Tres cartas inéditas de la poeta adolescente
Con motivo de la publicación de ‘Cartas de Sylvia Plath, Vol. I (1940-1951)’, el primero de los cinco volúmenes con su correspondencia, ‘Babelia’ adelanta tres de sus misivas correspondientes a su adolescencia
Lunes 8 de julio de 1946
Querida, querida madre:
Espero de verdad que estés ya en la isla de Shoals y que estés recibiendo mis cartas. Ayer fue domingo, por lo que no recibimos correo. Tengo cartas y una postal tuyas fechadas el domingo 30 de junio, el lunes 1 de julio, el martes 2 de julio y el miércoles 3 de julio. La carta de la abuela está escrita el 5 de julio. Pero espero recibir un montón de cartas esta noche. Anoche, domingo, tuvimos una maravillosa ceremonia scout en la playa. La sección que la organizaba cantó oraciones y canciones encantadoras y leyó una ...
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A Aurelia Schober Plath
Lunes 8 de julio de 1946
Querida, querida madre:
Espero de verdad que estés ya en la isla de Shoals y que estés recibiendo mis cartas. Ayer fue domingo, por lo que no recibimos correo. Tengo cartas y una postal tuyas fechadas el domingo 30 de junio, el lunes 1 de julio, el martes 2 de julio y el miércoles 3 de julio. La carta de la abuela está escrita el 5 de julio. Pero espero recibir un montón de cartas esta noche. Anoche, domingo, tuvimos una maravillosa ceremonia scout en la playa. La sección que la organizaba cantó oraciones y canciones encantadoras y leyó una poesía maravillosa. Nos sentamos y vimos cómo el sol, esa bola de fuego, se hundía por encima de las neblinosas colinas púrpuras antes de desaparecer por completo. Por cierto, ayer cenamos lo siguiente: ¡pollo, un esponjoso puré de patatas, guisantes, helado y magdalenas! ¡Qué bueno estaba todo, madre mía!
Frenchie, nuestra profesora de manualidades, nos llevó ayer a ocho chicas de diferentes secciones a una excursión de dos horas para abocetar. Fui la única de mi sección que fue. Era obvio que las siete otras chicas habían dado clases de dibujo, porque parecían tener experiencia. Empecé muy alegre, aunque me sentía un poco inexperta e inferior. Caminamos por la carretera polvorienta hasta que llegamos a una pequeña y vieja casa, escondida entre árboles, de lo más pintoresca. Nos sentamos en mitad del camino y empezamos a dibujar. Utilicé lápices de punta gorda y son perfectos. Me moría de ganas por ver los trabajos de las otras y me sorprendió ver que no eran en absoluto mucho mejores que el mío. De hecho, solo uno estaba a la altura del mío. Cuando la chica que estaba a mi lado le enseñó mi dibujo a Frenchie, me preguntó si estaba recibiendo clases de arte. Cuando dije que no, me espetó: “¡Por qué no! ¡Deberías recibir con entusiasmo todas las enseñanzas que puedas!”.
Me moría por ver los trabajos de las otras y me sorprendió ver que no eran mejores. Solo uno estaba a la altura del mío
Creo de verdad que tomaré clases de viola con la señora Bates el año que viene y que intentaré ahorrar para tomar clases de dibujo (abocetar, preferiblemente), porque me encanta. (…) Anoche se suponía que toda nuestra sección debía dormir en la playa a modo de preparación para la caminata nocturna del jueves. Si hubiese insistido, estoy segura de que podría haber ido, pero Rikki dijo que no debía ir porque tenía un resfriado muy feo. A decir verdad, me alegré bastante de no tener que ir, porque no hubiese estado lo suficientemente bien como para ir a la cala del pescador el martes, y eso sí que no quería perdérmelo. Me fui a la cabaña de Anne Brown con mi colcha porque éramos las únicas dos que no íbamos. A las 9.15 caí en un sueño acogedor y me desperté a las 7.15 y me volví a mi cabaña. Me sentía descansada y mi resfriado había desaparecido por completo. Me alegré el doble de no haber dormido a la intemperie porque las chicas apenas durmieron unas cinco horas y pasaron un frío horrible.
Me sentía bien y completamente despierta. Nuestra sección, formada por 12 chicas, cocinó en la playa. La otra mitad tomó el desayuno en el hall. Bets y yo hicimos el mejor de los fuegos, y aunque no conseguimos encenderlo de inmediato, derrotamos al resto. Tomamos tres trozos de delicioso beicon crujiente y un huevo cada una cocinado en los fogones. También tomamos leche, naranjas, y yo me comí cinco magdalenas. (…) Betsy, Gloria y yo habíamos hecho un pacto de no hacer nunca una cosa en concreto y, si lo hacíamos, le compraríamos a las otras dos algo por valor de 5 céntimos en el comedor. Ahora le debo a Gloria 5 céntimos, pero ella me debe 10 y Betsy otros 10, por lo que en realidad ¡gano 5 céntimos! Mándame el cortaúñas porque la uña que tengo encarnada en el pie está infectada y tremendamente inflamada. Sale pus de ella cada vez que la toco. Ahora que ya no estoy resfriada me siento realmente bien. Se supone que no debemos tomar el sol, pero “para eliminar del todo el resfriado” Rikki me ha dado permiso para tumbarme en la hierba un par de minutos. Mi objetivo es ponerme muy morena (en secreto si me es posible).
