HORROR EN PILAS

Dudas pendientes tras el horror de Pilas

Los psiquiatras estudian si la acusada era consciente de la muerte de sus bebés

La presunta infanticida, a la llegada a su casa para un registro policial. PACO PUENTES

Horror. Desconcierto. Incredulidad. El vértigo de dos bebés muertos y ocultos en sendos congeladores ha golpeado las crónicas de esta semana. Tras los hallazgos, al rastreo de posibles nuevas víctimas escondidas en Pilas (Sevilla), se ha sumado la búsqueda de respuestas que expliquen tanta crueldad ¿Por qué actuó así la madre de los recién nacidos?

“No me acuerdo. No me acuerdo. No enti...

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Horror. Desconcierto. Incredulidad. El vértigo de dos bebés muertos y ocultos en sendos congeladores ha golpeado las crónicas de esta semana. Tras los hallazgos, al rastreo de posibles nuevas víctimas escondidas en Pilas (Sevilla), se ha sumado la búsqueda de respuestas que expliquen tanta crueldad ¿Por qué actuó así la madre de los recién nacidos?

“No me acuerdo. No me acuerdo. No entiendo nada”, repetía Sara L. H. al juez sobre el hallazgo del segundo bebé que encontró su marido. Las personas que presenciaron la declaración judicial destacan su insistencia, pero ni una respuesta clave que aclare el segundo crimen, oculto hasta el pasado martes. “Está como ida, como en otra realidad”, matizan estas fuentes. Su esposo estaba de limpieza cuando abrió un arcón congelador. Y se repitió la sórdida escena ya vivida dos semanas antes: una bolsa de plástico con un recién nacido congelado, restos de sangre y su placenta. Los dos bebés habían nacidos vivos y murieron a las pocas horas, según han revelado las autopsias.

La mujer, acusada de asesinato con alevosía, que sí había reconocido ser madre del primer bebé, dio a luz a una niña el pasado viernes tras ser trasladada al hospital desde la cárcel. La presión y los interrogatorios aceleraron el parto sin haber cumplido los ocho meses de gestación. El juez había ordenado que el bebé le fuera entregado al marido dados los infanticidios previos.

Los hechos se asemejan a una espiral que mezcla muerte y nacimiento alrededor de una pareja con una hija de 14 años y un hijo de 11. Las pesquisas han revelado que la mujer ocultó a su pareja tres gestaciones y todo apunta a que la recién nacida podía haber sufrido el trágico destino de sus hermanos de no haber saltado el caso.

Los dos bebés habían nacido vivos y murieron a las pocas horas

¿Tiene explicación este drama? La principal duda es si la mujer, de 34 años, sufre una enfermedad mental y por tanto no era consciente de que cometía un crimen. Y para despejarla es necesario que concluya el informe psiquiátrico sobre ella. A la espera de diagnóstico, las preguntas se acumulan.

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Hasta que los agentes la detuvieron, Sara acudía cada día a una residencia de ancianos del Aljarafe sevillano para realizar unas prácticas de auxiliar. Allí se familiarizó con las grúas para movilizar a los mayores y con tareas como los cambios posturales o de pañales. En el día a día nunca despertó sospechas. “Normal, completamente normal”, relata uno de sus jefes en la residencia.

Había cursado el bachiller, y poco después se casó con su marido, Francisco Antonio, albañil ahora desempleado, para a continuación dedicarse a cuidar de su familia. En los últimos años había trabajado en un supermercado durante un verano en Matalascañas (Huelva). Allí solía acudir la familia para pasar las vacaciones.

En todos los registros la mujer ha mantenido un completo silencio

La acusada tiene un carácter muy reservado y su principal apoyo ha sido una de sus dos hermanas, especialmente tras la muerte de su padre, hace tres años. “Ni amigas ni nada de nada. No tenía vida social. Hablaba lo imprescindible”. Los vecinos resaltan su introversión y los evidentes problemas de convivencia de la pareja. “Había que pisarle los pies para que te hablara”, ironiza un vecino que pide el anonimato. Ella declaró ante el juez que su marido le infundía “miedo” y la relación de pareja que describió evoca cierta “sumisión”, señalan fuentes del caso, aunque descartan episodios de violencia doméstica.

