Los valores del aprendizaje

El consciente trabajo de Frederic Olivieri en la Scuola di Ballo de la Scala se nota muchísimo

Madrid -

Una deliciosa y compacta función que permite ver la utilidad artística de una verdadera escuela de ballet en toda regla. Son estudiantes, no son bailarines hechos y consagrados, seguramente algunos de ellos llegarán a serlo algún día cercano. El consciente trabajo de Frederic Olivieri se nota muchísimo. Ha diversificado tanto la oferta como la idea de abrir el estudiantado a todos los estilos, a los modos contemporáneos, pero sin descuidar las maneras académicas, haciéndoles ver que allí, en ese rigor, está la pervivencia real del género.

Para quienes auguran la muerte del repertorio, e...

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Una deliciosa y compacta función que permite ver la utilidad artística de una verdadera escuela de ballet en toda regla. Son estudiantes, no son bailarines hechos y consagrados, seguramente algunos de ellos llegarán a serlo algún día cercano. El consciente trabajo de Frederic Olivieri se nota muchísimo. Ha diversificado tanto la oferta como la idea de abrir el estudiantado a todos los estilos, a los modos contemporáneos, pero sin descuidar las maneras académicas, haciéndoles ver que allí, en ese rigor, está la pervivencia real del género.

Para quienes auguran la muerte del repertorio, este Reino de las sombras es una lección ejemplar de lo que debe ser y hacia donde conducir tanto el aprendizaje como el talento nuevo.

Scuola di Ballo Accademia Teatro alla Scala

“Evening sons”: J. Kilian/A. Dvorak; “Gymnopédie”: R. Petit/E. Satie; “Larmes blanches: A. Preljocaj/Bach-Purcell-Barbaste; “La bayadera” (Reino de las sombras): M. Petipa/L. Minkus. Teatros del Canal. Hasta el 28 de octubre.

El programa lo abrió un claro ejemplo de buen ballet moderno. Kilian, siempre atento a sus raíces, explora ciertos elementos del folclore eslavo, los dosifica y estiliza a la vez que hace que las tres parejas evolucionen en una circularidad ejemplar.

Después, la pieza de Roland Petit demuestra su manera de ser francés hasta la médula: sofisticado, elegante y con esa distancia en la exposición del baile que le caracteriza. Su búsqueda formal de figuras propias no le aleja del ballet propiamente dicho, sino que llega a una modulación intensa del paso a dos o del solo masculino, de gran control y atendiendo nota a nota, como si en prosecución melódica estuviera parte de la razón misma de la danza.

Larmes blanches, hecha para bailarines clásicos en origen, viene muy bien a la plantilla milanesa, que luce su amplio espectro interpretativo.

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Cerró la noche el Reino de las sombras un acto demostrativo de la grandeza del ballet académico, de su vigencia, de su belleza imperecedera. Si a estos jóvenes se les enseña a bailar bien esto (que no es otra cosa que amar y respetar a la danza misma) probablemente se les prepara para la aventura de la vida profesional de una manera mejor.

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