Entre Kafka y Buster Keaton
Manolo Alcántara merece un premio nacional aunque, atendiendo a la petición de los artistas de carpa, el galardón quizás se podría desdoblar: uno para el circo y otro para el teatro físico, cinético y visual
¡Menudo cisco se ha montado en torno al Premio Nacional de Circo, con la protesta enviada al ministro de Cultura por los profesionales de los circos de carpa! Manolo Alcántara, su ganador de este año, es un artista completo, imaginativo, inspirado, y Déjà vu, su último trabajo, es puro teatro físico, surreal, onírico. A su protagonista, un hombre común superado por las circunstancias, lo descubrimos dormido en el canto de una cama volteada, que es lo más parecido a dormir sobre el palo de un gallinero, del ...
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¡Menudo cisco se ha montado en torno al Premio Nacional de Circo, con la protesta enviada al ministro de Cultura por los profesionales de los circos de carpa! Manolo Alcántara, su ganador de este año, es un artista completo, imaginativo, inspirado, y Déjà vu, su último trabajo, es puro teatro físico, surreal, onírico. A su protagonista, un hombre común superado por las circunstancias, lo descubrimos dormido en el canto de una cama volteada, que es lo más parecido a dormir sobre el palo de un gallinero, del que acaba cayéndose. Se levanta como un muñeco con muelles. Cuando camina es un juguete de cuerda, se desploma y vuelve a levantarse como un tentetieso, vuela por encima de su cama mecedora, resbala por debajo de ella cual pez bajo la quilla de un barco. ¿Es persona o torbellino? La alarma de su despertador lo saca del sueño ajetreado del que somos testigos, lo devuelve a la vigilia. Tras quitarse el pijama, como no tiene qué ponerse, se confecciona ropa nueva a partir de una sábana, con una Singer lorquiana, después de pasearse un buen rato como Dios le trajo al mundo, sin mostrar nunca sus partes nobles, pues algún objeto viene a taparlas siempre, providencialmente.
Una vez vestida esta criatura, es succionada por un archivador-librería descomunal, como los que España importó de EE UU tras el acuerdo de Franco con Eisenhower, que acabó con la autarquía. En el vientre del mueble, trabaja como Jonás alojado en su ballena, sale de un cajón, entra por otro, atraviesa puertas giratorias, trepa por un Himalaya de estanterías, estampa sellos, devora informes, lanza legajos, se archiva a sí mismo. Es Buster Keaton en la oficina de Josef K. El mueble que habita está tan vivo como Solaris, el planeta inteligente de Stanislaw Lem: diseñado por el propio Alcántara, podría servir como escenografía para El comunicado, de Václav Havel, o para El proceso, de Kafka. Perfectamente acordado con Andreu Sans, su serpenteante alter ego en este laberinto burocrático, arropado por la bella voz, la música polícroma y la fértil presencia de Laia Rius, Alcántara crea un universo de una sugestión comparable con el de James Thierrée, nieto de Chaplin. Bien merece por ello un premio nacional, pero el Ministerio de Cultura debería atender la petición de los artistas de carpa creando un Premio Nacional para el teatro físico, cinético y visual, deslindado del Premio Nacional de Circo.
‘Dejà vu’. Creación y dirección: Manolo Alcántara. Vigo. Auditorio Municipal, 30 de octubre. Medina del Campo, 8 de noviembre. Málaga, 13 y 14 de noviembre. Castellón, 19 de noviembre. Santiago de Compostela, 28 de noviembre. A Coruña, 4 de diciembre. Alcobendas, 11 de diciembre. Pozuelo, 18 de diciembre. Gijón, 29 de diciembre.
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