‘Conspiranoia’: ¿debemos entrometernos en las vidas de nuestros amigos?

Marc Angelet y Jordi Casanovas le pasan un test de estrés a un grupo de amigos de la infancia en la versión en castellano de esta comedia, donde se imponen el sereno magnetismo de Natalia Millán y la vis cómica de Juan Antonio Lumbreras

Una escena de 'Conspiranoia'.Nacho Peña

El título de esta comedia entretenida llama a engaño. En Conspiranoia, las teorías sobre la posibilidad inverosímil de que la Tierra sea plana como un disco olímpico lanzado al aire sirven de pretexto para hablar de la amistad, uno de los temas predilectos del teatro actual. ¿Hay que entrometerse en la vida de los amigos? ¿Qué lleva a las personas a fraguar un vínculo estrecho? ¿Qué pasa cuando este vínculo es puesto a prueba? Tales son las preguntas que Marc Angelet y Jordi Casanovas, coautores de ...

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El título de esta comedia entretenida llama a engaño. En Conspiranoia, las teorías sobre la posibilidad inverosímil de que la Tierra sea plana como un disco olímpico lanzado al aire sirven de pretexto para hablar de la amistad, uno de los temas predilectos del teatro actual. ¿Hay que entrometerse en la vida de los amigos? ¿Qué lleva a las personas a fraguar un vínculo estrecho? ¿Qué pasa cuando este vínculo es puesto a prueba? Tales son las preguntas que Marc Angelet y Jordi Casanovas, coautores de Conspiranoia, van dejando caer con desenfado a través del roce entre cuatro camaradas, que lo son desde que iban al colegio. Cabe decir que se trata también de una comedia conyugal, porque dos de sus protagonistas son pareja: Roberto, presentador y director de El Mundo Gira, magazine radiofónico de éxito, que está casado con Clara, ha citado a Álex, escritor, y Sonia, geóloga, para, entre los tres, hacer recapacitar a su esposa mediante una intervención psicosocial como las que, en los países anglosajones, suelen practicarse para ayudar a un ser querido a superar una adicción.

Clara, claro, no está nada de acuerdo con que su creencia de orden geodésico sea equiparable a la ludopatía o a la dependencia del alcohol, pero se toma con deportividad el reto que le plantean sus compañeros. Encarnada con extraordinaria elegancia y magnetismo por Natalia Millán, ella se enfrenta dialécticamente a sus dos bienintencionados camaradas y a su esposo, les toma el pulso rápido y consigue darle la vuelta a la situación. Es el primer giro de los varios que tiene esta función. Como en The intervention, opera prima de Clea DuVall, el cuarteto protagonista se ha reunido en un lugar vacacional, durante un fin de semana. Esta película de 2016, inspirada en Reencuentro (The Big Chill, 1983), un film de Lawrence Kasdan, parece haber inspirado a su vez a Angelet y Casanovas, aunque el tema del grupo de pares que se encierra para conversar a calzón quitado lo abordó ese mismo año Juan Carlos Mestre en una comedia (Polvorones, en el Teatro Lara) protagonizada por cuatro amigas que, al cabo de varias décadas de contacto, se dan perfecta cuenta de que ya no tienen nada que ver entre sí.

Al principio, el hecho de que Roberto solicite a sus dos amistades que se entrometan en la vida de su esposa resulta un tanto hollywoodiense, pero Casanovas y Angelet logran enmarcarlo en el contexto español con rapidez. Pronto, el público descubre que todos los personajes tienen una pedrada no menor que la de Clara. Sus cuatro intérpretes defienden el texto a capa y espada, incluso en los momentos donde más flojea. Luis Merlo tiene cierta tendencia a la sobreactuación en su papel de marido sobrepasado por las circunstancias, de fracasado hombre de éxito. Clara Sanchis modela con mano izquierda el esquemático papel de geóloga que pierde los nervios cada vez que su amiga terraplanista la contradice. Juan Antonio Lumbreras encarna a un personaje mucho más agradecido, del que saca petróleo sin esfuerzo. Tiene este actor una gracia ligera, natural, desacomplejada, pero también le ayuda en este caso el que la criatura a la que encarna, un escritor de autoficción muy amigo de tener relaciones íntimas con alumnos jóvenes, esté mejor perfilada textualmente que otras.

Con todo, el personaje más atractivo es Clara, “la más inteligente de nosotros”, según la describen sus amigos. Si el perfil de cada uno de estos está determinado por el ejercicio de la profesión a la que han sacrificado sus vidas, la terraplanista sobrevenida se define, en cambio, por lo que hace en su tiempo libre. Ella, según se irá viendo, es quien está más asentada en sí misma.

Vestida con un gusto excelente por Mario Pinilla, Natalia Millán está en su centro, le transmite a su criatura una serenidad y un aplomo fulgurantes: Clara es la espoleta de la trama, el eje en torno al que giran los acontecimientos. En general, la función se deja ver: gana enteros en la segunda parte y está rematada con un final bonito, enternecedor, bien temperado en esta puesta en escena del propio Angelet (Casanovas dirigió la versión en catalán la primavera pasada, en la Villarroel, con Àurea Márquez, Eduard Farelo, Mia Esteve y David Vert). Hay aquí un eco del colofón de Arte, de Yasmina Reza. Sin ser conceptual, la escenografía de José Novoa —el cuarto de estar de la casita vacacional donde se ventila todo— se distancia del diseño escénico típico de las comedias de tresillo.

‘Conspiranoia’. Texto: Marc Angelet y Jordi Casanovas. Dirección: M. Angelet. Madrid, Teatro Alcázar. Sin fecha de salida.


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