ROCK | Awolnation

Las leyes del contagio

Aunque Andrew Grooves tiene pinta modosa, no se confíen: es gritón y virtuoso

El despertador de los lunes duele como un puñal, pero tampoco nos volvamos melindres. Un público fervoroso, jovencísimo y cosmopolita (esos Erasmus ligones) aguantó anoche hasta las once en la abarrotada Moby Dick para saludar a Awolnation, banda angelina con la que brincar resulta casi obligatorio. Aaron Bruno puede tener aspecto de inofensivo líder ecologista, pero asombra constatar su dominio de todas las leyes por las que una canción se convierte en un artefacto contagioso. Guitarrazos como dentelladas, estribillos con oooh oooh tecladitos chisporroteantes, un bajista con buena ma...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El despertador de los lunes duele como un puñal, pero tampoco nos volvamos melindres. Un público fervoroso, jovencísimo y cosmopolita (esos Erasmus ligones) aguantó anoche hasta las once en la abarrotada Moby Dick para saludar a Awolnation, banda angelina con la que brincar resulta casi obligatorio. Aaron Bruno puede tener aspecto de inofensivo líder ecologista, pero asombra constatar su dominio de todas las leyes por las que una canción se convierte en un artefacto contagioso. Guitarrazos como dentelladas, estribillos con oooh oooh tecladitos chisporroteantes, un bajista con buena mano derecha, esos latigazos de electrónica pregrabada. ¡Y hasta algún coro en falsete! El quinteto se despachó a gusto en una sala tan encantadora como recoleta; que a nadie le sorprenda reencontrárselos en algún festival multitudinario.

Bruno es hombre de tez pálida, pero no tardó en enrojecer de pura excitación mientras amenazaba con desplomarse sobre el público. Algunos temas (Not your fault) resultan adictivos y casi todos invitan a bailar con un brazo en alto y estrujar con el otro el cuello de algún colega. Incluso hay algún medio tiempo, como All I need, con el que resucita el Prince más irresistible. Awolnation ofrecen sudor, pero ni rastro de lágrimas.

Los prolegómenos no fueron menos espídicos. Itch se erigió en animador fantástico y vocinglero con su mezcla de hip hop, ska y hardcore: chocó la mano uno por uno a los espectadores, regaló descargas de su EP (“esta mierda es gratis"), se batió a duelo con su corista de melena verde selenita y terminó rapeando sobre la barra del bar. Mejor aún resultó descubrir a los británicos Arcane Roots, trío de metal melódico ante los que, comparativamente, Nirvana suenan a folclor infantil. Aunque Andrew Grooves tiene pinta modosa y suele arrancar suave, no se confíen: es gritón y virtuoso con las dos manos sobre el mástil.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En