TEATRO | CRÍTICA DE 'EL BESO'

Dos daltónicos en la ruta azul

Isabel Ordaz y Santiago Molero ofrecen una lúcida interpretación en ‘El beso’, de Ger Thijs

Santiago Molero e Isabel Ordaz, en 'El beso', de Ger Thijs.Roberto Carmona

Un diálogo a dúo sobre el vértigo y la incertidumbre por las sendas rurales de Limburgo, provincia holandesa empotrada entre Bélgica y Alemania. Ger Thijs, actor, dramaturgo, director, novelista y columnista neerlandés, escribió una versión unipersonal de El beso en 2006, inspirándose en la angustia de una amiga suya que esperaba los resultados de una mamografía, pero pronto cayó en la cuenta de que el peregrinaje de la protagonista de la pieza resultaría mucho más vigoroso, dialéctico y sugestivo si se producía en compañí...

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Un diálogo a dúo sobre el vértigo y la incertidumbre por las sendas rurales de Limburgo, provincia holandesa empotrada entre Bélgica y Alemania. Ger Thijs, actor, dramaturgo, director, novelista y columnista neerlandés, escribió una versión unipersonal de El beso en 2006, inspirándose en la angustia de una amiga suya que esperaba los resultados de una mamografía, pero pronto cayó en la cuenta de que el peregrinaje de la protagonista de la pieza resultaría mucho más vigoroso, dialéctico y sugestivo si se producía en compañía de un desconocido. Un actor disfrazado de oso que estrechó la mano de Thijs en un complejo vacacional le inspiró el personaje del humorista, que se encuentra con la mujer al comenzar la función.

El beso es un encuentro en tiempo real, en un banco de un montecillo de los Países Bajos, entre dos personas que hablan mucho pero callan más. En la afinada traducción de Ronald Brouwer, la plática entre la mujer atristada y el caballero efervescente tiene un arco de colores terrosos y vegetales: suena orgánica y natural, todo lo contrario de como siempre me sonó en castellano la conversación entre los protagonistas de Una historia del zoo. A diferencia del celebérrimo pero sobrevalorado duelo estático escrito por Edward Albee, este cara a cara desiderativo se va desarrollando a lo largo de varias estaciones, como un vía crucis en cuyo curso se habla de anhelos incumplidos, de impulsos que se mantienen intactos durante la edad madura, del miedo a la pérdida grave y repentina, de la esperanza en que el destino nos favorezca y de esa encrucijada delicadísima en la que confluyen el camino de la salud y el de la enfermedad, intersección ante la que se encuentra hoy, incrédula y doliente, la humanidad al completo.

A Isabel Ordaz y Santiago Molero, intérpretes, se les intuye cómodos con la ordenada dirección de María Ruiz. Ordaz provee a su mujer atribulada de una ironía aguda con la que se defiende del asedio de ese hombre ángel que revolotea a su alrededor levantando polvo de estrellas. Hacía tiempo que no veía a la actriz madrileña trabajar con esta contención, también en lo humorístico. Molero encarna a su personaje con la discreción del ayudante que va sirviendo a su maga el instrumental necesario para que se luzca. La escenografía de Elisa Sanz evoca, a escala pequeña, las cornamentas profusas de La partida de caza, de Thomas Bernhard.

El beso. Texto: Ger Thijs. Dirección: María Ruiz. En gira. San Lorenzo de El Escorial, 6 de febrero. Alcalá de Henares, 6 de marzo. Torrejón de Ardoz, 18 de abril. Daimiel, abril. Molina de Segura, abril. Talavera de la Reina, mayo. Alicante, mayo.


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