Crítica

Contra el síndrome del debut insuperable

El escenario principal alcanzó su ebullición plena con los gomosos The Ting Tings

Si hay un trazo que viene definiendo el pop de lo que llevamos de siglo, ese es el corto recorrido de bandas que parecen dar todo de sí en debuts frescos y brillantes que carecen de una sucesión a la altura. La jornada más completa —en el plano internacional— del festival de Burriana obedeció fielmente a ese paradigma con cuatro emergentes platos fuertes que, bajo la sospecha del hype, dieron lo mejor de sí mismos en su primer disco.

En primer lugar, con el nervio de unos Clap Your Hands Say Yeah! que son más jugosos cuanto más se arriman al pop fracturado de aliento neoyorquin...

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Si hay un trazo que viene definiendo el pop de lo que llevamos de siglo, ese es el corto recorrido de bandas que parecen dar todo de sí en debuts frescos y brillantes que carecen de una sucesión a la altura. La jornada más completa —en el plano internacional— del festival de Burriana obedeció fielmente a ese paradigma con cuatro emergentes platos fuertes que, bajo la sospecha del hype, dieron lo mejor de sí mismos en su primer disco.

En primer lugar, con el nervio de unos Clap Your Hands Say Yeah! que son más jugosos cuanto más se arriman al pop fracturado de aliento neoyorquino (estirpe Talking Heads o The Feelies) de sus primeras canciones que a esos desarrollos experimentales a los que muchos otros sacan más partido. De menos a más, permutando capas de teclados por veloces rasgueos de guitarra y estribillos de batalla, acabaron convenciendo.

Arenal Sound

CLAP YOUR HANDS SAY YEAH!, THE TING TINGS, THE WOMBATS

Arenal Sound de Burriana

Tras cada poco concurrido entremés que servían bandas hispanas como Smile, Dirt Tracks o Layabouts en el menor escenario anexo, el escenario principal volvía a hervir. Y alcanzó su ebullición plena con los gomosos The Ting Tings, quienes tras reconocer no haber inventado nada con su debut (el título era inequívoco) ahora tienen la cara de saquear sin tapujos el legado de Beastie Boys, con un desparpajo que desarma. Tan deliciosamente banales como escénicamente contundentes, su concierto revalorizó el cariz festivo que cabe exigirle a un set en este entorno, en una hora y media tan disfrutable y pegajosa como zamparse un algodón de azúcar. Puede que sean los que crezcan con más naturalidad, porque ni se molestan en sacudirse su peterpanismo.

A su lado, lo de The Wombats tuvo cierto tono anticlimático. Porque, tras superar el acné punk pop de sus inicios, se han entregado a ese despersonalizado pseudo indie bailable que tanto predicamento tiene ahora en una maniobra que, a la hora de conjugar pasado y presente, no mezcla bien. Han perdido urgencia y eso se nota en un directo que, aparte de acabar aburriendo, luce un zafio sentido del humor que acaba por desmerecer la chispeante ironía británica de algunas de sus letras. El dúo germano de electro pop Digitalism, por su parte, ofició el fin de fiesta con todo el arsenal de efectivos ardides escénicos que tan bien han aprendido de sus referentes (Justice, Daft Punk, Simian Mobile Disco).

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