SOUL Jill Scott

La voz que todo lo eclipsa

Jill Scott, durante su actuación en los Veranos de la Villa.JUAN NAHARRO (Getty Images)

De entrada, unos minutos desconcertantes. El recital de Jill Scott se demoraba anoche sin motivo aparente en el Circo Price y los músicos parecían perdidos en la oscuridad. Pero en cuanto la cantante de Filadelfia asumió el centro del escenario, se hizo la luz: en sentido figurado y literal. No solo porque sus tacones rosas o ese ceñidísimo vestido a rayas naranjas ensombreciera al resto de la banda, sino porque Scott posee una de esas voces tan privilegiadas que cuesta contar las octavas de su tesitura. Y la saca a relucir desde el primer instante, con orgullo y jactancia, sabedora de la abru...

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De entrada, unos minutos desconcertantes. El recital de Jill Scott se demoraba anoche sin motivo aparente en el Circo Price y los músicos parecían perdidos en la oscuridad. Pero en cuanto la cantante de Filadelfia asumió el centro del escenario, se hizo la luz: en sentido figurado y literal. No solo porque sus tacones rosas o ese ceñidísimo vestido a rayas naranjas ensombreciera al resto de la banda, sino porque Scott posee una de esas voces tan privilegiadas que cuesta contar las octavas de su tesitura. Y la saca a relucir desde el primer instante, con orgullo y jactancia, sabedora de la abrumadora energía que transmite.

Volvió a ser jornada de aforo discreto en estos Veranos, con apenas 800 personas, pero la temperatura no tardó ni dos minutos en caldearse con soul efervescente y callejero. Scott dispone a su derecha a tres vocalistas masculinos que nos acercan —bailones, sandungueros, chuletas— a las aceras de los barrios. Un trompetista y un saxofonista (el único blanco de los nueve músicos) elevan desde la derecha el índice de abrasividad. Y ella se encarga de todo lo demás; también del humor y la picardía. Scott es animal de escenario, tiene madera de actriz y se marcó un par de monólogos tronchantes: el anuncio de Ball Fresh, un spray “con el que las pelotas de los tíos olerán frescas como un melocotón, y el discurso de una doctora africana que ilustraba sobre las diferencias entre “hacer el amor y un buen polvo”.

Durante hora y media se desplegaron todas las claves estilísticas de Scott: los pasajes recitados (Cross my mind), el aterciopelado philly soul de Is it the way, los estallidos eléctricos (Real thing) y, en general, la voluptuosidad (Slowly surely), la femineidad y el amor propio (Hate on me). La voz que todo lo eclipsa arrasó en Madrid como un huracán.

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