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‘Freshwater’: Virginia Woolf también fue dramaturga

El espacio barcelonés La Fàbrica inicia su andadura con un montaje de la única comedia de la escritora, aupado por un equipo de lujo y unos intérpretes que lo dan todo

No se inaugura un teatro todos los días, y todavía menos con un texto de Virginia Woolf. El barcelonés barrio del Farró ha visto como al ya existente teatro de La Gleva se le ha sumado La Fàbrica, una nueva sala que ocupa la antigua fábrica Numax. El local tie...

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No se inaugura un teatro todos los días, y todavía menos con un texto de Virginia Woolf. El barcelonés barrio del Farró ha visto como al ya existente teatro de La Gleva se le ha sumado La Fàbrica, una nueva sala que ocupa la antigua fábrica Numax. El local tiene su pedigrí: la empresa y sus trabajadores fueron los protagonistas de una película documental de Joaquim Jordà y, años más tarde, de un espectáculo de Roger Bernat. Ahí es nada. Ahora se ha convertido en un teatro al que se accede por una puerta de garaje y una rampa (accesibilidad total), y el espectáculo inaugural ha sido Freshwater, la única comedia que escribió Virginia Woolf.

Estamos ante un equipo de lujo: la traducción y la dirección son de Albert Arribas, que firma la dramaturgia con Lluïsa Cunillé. En el reparto conviven actrices de la familia Arribas como Paula Blanco, Antònia Jaume o Marta Ossó con ilustres visitantes de la talla de Carles Martínez, Míriam Alamany o Pep Munné. Incluso Albert de la Torre, codirector del teatro, se reserva un pequeño papel. A modo de regalo, en las primeras funciones también apareció Mario Gas (as himself), amigo y vecino del barrio, en un prólogo que daba la bienvenida al público y celebraba la inauguración de la sala. Virginia Woolf escribió Freshwater casi como una broma, un divertimento para sus amigos: parodia amable de los artistas de la época victoriana, quizá como un reflejo de sus colegas del grupo de Bloomsbury. Un pintor, una fotógrafa, un poeta y una modelo se encuentran en la localidad de Freshwater, en la isla de Wight. Hablan, se aburren, discuten sobre arte y sueñan con viajar a la India, aprovechando que el colonialismo todavía está en boga. Hay una criada, por supuesto: Cristi Garbo está estupenda, servicial e impertérrita, y también su perrita Lala, que se roba la función cuando aparece.

La noche del estreno, La Fàbrica todavía conservaba testimonios de las reformas que se acaban de realizar (materiales apilados, plásticos, precariedad) por lo que todavía contrastan más la escenografía de Aurembiaix Montardit y el vestuario de Manuel Mateos, que juegan a la pièce bien faite, el telón pintado y el sombrero con flores. El vestido en cartón de la reina Victoria, diseño de la escenógrafa, será recordado por este humilde crítico durante toda su vida. Freshwater prefigura, en cierto modo, el teatro del absurdo que recorrería Europa durante la segunda mitad del siglo XX, y la aparente insubstancialidad de la trama es defendida por unos intérpretes que lo dan todo. Por suerte, un epílogo a modo de regalo final al público hace elevar la propuesta (y sus actrices) hasta niveles estratosféricos. Larga vida a La Fàbrica.

‘Freshwater (una comèdia)’. Texto: Virginia Woolf. Traducción y dirección: Albert Arribas. Reparto: Miriam Alamany, Paula Blanco, Albert de la Torre, Cristi Garbo, Antònia Jaume, Lala, Carles Martínez, Marta Ossó y Pep Munné. La Fàbrica, Barcelona. Hasta el 26 de octubre.

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