Indigentes bajo techado regional

Inmigrantes rumanos sin hogar pernoctan en un lateral de la biblioteca Joaquín Leguina, en el distrito de Arganzuela

Seis parejas de inmigrantes rumanos pernoctan desde hace años en el acceso al Archivo regional de la Comunidad de Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

Todas las noches, como si se tratara de un ritual, un grupo de rumanos saca sus escasas pertenencias de un parque cercano y se aposta bajo la techumbre abierta de la biblioteca regional Joaquín Leguina, en el distrito madrileño de Arganzuela. Es el sitio que han encontrado desde hace años este grupo de mendigos para guarecerse del frío, el calor o la lluvia. Ellos ...

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Todas las noches, como si se tratara de un ritual, un grupo de rumanos saca sus escasas pertenencias de un parque cercano y se aposta bajo la techumbre abierta de la biblioteca regional Joaquín Leguina, en el distrito madrileño de Arganzuela. Es el sitio que han encontrado desde hace años este grupo de mendigos para guarecerse del frío, el calor o la lluvia. Ellos afirman que los vecinos ya les conocen y les bajan comida, pero la Consejería de Empleo, Turismo y Cultura asegura haber recibido numerosas quejas sobre ellos.

Alrededor de las nueve de la noche, el improvisado campamento ya ha quedado instalado en la confluencia de las calles del General Lacy y Ramírez de Prado. Las mantas y los edredones se colocan en fila para aislarse de la fría piedra y poder dormir. Justo a su vera, tres llamativas cámaras de seguridad (una de ellas, con infrarrojos) vigilan el edificio, que también alberga el Archivo Regional y una sala de exposiciones. Junto a ellos, aún queda algún carro de compra con los materiales recogidos en sus andanzas de las últimas horas.

Los indigentes aseguran que malviven de la chatarra que hay por el barrio y de las limosnas que piden en las puertas de las iglesias. “Mucha gente ya nos conoce y nos baja algo para comer, bocadillos, leche. También nos dan ropa”, explica Alí Ambí, de 37 años. Todos provienen de la ciudad rumana de Patromil. Allí trabajaban en la construcción, entre otras ocupaciones, pero se quedaron sin empleo y sin dinero y decidieron emigrar. Sus hijos se quedaron allí con sus abuelos. “Muchos días nos tenemos que conformar con dos o tres euros, que es lo que sacan las mujeres en las iglesias”, reconoce Ambí. El resto permanece tumbado en las mantas, sin entender casi la conversación, ya que apenas hablan castellano.

Para lavarse las manos tienen que utilizar una botella de agua. Algunas mujeres van descalzas; ellos lucen barba de tres y cuatro días. En ese recoveco de la antigua fábrica de cervezas El Águila permanecen hasta las ocho o las nueve de la mañana. A esa hora recogen sus pocos enseres y lo esconden en un parque cercano hasta la noche. Después salen a buscarse la vida por ahí.

Todo el inmueble está protegido por su valor histórico-artístico, al tratarse de unas obras de la expansión industrial de principios de siglo pasado. Comenzó a construirse entre los años 1900 y 1914, en lo que antes era el extrarradio de Madrid. El proyecto se encargó al arquitecto Eugenio Jiménez Corera, simpatizante del estilo neomudéjar. El ladrillo es el material básico, según explica el Gobierno regional en su página de Internet.

Un portavoz de la Consejería de Empleo, Turismo y Cultura mantiene una versión distinta sobre la relación de estos mendigos con los vecinos. Afirma que el Gobierno regional ha recibido muchas quejas de estos y que ya se han comunicado al Cuerpo Nacional de Policía y a la Policía Municipal. “También se ha avisado a los servicios de limpieza, para que adecenten la zona de vez en cuando y no se convierta en un foco de insalubridad”, explica el citado portavoz.

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La situación parece tener difícil solución porque los rumanos afirman que no quieren ir a un albergue, por lo que todo apunta a que se quedarán en la calle durante bastante tiempo.

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