Poniendo en común la memoria

Dos espectáculos de aliento trágico, cosidos con puntada certera y servidos con agudo sentido del humor por el joven autor chileno Guillermo Calderón. En Villa, que abre el programa, tres mujeres de 33 años (la edad de sus hipnóticas intérpretes), dilucidan que hacer con las ruinas de Villa Grimaldi, donde la Dirección Nacional de Inteligencia del general Pinochet torturó y liquidó a parte de sus enemigos políticos. Una de ellas, defiende la reconstrucción fidedigna “no solo de la casa solariega, sino del jardín de las rosas, del olorcito terrible, del grito, las cadenas, los motores ...

Dos espectáculos de aliento trágico, cosidos con puntada certera y servidos con agudo sentido del humor por el joven autor chileno Guillermo Calderón. En Villa, que abre el programa, tres mujeres de 33 años (la edad de sus hipnóticas intérpretes), dilucidan que hacer con las ruinas de Villa Grimaldi, donde la Dirección Nacional de Inteligencia del general Pinochet torturó y liquidó a parte de sus enemigos políticos. Una de ellas, defiende la reconstrucción fidedigna “no solo de la casa solariega, sino del jardín de las rosas, del olorcito terrible, del grito, las cadenas, los motores en la noche. Y al público le haría sentirse preso. Le haría esperar, le pediría sus nombres, separaría a las mujeres, lo haría sufrir. Y contrataría a algún superviviente para que fuera su guía al infierno”.

Otra, preferiría hacer un museo de la memoria “con estética concurso nacional de arquitectura”, contenidos “interesantes” y ordenadores mac que en un solo clic pongan al alcance del público testimonios grabados de las víctimas: “El arte le dará sentido a lo que pasó”, aventura. “Si lo reconstruimos, cuanto más se parezca al original, más falso quedará. Pero meter el horror en un museo implica embellecerlo y producir la falsa impresión de que esas cosas se están superando”, reflexiona la segunda. “Sería un museo de punto y final”, resume la tercera.

A través de este debate apasionado entre mujeres que, según se va desvelando, sufrieron en primera persona los horrores de Villa Grimaldi, su autor y director traza una crónica lúcida, divertida y dialéctica del doloroso proceso de reconstrucción de la memoria de la represión de la izquierda durante la dictadura. Interpretadas por Carla Romero, Alejandra Lewin y Macarena Zamudio, actrices a cual mejor, esas tres Alejandras (en alusión a ‘La Flaca Alejandra’, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria que colaboró con los servicios de seguridad del Estado tras ser torturada) sostienen la fuerza de la controversia a golpe de verdad, relatan lo inenarrable con hondo lirismo y se enredan en situaciones abiertamente cómicas sin rebajar la gravedad del asunto. Cuando una concluye: “Mejor que la Villa se quede tal cual está: así tomará peso el hecho de que vivimos en un camposanto, que todo el país está construido sobre una Villa”, pensamos en ese nuevo orden prefigurado en las reservas indias de Norteamérica del que Miguel Morey habla en Deseo de ser piel roja.

La pieza se cierra con una revelación sobre la identidad de sus protagonistas, y desemboca, tras ponerse cada actriz una chaqueta blanca cruzada por uno de los colores de la bandera chilena, en Discurso, obra en la que Calderón pone en boca de la ex presidenta Michelle Bachelet, detenida y torturada en Villa Grimaldi, el discurso auto confesional que le hubiera gustado oír de ella al concluir su mandato, alguno de cuyos contenidos serviría tal cual está para un discurso ficticio similar de nuestro último presidente socialista, de haber autor que lo escribiese. Un programa doble que deja huella.

VILLA + DISCURSO. Autor y director: Guillermo Calderón. Intérpretes: Francisca Lewin, Carla Romero y Macarena Zamudio. Diseño escénico: María Fernanda Varela. Teatro Valle-Inclán, sala Nieva. Del 25 al 28 de octubre.