Dentro del suelo fugado

Mey-Ling Bisogno ofrece un baile necesario, con lagunas estructurales en el desarrollo del producto, pero lleno de inventiva y de energía

Madrid -
Representación del espectáculo Peep Box en el Ferrán Gómez.JESÚS ROBISCO

Viendo el trabajo en progresión de Mey-Ling Bisogno sigue teniendo sentido el formato de la que llamamos “danza alternativa”. Esta coreógrafa llegó a Madrid hace apenas  tres temporadas y ya ha estructurado un sólido grupo de fieles y entregados intérpretes que se ha adaptado a su lenguaje y a sus fuertes presiones físicas, a su ideario y a un trasunto de corte lírico, urbano, a veces rozando un teatro de respuesta rápida. Es notoria la importancia de que, por ejemplo, el Centro de Danza Canal la apoye con residencias o que se programe en esta muestra municipal. Es un baile necesario, con lagu...

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Viendo el trabajo en progresión de Mey-Ling Bisogno sigue teniendo sentido el formato de la que llamamos “danza alternativa”. Esta coreógrafa llegó a Madrid hace apenas  tres temporadas y ya ha estructurado un sólido grupo de fieles y entregados intérpretes que se ha adaptado a su lenguaje y a sus fuertes presiones físicas, a su ideario y a un trasunto de corte lírico, urbano, a veces rozando un teatro de respuesta rápida. Es notoria la importancia de que, por ejemplo, el Centro de Danza Canal la apoye con residencias o que se programe en esta muestra municipal. Es un baile necesario, con lagunas estructurales en el desarrollo del producto, pero lleno de inventiva y de energía.

Peep Box

Coreografía: Mey-Ling Bisogno; música: Martín Ghersa; luces: Paloma Parra; colaboradoras artísticas: Diana Bonilla y Juan Branca. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 16 de junio.

Empieza Peep box por disponer un escenario que, a la vez que recuerda la pantalla de un videojuego, también refiere a los grabados de danza del siglo XVII, con esas perspectivas y fugados en el suelo sobre el que aparecen los artistas en poses hieráticas. Esas líneas blancas se completan con un marco-cornisa de luz blanca que delimita la acción, como una frontera sobre la que se coquetea al equilibrio. Es una estancia virtual donde esos siete personajes anónimos en busca de identidad o referencias, debaten y ciclan, deambulan y ejercen tanteo de contrarios, con miradas que son reto, con intenciones que van de lo sensual al rechazo. De la abstracción ambiental se llega a la acción concreta; de la motivación a otra pregunta corporal.

Mey-Ling calza siempre a sus mujeres con pesadas botas de faena; puede ser una cuestión de estilo o también simbólica, de afianzarlas en esa tierra de nadie, en la relación siempre tirante del uno frente al grupo. Empieza una mujer sola; termina en sombras.

La articulación de los primeros 15 minutos se distiende, busca un clímax y acaso un lazo victimario, armando una progresión de caídas, lo que da al material coréutico complejidad rítmica y lo hace de difícil memorización; se hace evidente lo mucho que se ha trabajado este aspecto formal.

La base musical es intensa, agresiva por momentos, rock duro (guitarras eléctricas, batería, sintetizador) y estridente, para atemperarse y llenarse de presagios sonoros. Así da paso al dúo (lo mejor de la pieza) en un ángulo del suelo, especie de piedad profana y herida. El humor de contacto, la indumentaria civil, el final como una coral dispersa, todo apunta a que no encontraron una salida.

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