Meterse en jardines

La moda editorial de publicar libros sobre la naturaleza también ha llegado a esa forma de domesticar el paisaje que ha evolucionado desde la antigüedad a nuestros días

Delphine Seyrig y Giorgio Albertazzi, en la película 'El año pasado en Marienbad'.CORDON PRESS

Mañana fría y apesadumbrada, de las que atenebran el alma de quien espera, como aquella ya lejana en que Berta Isla se fija en el extraño sentado en un banco del pequeño jardín del cabo Luis Noval, frente a la casa en que aún vive y en la que convivió intermitente con su marido, Tomás (o Thomas) Nevinson, hasta que éste desapareció definitivamente, eso creía. Ninguna novela importante —ni de las de ahora ni las del pasado—, ofrece en la primera lectura todo lo que esconden, lo que supone un problem...

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Relecturas

Mañana fría y apesadumbrada, de las que atenebran el alma de quien espera, como aquella ya lejana en que Berta Isla se fija en el extraño sentado en un banco del pequeño jardín del cabo Luis Noval, frente a la casa en que aún vive y en la que convivió intermitente con su marido, Tomás (o Thomas) Nevinson, hasta que éste desapareció definitivamente, eso creía. Ninguna novela importante —ni de las de ahora ni las del pasado—, ofrece en la primera lectura todo lo que esconden, lo que supone un problema para quienes nos ocupamos, casi siempre presionados por la novedad y el deseo de dar cuenta de ellos enseguida, de los muchos libros que se publican. He vuelto a leer estos días Berta Isla (Alfaguara, 2017), quizás por el deseo de refrescar mi baqueteada memoria ante el anuncio de que su autor publicará dentro de unos meses una nueva novela, de título Tomás Nevinson, lo que me hace sospechar que el personaje no está todavía amortizado ni de él se ha dicho ya la última palabra.

Esta segunda —o quizás tercera— lectura, tres años más tarde y muchas novelas después, ha sido necesariamente más pausada: me ha permitido relacionar motivos en los que no caí en la primera, lo que me ha producido un disfrute mayor —”que no se acabe, que dure aún”—, y añorar esas veces en que puedo leer sin prisas, qué lujo. Por eso les invito los próximos y probables semi-confinamientos navideños, tan propicios a las (obligadas) ceremonias de interior, a releer aquellas novelas que les gustaron la primera vez y de las que sacarán más jugo en la segunda o tercera o cuarta. Eso pasa con los clásicos de ahora y de antes. Y no les digo cuáles porque cada quien sabe los suyos. Y les están esperando.

Jardines

Por alguna razón, siempre que pienso en un jardín me represento mentalmente no el modelo inglés —en el que sus diseñadores tienen en cuenta, aunque “mejorándola”, la libertad y la espontaneidad de la naturaleza—, sino el modelo ultra-geométrico y racionalista del llamado jardín francés, como el que puede verse, con todas sus características exacerbadas hasta el surrealismo, en El año pasado en Marienbad (1961), la película de Alain Resnais (guion de Robbe-Grillet; protagonizada por Delphine Seyring y Giorgio Albertazzi) inspirada parcialmente en La invención de Morel (1940), la estupenda novela de Bioy Casares, que también merece relectura. La moda editorial de publicar libros sobre la naturaleza —una de las muchas consecuencias de la mayor sensibilidad de la gente hacia los desastres medioambientales del Antropoceno—, también ha llegado a los jardines, esa forma de domesticar el paisaje que ha evolucionado, desde la antigüedad más remota a nuestros días al ritmo de la civilización, como desarrollaba maravillosamente Michel Baridon en los tres volúmenes de Los jardines (Abada, 2004-2008).

Portada de 'Un pequeño mundo, un mundo perfecto', de Marco Martella.Elba

En las últimas semanas me han llegado dos libros muy diferentes sobre ese inagotable tema que recomiendo a los interesados. En Un pequeño mundo, un mundo perfecto (Elba), Marco Martella, un jardinero que piensa y vive su oficio, reflexiona sobre el lugar que ocupa el jardín en nuestro imaginario con ayuda de poetas y narradores que los han amado. Por su parte, Habitar maravillosamente el mundo (Siruela), de Dominique de Courcelles, es un ameno y erudito ensayo sobre “los jardines, palacios y moradas espirituales” diseñados en España (y, luego, en América) durante los siglos de Oro, en un intento casi místico (expresando la verdad, el bien y la belleza) de crear un mundo en el que naturaleza y cultura se integran en el instante y en la eternidad (a través de poetas, pintores, arquitectos) para percibir mejor la obra de Dios.

Crónica

Ignoro (en esta ocasión no logré convertir en topo a una aeromoza del vuelo) si, con la lluvia que está cayendo incesante sobre la Monarquía, Felipe de Borbón y Pablo Iglesias se dirigieron la palabra —más allá de la cortesía y dos o tres tópicos para salir del paso— en el casi eterno viaje (28 horas, entre ir y volver) a Bolivia que compartieron: un descensus ad inferos (pero por el cielo) en el que seguro que mucho aprendieron de sus respectivos silencios. Ignoro si el Monarca vio alguna película o leyó alguna novela, si es que le gustan las que le recomienda su real cónyuge. Pero lo que sí se sabe es que Pablo Iglesias parecía enfrascado en la lectura de La distancia del presente (Akal), de Daniel Bernabé, una crónica del “auge y crisis de la democracia española” en la década que ahora finaliza. Bernabé, que consiguió escandalizar a sectores de la izquierda doctrinaria con su libro La trampa de la diversidad (Akal), en el que criticaba (al modo en que Mark Lilla y otros pensadores contemporáneos lo han venido haciendo desde posiciones más moderadas) la obsesión ultra-identitaria y, en definitiva, disgregadora, de la izquierda.

Portada de 'La distancia del presente', de Daniel Bernabé.Akal

La distancia del presente, subtitulado Auge y crisis de la democracia española (2010-2020) es, básicamente, una crónica contextualizada de la vertiginosa última década de la democracia española, que se propone como “un códice para entender cómo hemos llegado hasta aquí y por qué somos como somos”. La crónica, que se inicia con los “descalabros” de 2010 y sus secuelas sociales, e iba a finalizar con el gobierno de coalición PSOE-UP, incorpora una coda en la que se cubren los primeros cinco meses de la pandemia. En cuanto a los dos conspicuos viajeros de esta historia me atrevo a imaginar que a Iglesias, el libro le ha tenido que gustar más que a Felipe VI, suponiendo improbablemente que el primero se lo hubiera pasado al segundo para que se distrajera entre cabezada y cabezada. Y ahí lo dejo, como dicen ahora los tertulianos de la derecha.

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