Barrios y cines de infancia

1. Estación de Atocha. Me gusta su jardín tropical lleno de tortugas que insultan nuestra pretensión de viajeros. Y me encantan las cabezas de bebé de Antonio López. A una ciudad la definen ciertos elementos caprichosos que caen en gracia a la gente, que se fotografía junto a ellos. En la película Madrid 1987 necesitaba uno de esos lavabos de los cuadros de Antonio López, que tanto hablan de nosotros.

2. Plaza de los cines Luna. En el barrio la llaman así, incluso cuando cerraron los cines. Ha sufrido reformas y cálculos, desde poner en mitad de los ban...

1. Estación de Atocha. Me gusta su jardín tropical lleno de tortugas que insultan nuestra pretensión de viajeros. Y me encantan las cabezas de bebé de Antonio López. A una ciudad la definen ciertos elementos caprichosos que caen en gracia a la gente, que se fotografía junto a ellos. En la película Madrid 1987 necesitaba uno de esos lavabos de los cuadros de Antonio López, que tanto hablan de nosotros.

2. Plaza de los cines Luna. En el barrio la llaman así, incluso cuando cerraron los cines. Ha sufrido reformas y cálculos, desde poner en mitad de los bancos públicos un hierro para que los mendigos no puedan tumbarse (idea de Álvarez del Manzano), hasta querer meter bajo la alfombra de granito a los sin casa y sin rumbo. Pero nada funciona, una ciudad es también la expresión a voces de la marginación en pleno centro.

3. Cine Europa. El bello cine de mi infancia en Estrecho, que fue checa en la guerra y hoy es tienda de saneamientos. El edificio permanece como sombra de un esplendor fuera de nuestro alcance. Su cierre se suma a los finales especulativos de todos los cines de cercanía en los barrios, al contrario de París, que distribuye por barriadas sus pantallas, con legislación idéntica a la de las farmacias y control sobre las grandes superficies. (Bravo Murillo, 150)

4. Plaza Dos de Mayo. Centro verdadero para nosotros, iba a un instituto pegado a la plaza y allí se respiraba libertad, peligro, agitación, fiesta y desencanto.

5. Pasaje subterráneo del Metro Banco de España. Es el lugar preferido para instalarse de muchos sin hogar. Sus cartones completan el nombre rutilante de la estación y la cercanía al Prado. Suele ser un buen termómetro de la situación económica y moral del país, mucho más fino y clarificador que los que proporcionan las agencias de calificación y las encuestas.

6. Mercado Maravillas. Un símbolo de la compra de cercanía. Me gusta visitar los mercados de cada ciudad, mucho más que los monumentos. Fue una lástima que cerrara el piso dedicado a productos ecológicos del mercado de Ventas, pero se notaba su origen calculador y forzado.

7. Plaza Conde de Barajas. Estaban los estudios de posproducción de Cinearte, una joya para la gente del oficio, podría ser un lugar rescatable que se convirtiera en la sala alternativa y bien gestionada que tanto se necesita para agitar la cartelera. En la plaza se rodaron cientos de películas y es un rincón precioso del mejor Madrid.

8. Patio del Colegio de los Salesianos de Estrecho. Una infancia feliz solo turbada por el sacerdote jefe de estudios que te atizaba en la cabeza con su manojo inmenso de llaves. Allí se formó el Quinto Regimiento en la guerra y asistí al primer rodaje de cine de mi vida en 1980. Se trataba de Y al tercer año resucitó... dirigida por el gran Rafael Gil, basada en el superventas de Vizcaíno Casas. Transmitía el espíritu nostálgico de esos años pregolpe de Estado.

9. Cine Doré y contornos. Sede de la Filmoteca con las calles de mejor perspectiva visual de la ciudad, rodeada de bares, cafés y restaurantes alérgicos a la franquicia y el diseño frío. La mejor presentación del Madrid real. (Santa Isabel, 3)

10. Parque Amós Acero en Vallecas. Allí está una premiada escultura en piedra obra de mi hermano fallecido Máximo llamada Geometría Natural. No tan abandonada y maltratada como su punta de flecha en Alcalá de Henares, es un orgullo que resida en el barrio más vivo y expresivo de Madrid.