PUNK | Bass Drum of Death

Exhibición de fuerza bruta

Los seguiodres de Bass Drum of Death están preparados para el envite

A Bass Drum of Death todavía se les conoce poco por estos pagos, pero sus seguidores más doctos llegaban anoche a El Sol preparados para el envite. “Son muy buenos, pero conviene tener esto a mano”, confiaba una chica mientras extraía de los vaqueros un par de tapones para los oídos. Sin alcanzar los infernales extremos de Swans en aquella noche invernal del Matadero, las protecciones acolchadas no habrían estado de más en el sótano de la calle Jardines. Porque el trío que lidera John Barrett acaso suelte el pie del acelerador en algún fugaz pasaje, pero ni por asomo contempla rebajar los deci...

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A Bass Drum of Death todavía se les conoce poco por estos pagos, pero sus seguidores más doctos llegaban anoche a El Sol preparados para el envite. “Son muy buenos, pero conviene tener esto a mano”, confiaba una chica mientras extraía de los vaqueros un par de tapones para los oídos. Sin alcanzar los infernales extremos de Swans en aquella noche invernal del Matadero, las protecciones acolchadas no habrían estado de más en el sótano de la calle Jardines. Porque el trío que lidera John Barrett acaso suelte el pie del acelerador en algún fugaz pasaje, pero ni por asomo contempla rebajar los decibelios.

La banda de Misisipi no oculta sus cartas desde la misma alineación, ya que Barrett prescinde de bajista con tal de disponer de una segunda guitarra eléctrica; como Jon Spencer Blues Explosion, salvando las distancias. Lo suyo es un expeditivo punk-rock garajero para poner tan a prueba los tímpanos del respetable (media entrada de público curioso y receptivo) como los bíceps de su batería, obligado a una salvaje y permanente exhibición de fuerza bruta. Puede que los chicos hayan escuchado a White Stripes, pero, en términos relativos, Jack White se les antoja un tierno baladista.

La referencia de Black Lips puede resultar más atinada para estos emisarios del ruidismo con unas gotas de blues, como en el caso de la algo más sosegada Faces of the wind. John esconde el rostro tras unas greñas impenetrables, masculla las palabras con la chulería de los Ramones y dirime los combates en dos minutos mejor que en tres. La eterna deuda con Nirvana es perceptible en No demons, aunque por lo general los Death prefieran resultar más expeditivos que agónicos. El arreón final, con Shattered me y Get found, es furibundo, pero en menos de una hora había acabado todo. Por prescripción médica, tal vez.

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