críica | folk

Canciones de luces largas

Micah P. Hinson contraviene todas las normas académicas frente a su micrófono de 'crooner'

“Me llamo Micah P. Hinson y vengo de un pueblo de Texas, Abilene. Podéis hacer fotos, pero no uséis el puto flash”. El susodicho tiene tan afianzado su personaje (suponiendo que no sea vivo retrato de sí mismo) que escupe un titular en cuanto abre la boca. Y sin abrirla: basta con verificar su cuidado desaliño, ese pañuelo desmedido que le cuelga del bolsillo trasero, el chaleco corto, las gafotas de pasta. O esa manera de colocarse la guitarra, justo debajo de la barbilla. Tal es el pintoresco trovador que casi llena la Joy Eslava en un lunes de noviembre, que logra cerrar once fechas de gira...

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“Me llamo Micah P. Hinson y vengo de un pueblo de Texas, Abilene. Podéis hacer fotos, pero no uséis el puto flash”. El susodicho tiene tan afianzado su personaje (suponiendo que no sea vivo retrato de sí mismo) que escupe un titular en cuanto abre la boca. Y sin abrirla: basta con verificar su cuidado desaliño, ese pañuelo desmedido que le cuelga del bolsillo trasero, el chaleco corto, las gafotas de pasta. O esa manera de colocarse la guitarra, justo debajo de la barbilla. Tal es el pintoresco trovador que casi llena la Joy Eslava en un lunes de noviembre, que logra cerrar once fechas de gira por España, que obtiene un silencio sobrecogido incluso cuando el argumento principal de estos conciertos es The lonesome, disco de rarezas y descartes.

Hinson contraviene todas las normas académicas frente a su añejo micrófono de crooner. Exhibe una voz arrugada y de amplia tesitura, pero desafina, en puridad, tanto en la parte más grave como en la aguda. Lo curioso es que con ello obtiene resultados emocionantes, al borde mismo del quebranto. Suena a Johnny Cash empapado en bourbon; a un Kurt Wagner, de Lambchop, mucho más dolorido (aún) que el original.

Es conocida la biografía pendenciera de este hombre, adicto a vicios varios y precoz morador carcelario. Pero el mejor certificado de bicho raro lo constituyen sus propias composiciones, que evocan caminos desolados incluso en su concepción. A menudo arrancan como un eco lejano y van acercándose hasta que, ya a nuestra altura, nos deslumbran. Son canciones de luces largas y mensaje para la congoja: la vida da para lo que da, llega hasta donde llega. La compañía de los espléndidos Timber Timbre realzó un repertorio con Close your eyes como piedra angular, interpretada con un silencio contrito y una emoción al borde de la llantina.

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