OPINIÓN

Elecciones en Galicia. Acto I

Feijóo puede optar por debatir sobre la oposición o intentar ganarse una segunda oportunidad

El debate sobre el estado de la nación de esta semana constituye el primer acto de una campaña electoral gallega que se anticipa larga, dura y reñida. Aunque la intención original continúa siendo convocar comicios en octubre, puede que el desgaste y los augures aconsejen pasar bola y aguantar hasta el final de la legislatura, a ver si cambian los vientos contrarios y amaina la tormenta. No importa. La única diferencia afectará a la duración, sostenibilidad y soportabilidad de la precampaña. Haga lo que haga, Feijóo no puede bajarse. Sigue surfeando sobre la misma ola que le llevó a San Caetano...

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El debate sobre el estado de la nación de esta semana constituye el primer acto de una campaña electoral gallega que se anticipa larga, dura y reñida. Aunque la intención original continúa siendo convocar comicios en octubre, puede que el desgaste y los augures aconsejen pasar bola y aguantar hasta el final de la legislatura, a ver si cambian los vientos contrarios y amaina la tormenta. No importa. La única diferencia afectará a la duración, sostenibilidad y soportabilidad de la precampaña. Haga lo que haga, Feijóo no puede bajarse. Sigue surfeando sobre la misma ola que le llevó a San Caetano, solo que ahora ya ha llegado a la playa y ha empezado a retirarse la marea.

La Democracia Feijoniana carece de un balance de gestión potente para defender. Ni más empleo, ni más bienestar, ni más molinillos, ni más Cidade da Cultura convertida en faro de occidente, ni más sistema financiero galego y de los grandes expresos europeos. Solo austeridad, más austeridad y, cuando ya parecía que no, más austeridad. Y lo peor de todo, sin saber o explicar muy bien para qué.

Feijóo tiene ante sí dos opciones para este primer acto de precampaña. Ir a pasar la eliminatoria buscando convertirlo en un debate sobre el estado de la oposición, o intentar convencernos de cuánto merece una segunda oportunidad. Sin duda, la oposición ha puesto todo de su parte para facilitarle la primera opción.

El mensaje es sencillo. Puede que Feijóo sea un mal presidente. Pero la oposición aún resultaría peor. La rentabilidad a corto plazo de semejante táctica resulta obvia. Su tasa de retorno a largo plazo se antoja más discutible. Cuando la gente teme por su futuro laboral y económico, despacharles con una suerte de chascarrillos sobre quien ni gobierna ni firma el DOG que les lamina, suele cabrear más que consolar.

La segunda opción es la buena pero resulta la más exigente. La Democracia Feijoniana necesitaría un margen de autonomía frente al marianismo del que no dispone, un discurso que le falta y debería armar de manera convincente, y un gobierno de Messis y Xavis para el cual no tiene ni cantera, ni dinero para fichar. El debate ofrecerá también indicadores sobre si Feijóo sigue mostrándose como el presidente un tanto agobiado y abatido que encarna últimamente. O recupera el pulso de sus primeros tiempos.

El Vázquez socialista tiene ante sí su mejor oportunidad de lucimiento en tres años de calvario y penurias a través del desierto de la oposición. Tras derrotar a la supercoalición de superlíderes y a los presagios de los gurús más independientes de los mass media gallegos, Pachi Vazquez ya no comparece en el Hórreo como aquel líder que actuaba en comisión de servicios. Viene de de ganar su plaza por oposición. Algo tendrá que no pudieron con él.

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Cabe esperar que no incurra en el ingenuo error de enredarse en el hipotético debate sobre el estado de la oposición y que se centre en el estado de las cosas que le importan y afectan de verdad a la gente. Debería aprovechar el escenario y la atención mediática para armar un relato contundente y coherente de oposición y presentar ese discurso de gobierno solvente que le ha faltado o al menos ha quedado incompleto estos años.

Ya sabemos muchos que el gobierno de la Democracia Feijoniana es deficiente y la oposición no anda tan mal. Pero eso ya no basta. El problema de los socialistas ahora mismo no reside en el carisma o los candidatos. Más bien, se detecta en la coherencia y contundencia en su discurso.

El Vázquez nacionalista no está. Quien será candidato en las gallegas, Francisco Jorquera, tampoco. En circunstancias normales, tales ausencias deberían constituir una desventaja. Pero tal como anda el nacionalismo, casi suponen una bendición. Hasta que se despeje la polvareda levantada por la afición al melodrama y los superegos de una parte de sus élites, cuanto más bajo sea el perfil nacionalista, mejor; menos riesgos. Ana Pontón puede aportar al debate la frescura de su notable habilidad parlamentaria. Al ser la única que no se juega nada, puede salir a divertirse y jugar bonito. Atentos.

@antonlosada

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