muy apropiadamente, en Austin. El rato que nos proporcionaron fue lo bastante gozoso como para confiar en futuras reincidencias. Tienen pegada y, pese a su deliciosa juventud, han aprendido escuchando toneladas de viejos vinilos. También cuidan el estilismo: medias melenitas, zapatos de piel de lagarto, alguna camisa a cuadros y ocasionales sombreros para los más presumidos.

Stewart Mann (flequillo lacio, bigotito mexicano, castellano rudimentario y la armónica siempre presta a emerger del bolsillo) ejerce el mando y canta en un registro que podríamos confundir con John Fogerty. Acaso le falte una pizca de profundidad, como si su garganta todavía no hubiera sido lo bastante arañada por el polvo del camino, pero la estupenda guitarra de su hermano, Garrett, aporta adicional hondura. Aprendices avezados del rock con raíces, ese en el que las segundas voces afloran en cascada, no es difícil pronosticar que se conocen hasta la última rareza de The Band. Por si quedase alguna duda, una versión de Ophelia cae al cuarto de hora.

Entre sus intereses, nada que haya

El repertorio propio es afortunado, como Another day in Rome, Fade my shake of black o Isabella (que parece birlada a Black Crowes). Cuando prende la confianza, Stewart anima a que el público ruja y eleve sus birras en un brindis colectivo. Hay blues eléctrico, el eterno ascendente sureño de Allman Brothers, la pisada decidida de aquellos primeros discos de Doobie Brothers. Nada que se acerque ni de lejos al siglo XXI, ni falta que hace. Al final suena Jumping Jack flash: por si no había quedado lo bastante claro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En