Sara abandonaba su casa para llevar los niños al colegio, hacer la compra y no pisaba los bares y cafeterías. Solo se relacionaba con su hermana, y los vecinos no le conocían amigos. “Nosotros solo la veíamos en bodas y comuniones”, confía un familiar de su marido, que solo ha declarado estar “destrozado”.

El abogado de la mujer, Manuel Caballero, pide prudencia: “Hay que ser muy cautos. No hay que sacar conclusiones precipitadas sobre lo que piensa. Es una personalidad complicada. Hay que esperar los informes y según estos, determinar una cosa u otra”.

La instrucción da credibilidad al testimonio del marido, que por dos veces dio la voz de alarma y avisó a un familiar para que llamara a la policía local. El cónyuge insiste en que Sara le ocultó los tres embarazos, el último de los cuales solo trascendió tras los análisis médicos practicados en la prisión de mujeres de Alcalá.

Ahora, la investigación, bajo secreto de sumario, debe aclarar cómo pudo Sara ocultar a su marido los tres embarazos, a pesar de que vivían en la misma casa. Pero es revelador cómo el juez, la fiscal y el secretario judicial no se percataron de su gestación de siete meses durante su primera declaración judicial. Nadie se dio cuenta de su estado, lo cual ayuda a entender que también podría haber pasado desapercibido para el marido.

La Guardia Civil no registró la casa hasta que no apareció el segundo niño. “Nunca te esperas que aparezcan más bebés”, alegan fuentes de la investigación. Sin embargo, otras fuentes policiales discrepan: “El registro domiciliario a fondo es una de las diligencias habituales en cualquier investigación”.

En cualquier caso, el crimen ha despertado el morbo y los vecinos se han agolpado en torno a los agentes para increpar a la acusada. Estos días, unos niños de ocho años sentados sobre los capós de los coches gritaban “asesina” mientras reían y peleaban por ganar tiro de cámara. En todos los registros policiales, Sara ha mantenido un completo silencio.

Las claves de un infanticidio

El crimen de Pilas tienen precedentes tan descarnados como el de los nueve bebés hallados en las macetas de una casa de Alemania, cuya madre resultó condenada a 15 años de cárcel. O casos más recientes, como el de José Bretón, detenido tras la desaparición de sus hijos Ruth y José en Córdoba.

El informe sobre la salud mental de la madre de Pilas debe determinar no solo si existe trastorno mental, sino en qué grado le influyó para comprender que cometía un delito. Es decir, la capacidad volitiva y cognitiva para entender que tras, dar a luz, arrebató la vida al bebé.

“Es probable que la acusada tenga alguna alteración de la personalidad, que incluya una frialdad emocional y una tendencia hacia el pensamiento operativo al margen de sentimientos de empatía y de vínculos afectivos normales”, opina el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Forense, Leopoldo Ortega-Monasterio. “Estas alteraciones perversas y aberrantes de la personalidad no son enfermedades mentales, sino modalidades caracteriales en las que los sujetos son responsables de sus acciones. Son formas de psicopatía que no implican ausencia de responsabilidad”, añade.

Los expertos denominan neonaticidio a estos crímenes de recién nacidos. Hay cinco causas comunes que pueden llevar a las madres a cometerlo. La denominada altruista, dado que piensan que dejarían un futuro negro a sus hijos y no quieren que sufran; la psicótica, vinculada a veces a la depresión postparto; por antecedentes de maltrato infantil; por causa de un hijo no deseado; o de venganza marital, ya que sospechan que el marido puede abusar del bebé. “Hay que evaluar el testimonio y entrevistar a los familiares hasta que todo cuadre”, explica la psiquiatra forense Leticia Muñoz.

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