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El futuro del flamenco estaba en la raíz: tres discos que amplían los límites del género

A sus 31 años, Alejandro Hurtado pone al día la tradición de la guitarra clásica, mientras que jóvenes cantaoras como Laura Vital y Laura Marchal actualizan los palos desde la sensibilidad del presente

Tras viajar al pasado con el repertorio de Ramón Montoya y Manolo de Huelva en Maestros del arte clásico (2022) y descubrirnos sus propias creaciones en Tamiz (2023), el guitarrista alicantino de San Vicente del Raspeig, Alejandro Hurtado (31 años), parece viajar en su tercera grabación, El primer llanto, a un territorio y un tiempo anterior, como si se propusiese la recuperación desde este siglo, de un discurso en gran pa...

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Tras viajar al pasado con el repertorio de Ramón Montoya y Manolo de Huelva en Maestros del arte clásico (2022) y descubrirnos sus propias creaciones en Tamiz (2023), el guitarrista alicantino de San Vicente del Raspeig, Alejandro Hurtado (31 años), parece viajar en su tercera grabación, El primer llanto, a un territorio y un tiempo anterior, como si se propusiese la recuperación desde este siglo, de un discurso en gran parte compartido y hasta retroalimentado a principios del anterior. Su origen levantino contribuye tal vez al propósito, pues esa es tierra de “una cultura guitarrística de referencia, tanto en el ámbito clásico como en el flamenco”, en afirmación del experto Norberto Torres en sus notas al trabajo. En ellas apunta, como ejemplos de lo anterior, a nombres tan señalados como los del clásico Francisco Tárrega, originario de Castellón, y del flamenco Miguel Borrull, de Valencia, que fueron “amigos íntimos con una admiración mutua, traducida en lo guitarrístico en un concepto, el de clásico flamenco”.

Tras la ruptura de ese vínculo, que Torres sitúa en la Guerra Civil, otros nombres —Ramón Montoya, Sabicas o Mario Escudero— habrían de sumarse a la consolidación y difusión de la guitarra flamenca de concierto, que encontrará momentos de esplendor en el último tercio del pasado siglo con Víctor Monge “Serranito”, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. En Hurtado, la disciplina cobra ahora el valor añadido de recuperar la huella de aquel antiguo entendimiento desde el presente y con sus propias composiciones. Un ejercicio nada arqueológico esta vez, que realiza con una aparente naturalidad, la que le otorga su reconocida capacidad y la nutrida formación en clásica y flamenco que atesora, y que culminó con la doble titulación en guitarra de ambas enseñanzas en el Conservatorio Superior de Córdoba. Por esa y otras razones, se ha referido su toque como neoclásico: no en vano su interpretación de la canónica rondeña del maestro Montoya es materia de estudio en algún conservatorio.

La anterior calificación se reafirmaría en el actual disco tan solo con la selección de los temas incluidos, en la que se encuentran piezas que van del ‘Impromptu’ inicial a los panaderos, la habanera, la petenera o la mazurca, entre otras. Con ellas, el guitarrista amplía el repertorio flamenco del instrumento, que es el género con el que se identifica y que revisita en estilos como la soleá, las bulerías, los tangos y una serrana. También encontramos unas sevillanas y la delicada nana final que da título a la grabación. En ella reina la pulcritud en la pulsación y una profusa exposición de los recursos y herramientas del instrumento, que se administran con gusto y gran equilibrio. El hecho de que Hurtado haya decidido doblarse en algunos de los temas, añadiendo segundas y terceras voces, añade una indudable riqueza armónica.

Otra forma de mirar al pasado desde el ahora, las encontraríamos en las grabaciones de la cantaora gaditana de Sanlúcar de Barrameda Laura Vital (45 años) y de la jienense de Alcalá la Real Laura Marchal (30 años). Antes del pasado verano, ambas coincidieron en publicar discos que han prolongado su vigencia con la presencia de ellas en eventos estivales y de este mismo otoño. Además de sus nombres de pila, las dos comparten una fuerte raíz familiar que determina afición y vocación y, en la actualidad, el ejercicio docente: la primera en el Conservatorio Profesional de Sevilla, donde conoció como estudiante a la segunda, hoy profesora en la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC). Sus obras tienen en común el recurso a la antigua tradición para personalizarla y traerla al presente a través de un repertorio muy variado de estilos cantaores que se tratan con manifiesta libertad formal.

El disco de la sanluqueña se titula Pura vida y, según ella, es un “puro impulso, grabado a golpes robados a la conciliación” y registrando cada cante “como si fuera el último”. Reparte así garra y entrega y, con la inquietud de la buena aficionada que es, visita una amplia diversidad de territorios, sean o no flamencos. Ha buscado estilos en desuso, como la serrana, o que no había hecho antes: los ritmos cubanos de Pepe de la Matrona, los jaleos extremeños, una rumba setentera con guiño a Las Grecas o los fandangos por soleá, que remata con el bello “Oscurita y en la cama” de María La Sabina. En su intención de destacar a la mujer como creadora, y no solo transmisora, también recuerda a Juana la del Revuelo por tangos. En una obra de madurez, hay también espacio para la creación personal, como ocurre con la taranta y con la media granaína. En esa misma línea creativa, regala un fado y una nana sobre la música de la ‘Gnossienne nº I’ de Éric Satie.

Laura Marchal piensa que “hay cosas antiguas de tanto valor que al reinterpretarlas en el presente cobran otra vida”. Así, la indagación en la raíz está en la base de su primera grabación, La semilla del encanto, verso de una antigua soleá. En los generosos 12 cortes del disco, aporta textos propios para cantes como la milonga, los tangos, el cuplé por bulerías o la granaína, tratada como un estándar e interpretada junto a trío de jazz, podría ser exponente de un cierto cosmopolitismo que —junto a la frescura— impregna la obra. Con la soleá, en cambio, juega con variantes antiguas (El Fillo o Frijones) para viajar en las bulerías a territorio jerezano, llevada por la guitarra de Juanito Campos. Luce Marchal una amplitud de registros que van del templado de la solea a la dulzura de la milonga, a la que adorna la guitarra de Víctor Franco. En el cuplé, con ecos de Adela La Chaqueta y La Paquera, exhibe un poderío que confirma exigiéndose en la aguda tesitura de los verdiales.

El primer llanto

Alejandro Hurtado
Autoeditado

Pura vida

Laura Vital
Autoeditado

La semilla del encanto

Laura Marchal
Autoeditado

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