El segundo advenimiento de Green Day (y, con ellos, del ‘punk pop’)
La vuelta del mítico grupo de los noventa con un álbum notable como ‘Saviors’ es la punta de lanza del regreso del estilo que lograron imponer en su día, y contra pronóstico, en el panorama musical
El pop se ha convertido en algo que se rige mayormente por sensaciones, como el tenis. Si crees que lo vas a lograr y si haces creer —o tu sello y tu campaña de marketing logran hacer creer— que lo vas a lograr, seguramente lo logres. El talento, la técnica y la inspiración son secundarios de la capacidad para fabricar un escenario favorable. Durante las semanas previas al lanzamiento de Saviors, el disco número 14 de Green Day, la maquinaria alrededor de uno de los más longevos y exitosos combos de punk pop est...
El pop se ha convertido en algo que se rige mayormente por sensaciones, como el tenis. Si crees que lo vas a lograr y si haces creer —o tu sello y tu campaña de marketing logran hacer creer— que lo vas a lograr, seguramente lo logres. El talento, la técnica y la inspiración son secundarios de la capacidad para fabricar un escenario favorable. Durante las semanas previas al lanzamiento de Saviors, el disco número 14 de Green Day, la maquinaria alrededor de uno de los más longevos y exitosos combos de punk pop estadounidense ha lanzado mensajes anunciando una vuelta al espíritu punk de sus primeros años al inicio de la década de los noventa y al compromiso político que marcó su segundo advenimiento en 2004 con el imperial éxito de su disco anti Bush, American Idiot.
En el caso de que apelar a la nostalgia y prometer un retorno a una era feliz no fuera suficiente, durante semanas se nos ha vuelto a recordar que el sonido, la actitud e incluso la estética (si esto último existe) de Green Day están muy de moda. Si tienes más o menos 30 años lo sabes porque escuchas a Olivia Rodrigo, Willow, Yungblud o Machine Gun Kelly. Si tienes más de 30, porque en algún momento del último par de años eres susceptible de haber visto en directo a Blink 182, Sum 41 o Simple Plan. Curiosamente, si tienes los mismos años que los miembros de Green Day, es muy probable que no te hayas enterado de todo esto. Instaurada la sensación de que este disco va a ser un éxito, el álbum, lanzado el 19 de enero y producido por el mítico Ron Carvallo, obviamente, lo está siendo.
Saviors arranca con la canción más Green Day que Green Day tal vez haya escrito nunca. ‘The American Dream Is Killing Me’ es un compendio perfecto del sonido de aquel Dookie de 1994 con el que se convirtieron en superestrellas y de la política que definió American Idiot. Es un temazo. Si esta fuese aún aquella banda que actuó en una casa ocupada de Vila-real ante 150 personas o en el centro cívico La Báscula de Barcelona ante 50 en los años previos a firmar por un sello grande, los otros 14 cortes que componen el álbum hubiesen sido ligeras variaciones de este y el resultado hubiera sido absolutamente contracultural, casi situacionista. Magnífico y punk. Pero Green Day es una banda demasiado grande y sus miembros demasiado mayores (los tres ya cincuentones) como para entregar un álbum solo con perdigones acelerados como ‘Look Ma, No Brains’, melodías juguetonas como la de la estupenda ‘Livin’ in the 20′s’ o melancolía punk de primera división como la que marca ‘Coma City’. Nadie pasa de girar por el circuito europeo de casas ocupadas a salir en la MTV solo con eso, ni siquiera en aquellos lejanos e idealizados años noventa. Así, el disco debe entregar su requerida dosis de rock de estadio, baladas de mechero y medios tiempos de melodía prestada. En fin, todo ese tacticismo que tan buenos réditos les ha dado siempre que se han olvidado de aquella lejana ambición suya de tener su London Calling, o en su defecto, su Sandinista.
El sonido del grupo estadounidense ha influido en Olivia Rodrigo, con quien han dicho que aspiran a colaborar, en Machine Gun Kelly o incluso en el K-Pop
Cuenta la leyenda que todo sucedió en apenas tres semanas de 1994. Una noche estaban tocando en el Garatge Club de Barcelona y, en un plis plas, se encontraban presentando su candidatura a superventas en el escenario de Woodstock. Aquel fue un año extraño, acaso el último en el que han coincidido tantas y tan opuestas subculturas musicales en pleno apogeo. El grunge de Soundgarden y Pearl Jam, el britpop de Oasis o Blur, el trip hop de Massive Attack y Portishead o piedras fundacionales del hip hop moderno publicadas ese año por Nas o Beastie Boys. Para colmo, en abril fallecía Kurt Cobain. Aunque aparentemente desconectados, todos estos discos y todos estos artistas conformaban un perfecto ecosistema de escenas creadas para complementar las otras o, directamente, como reacción contra ellas. Pero aquella última gran fiesta de las escenas —tribus urbanas para la planta joven de El Corte Inglés— tuvo un invitado inesperado y absolutamente descontextualizado: el punk pop de Green Day.
Con la solitaria ayuda de The Offspring, la versión sitcom de los de Billy Joe Armstrong, debían encontrar un sitio en medio de ese mar de tiburones. Contra todo pronóstico lo lograron, y eso sucedió porque la respuesta a la seriedad y al nihilismo del grunge que llegó en forma de britpop jamás sedujo a las audiencias estadounidenses, ni tampoco a las que habían mamado rock desde la cuna. Entonces, como la necesidad de desengrasar seguía ahí y el público había descubierto que, después de todo, tampoco tenía tantas ganas de morirse bajo la lluvia de Seattle, el punk pop de Green Day pescó en los mares en los que Blur y Oasis naufragaron. Y dominaron el planeta cantando temas sobre odiarse a sí mismo jajaja en respuesta a aquello que había arrasado hasta la fecha, que era cantar canciones sobre odiarse a sí mismo, bang bang.
Curiosamente, toda la relevancia que se le busca a Green Day hoy en día no tiene nada que ver con aquello sucedido hace 30 años, sino con el gran advenimiento del punk pop de principios de este siglo, la primera gran catarsis millennial. La era de American Pie, de las bromas homófobas y ese espíritu de instituto que dicen que es el que ha seducido a la generación Z, a quienes la pandemia robó esos años y que busca ahora recuperarlos, ya sea viralizando temas de Simple Plan o Avril Lavigne en TikTok, ya sea escuchando a Olivia Rodrigo —la verdadera jefa de todo esto, con quien Green Day han dicho que les gustaría colaborar—, Willow o incluso alguna de las bandas de K-Pop como Tomorrow X Together, que se han apuntado a este sonido y esta forma de entender la vida y el ancho de pantalón.
Si bien Blink 182 ha tenido que deconstruirse porque, si la muchachada piensa que Friends era ofensivo, iba a alucinar con las letras de esta gente, las nuevas generaciones de artistas punk pop ya saben que no se hacen bromas sobre pedos, y no porque impliquen banalizar el cambio climático. No se hacen bromas sobre pedos porque, simplemente, no hacen gracia. Un revival no solo es nostalgia, también puede ser corrección.
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