crítica | danza

Una miscelánea de agradecer

La compañía de Víctor Ullate representa una obra parcialmente satisfactoria, pero esperanzadora

Una escena de 'El arte de la danza'.ALEJANDRO QUEVEDO

La compañía de Víctor Ullate, asociada a la Comunidad de Madrid, ha acudido a su cita invernal en el Canal con una obra miscelánea de la que se sale parcialmente satisfecho, pero con bien fundadas esperanzas en el futuro del ballet español, no solamente en cuanto a cantera propia (pues la agrupación es ya hoy verdaderamente cosmopolita) sino hablando en perspectiva, algo que ya vivimos con emoción y orgullo cuando estrenó aquel programa de pasos a dos clásicos, algo que hoy nos suena lejano en el tiempo, pero que tiene su importancia. Ullate sigue siendo el maestro capital y la compañía es hoy...

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La compañía de Víctor Ullate, asociada a la Comunidad de Madrid, ha acudido a su cita invernal en el Canal con una obra miscelánea de la que se sale parcialmente satisfecho, pero con bien fundadas esperanzas en el futuro del ballet español, no solamente en cuanto a cantera propia (pues la agrupación es ya hoy verdaderamente cosmopolita) sino hablando en perspectiva, algo que ya vivimos con emoción y orgullo cuando estrenó aquel programa de pasos a dos clásicos, algo que hoy nos suena lejano en el tiempo, pero que tiene su importancia. Ullate sigue siendo el maestro capital y la compañía es hoy una plantilla dinámica, bien entrenada, que lo da todo.

El arte de la danza

Coreografía: Víctor Ullate y Eduardo Lao; música: F. Chopin, R. Wagner, G. Donizetti y otros; luces: Paco Azorín; Teatros del Canal (sala verde). Hasta el 19 de febrero.

La obra, sobre eficaces luces geométricas y un suelo ajedrezado, se desarrolla como un río de solos, dúos y combinaciones diversas. Abre una solución coral muy elevada sobre el concierto para piano y orquesta de Chopin (sección a profundizar como pieza única y sinfónica), y promete una altura que luego se rompe en algunos cameos poco elaborados o prescindibles. Está hecho con gracia el homenaje a las black tighs glamurosas de Zizi Jeanmaire y rechina la poca enjundia de dos sílfides desaprovechadas. El traje de Rita Hayworth necesita un forro.

Entre los que se pueden destacar está el cubano Yester Mullens (el maestro de ceremonia); la rusa Ksenia Abbazova y la francesa Sophie Cassegrain, ambas muy hechas y con tablas, seguras; los gemelos británicos Matthew y Oliver Edwardson, sencillamente deliciosos y precisos en su dúo concertante de claqué, el italiano Cristian Oliveri y el español Josué Ullate en un dúo lírico de amistad que es lo mejor de la velada y donde aflora la médula del mejor Ullate, sin otra pretensión que ofrecer un material coréutico honesto, una idea precisa con vectores de lenguaje que le son caros y propios, su herencia y su poso, donde sí está Béjart (acaso el de Ni flores ni coronas, la estela de algo que bailó muchísimo) pero sobre todo brilla su instinto.

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