La gélida perfección

Katie Melua cumple en el Price con su impoluta solvencia académica pero no transmite la menor emoción al respetable

Cuentan sin parar las crónicas que Katie Melua es una de las artistas británicas más vendedoras de la última década, además de poseer una de las cuentas corrientes más saneadas del país. Todo tan cierto como que no solo emergen amywinehouses a orillas del Támesis. Marcada por un inconfundible marchamo de plató televisivo, Melua es una Céline Dion de exótica genealogía georgiana, una Susan Boyle en versión joven y guapa. No le fallan las denotaciones, sino las connotaciones: cantó toda la noche en el Price con impoluta solvencia académica, pero sin que una triste brizna de emoción nos ...

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Cuentan sin parar las crónicas que Katie Melua es una de las artistas británicas más vendedoras de la última década, además de poseer una de las cuentas corrientes más saneadas del país. Todo tan cierto como que no solo emergen amywinehouses a orillas del Támesis. Marcada por un inconfundible marchamo de plató televisivo, Melua es una Céline Dion de exótica genealogía georgiana, una Susan Boyle en versión joven y guapa. No le fallan las denotaciones, sino las connotaciones: cantó toda la noche en el Price con impoluta solvencia académica, pero sin que una triste brizna de emoción nos golpease en la cara.

El paralelismo con Dion es más inquietante cuando se anima con Crawling up a hill, una versión de John Mayall: en efecto, interpreta blues como si fuese la cantante en la orquesta del Titanic. El supuesto efecto viagra de My aphrodisiac is you constituye un jarro de agua fría y, en general, los arreglos son tan planos como el pecho de un varón, que diría el poeta. Entre los arpegios parroquiales (Walls of the world) y las azucaradas recetas para tortolillos (Call off the search), cualquier día terminará firmando sus discos como Katie Meliflua.

Asombra que con una voz tan poderosa, y en la planta circular de un circo, nuestra cándida diva no se desprenda ni un solo segundo de la red de seguridad. A su lado, Crystal Gayle (a la que recuerda en Cry of the lone wolf) o su admirada Eva Cassidy parecen paradigmas de la audacia. Solo intenta salirse del tiesto con Kozmic blues, aunque recrear a Janis Joplin con hechuras de mezzosoprano suene a ocurrencia. El resto es de una gélida perfección: canciones escritas para no molestar y que terminan haciéndose, precisamente, irritantes.

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