ROCK | Glasvegas

Oscuridad controlada

El cuarteto de Glasgow viste de negro y canta cosas tristes, pero también sabe apreciar las melodías épicas

Un momento del concierto en la Sala Arena.F. N.

Los tres chicos y la chica lucen negro riguroso y ella incluso refrenda el dress code con unas gafas de sol, pero Glasvegas gestionan una oscuridad controlada, una negritud dentro de un orden. Aunque los de Glasgow no crean en la vida como una sucesión de episodios venturosos, son capaces de transmitir vitalidad pura (Young blood) y encontrar del todo compatibles las tormentas de electricidad guitarrera con los himnos melódicos (Cheating heart, Euphoria, Go square go).

A los escoceses les acaba delatando la genética: podrían resultar tenebros...

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Los tres chicos y la chica lucen negro riguroso y ella incluso refrenda el dress code con unas gafas de sol, pero Glasvegas gestionan una oscuridad controlada, una negritud dentro de un orden. Aunque los de Glasgow no crean en la vida como una sucesión de episodios venturosos, son capaces de transmitir vitalidad pura (Young blood) y encontrar del todo compatibles las tormentas de electricidad guitarrera con los himnos melódicos (Cheating heart, Euphoria, Go square go).

A los escoceses les acaba delatando la genética: podrían resultar tenebrosos como The Horrors (otros señores enlutados), pero bajo su fiereza late un corazón lejanamente celta, con esas baterías marciales o los riffs cantarines de unos Big Country (If, la hermosa balada dramática Secret truth). No había mucha gente anoche en la Sala Arena para ver a James Allan, quizás porque su reciente tercer álbum aún no haya cuajado, pero el cuarteto regaló buenos ratos de rock emotivo y un sonido compacto, poderoso, edificante. Un balance alentador.

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