OPINIÓN | ANTÓN LOSADA

Beiras siempre llama dos veces

Cómo es posible que la democracia interna y la regeneración devengan un imposible en el seno de una organización

Si antes se ruega que no disparen contra el BNG, antes abren fuego a discreción. De repente, aquella bonita y coqueta casa común del nacionalismo, esa que todos aspiraban a liderar entre loas y cantos a la bendita y sabia militancia que todo lo podía y todo lo sabía, ha degenerado en una lareira fría y desolada donde respirar equivale a un ataque de asma y el pluralismo se ha revirado en un sueño doloroso. En semejante viaje a ninguna parte, no podían faltar esas dosis de melodrama que tanto gustan en ciertos ambientes nacionalistas.

Ustedes se estarán preguntando qué ha pasado. Cómo es...

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Si antes se ruega que no disparen contra el BNG, antes abren fuego a discreción. De repente, aquella bonita y coqueta casa común del nacionalismo, esa que todos aspiraban a liderar entre loas y cantos a la bendita y sabia militancia que todo lo podía y todo lo sabía, ha degenerado en una lareira fría y desolada donde respirar equivale a un ataque de asma y el pluralismo se ha revirado en un sueño doloroso. En semejante viaje a ninguna parte, no podían faltar esas dosis de melodrama que tanto gustan en ciertos ambientes nacionalistas.

Ustedes se estarán preguntando qué ha pasado. Cómo es posible que la democracia interna y la regeneración devengan un imposible en el seno de una organización donde impera el paradigma asambleario, manda el principio “un militante, un voto” y los órganos de dirección se asignan por una regla proporcional directa.

La hipótesis más benigna nos llevaría a sostener que estamos ante un irresoluble conflicto ideológico. Como en otros tiempos, han colisionado dos proyectos alternativos, diferentes y en cierta medida excluyentes. El problema son las ideas. La imposibilidad de mantener el equilibrio entre un proyecto articulado para maximizar la utilidad de los militantes y otro ideado para maximizar el número de votantes. Los indicios apuntan poco en tal dirección. La ponencia política de la XIII Asemblea dobló en votos afirmativos a los negativos. No existe constancia de que se hubiera presentado alternativa alguna, ni en diagnóstico, ni en políticas. El anuncio de Beiras llamando a un proyecto nacionalista y de izquierdas, genera incluso más desconcierto. A no ser que se asuma que Francisco Jorquera y Guillerme Vázquez encarnan un proyecto españolista y de derechas.

La hipótesis menos benévola se inclinaría por explicar el cisma en términos de vulgar lucha por el poder. No cabría dejarse engañar por la cansina retorica sobre el pluralismo, la democracia interna y la leyenda rural sobre el poder terrible y omnímodo del “lado oscuro”, también conocido como la UPG. El problema de los que se van se resumiría en una idea vieja y ya conocida: no están ellos al mando. El problema de Beiras sería que no está Beiras. Es más, su problema sería que nunca quiso irse, ni nunca entendió, o aceptó, por qué debía dar el relevo a nada ni a nadie. Al liderazgo carismático siempre le ha costado entender esos detalles.

A Jorquera todo el daño de la escisión le viene de golpe. No sufrirá la gota malaya como Quintana

La evidencia apunta más en esta dirección. Si repasan la historia reciente, no es la primera vez, ni será la última. El problema nunca es Beiras. Siempre son los otros, que son el infierno, como dijo Sartre. Cuando su avance electoral se frenó, la culpa fue la gente. Luego fue de Quintana y la UPG. En la XII Asemblea fue Aymerich y ahora vuelve a ser de la UPG. A la vista del patrón, el candidato Jorquera incluso podría haber tenido suerte. Todo el daño de la escisión le ha venido de golpe. Ya no le podrá aplicar la estrategia de la gota malaya y el “me voy, no me voy”, como a Quintana y al bipartito.

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Vistas desde fuera, las peleas dinásticas nacionalistas deben de resultar tan ininteligibles e irrelevantes como un episodio de Lucha de Tronos. Lo que sostiene al BNG no son las pírricas aportaciones de sus minúsculas familias, sino el instinto de supervivencia de un país pequeño y periférico que sabe cuánto precisa de una fuerza nacionalista. Galicia necesita un BNG. Seguramente no este BNG. Pero es lo que hay y la gente lo prefiere vivo. No es que ahora resulte muy útil, pero podría llegar a funcionar algún día. Por eso mucha gente sigue votando a pesar de todo. Toda una generación de líderes y élites se han alimentado de esa voluntad de país. Como los vampiros en blanco y negro de las viejas películas, viven en la oscuridad, no se reflejan en los espejos y la luz de la renovación les mata, por eso la rehúyen siempre.

La gran ganadora del enésimo apropósito nacionalista volverá a ser la misma Democracia Feijoniana que ya se benefició de la campaña miserable y desleal que la UPG lanzó contra el bipartito, para no perder el control de un proyecto que se les escapaba de las manos. Porque al BNG todos lo prefieren antes muerto que con otro.

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