Con mucho amor,
Sylvia
A Margot Loungway Drekmeier
Sábado 11 de enero de 1947
Querida Margot:
Ni te molestes en preguntarte qué me ha llevado a utilizar este tono de tinta azul tan delicado. ¡Estoy bien! Una de mis debilidades favoritas es la tinta de colores, y como he recibido varios frascos de tinta de colores, que no te sorprenda si mi próxima carta está escrita con tinta rosa brillante o en papel verde. (He probado la tinta verde sobre papel azul, ¡pero parece que no funciona!).
¡La fiesta a la que fui el día que te marchaste fue maravillosa! Había cuatro (4, eso es) chicos y dos chicas. Nos sentamos junto a un agradable fuego y jugamos a un montón de juegos, sobre todo a las adivinanzas. Como dos de los chicos estaban en segundo de bachiller, los juegos eran más difíciles pero más divertidos. Tomamos como tentempié galletas de avena y ginger ale. Era una fiesta para jugar, única y exclusivamente; nada de bailar, cosa que agradecí bastante ¡porque llevaba unos zapatos de lo más ruinosos! La otra chica, sin embargo, llevaba unos zapatos aún más deteriorados que los míos. Volví a casa a las doce y el domingo dormí hasta tarde.
Creo que en mi cabeza aún no he aceptado que ya no tengo 17 años. Me siento muy vieja con 18; me siento engañada
El martes después de que te fueras ayudé a limpiar la casa de arriba abajo; tenía que prepararla para la llegada de mis queridos amigos. Wayne, David y Ruthie llegaron a las 11.30. ¡Después de una comida maravillosa fuimos a tirarnos con los trineos! ¡Ay! ¡Qué divertido! Cuando volvimos a casa jugamos a juegos y comimos caramelos de melaza. Después de la cena jugamos a los atrevimientos. Dio la casualidad de que Wayne le tocó el viejo “Hazle una reverencia a la más ingeniosa, arrodíllate ante la más guapa ¡y besa a la que más quieras!”. ¡Ay, madre mía! Fue realmente gracioso, sus intentos, ya sabes. Los dos chicos se marcharon a las nueve y Ruthie se quedó hasta el día siguiente. Esta nueva obsesión mía por la tinta de colores es, en parte, culpa de Ruthie, porque fue ella la que me trajo unos frascos de tinta verde, rosa y azul pálidos, que se suman al azul marino, negro y rojo que ya tenía. ¡Necesito sumar a mi colección el marrón, el amarillo, el naranja, el morado y el fucsia!
Esta semana son las elecciones de clase senior y como probablemente ya sabrás, me presento a secretaria. No tengo opciones de ganar porque me presento contra el chico más popular del colegio. Eso sí, ¡me lo he pasado bomba haciendo campaña! Tengo cuatros pósteres (que hicieron para mí) colgados en el colegio, además de 130 chapas circulando por ahí. Voy a dar mi discurso en la asamblea junto con todos los demás. (…) Toda mi campaña se basa en los motivos de la navegación india, así que cogimos un gran cesto de ropa y lo cubrimos clavándole una tela blanca por encima. Después hicimos una vela clavando una tela blanca triangular sobre unas varas. Escribimos con grandes letras negras “Sylvia” en la vela y “secretaria” en el cesto. Para que te hagas una idea del tamaño del “velero”, te diré que tiene una altura de metro y medio. Varios amigos lo arrastrarán por el escenario, mientras Prissy está dentro del cesto sosteniendo la vela. ¡Solo espero que el velero no se desmorone en mitad del escenario! (…)
La próxima vez que te escriba, te mandaré algunos valiosos sellos para vender y para tener el dinero suficiente para ayudarme a salir del apuro. Quizá incluso te copie mi última obra maestra de poesía, que se publicó en la revista del colegio y que recibió el visto bueno de un escritor ilustre. Hasta la próxima vez que nos veamos, o hasta tu próxima carta.
Au revoir,
Sylvia Artemis Platowsky
A Marcia B. Stern
Miércoles 6 de junio de 1951
Agarra el aceite solar con sus ganchudas manos; / Cerca del sol están las tierras del patio trasero, / Y ella, ataviada con un top azul marino, permanece de pie, / Se arrastra la lona arrugada bajo sus pies; / Nunca se cansa de su amor por los rayos del sol, Hasta que cae por una insolación…
Y ahora, después de provocar que Tennyson se retuerza y murmulle desvelado en su tumba, comenzaremos saludando y un fue-maravilloso-recibir-una-carta-tuya-en-casa.
Ahora en serio, hasta que no recibo la primera carta, nunca tengo la sensación de estar de nuevo en casa. Y la tuya ha sido la primera. ¿Te pongo al día? Bueno, después de que tú y tu hermana salieseis de Hamp el viernes, me tragué varias y extrañas protuberancias que me habían crecido en la garganta, cargué con los libros y me dirigí una vez más al seminario de historia. (…) Volví a escribir la mitad de lo que había escrito para el examen de [historia] II, y en el resto del cuadernillo cité poesía simbolista. Espero… Contesté algunas de las preguntas. (Pero tengo la inquietante sospecha de que no lo hice). Bueno, basta de detalles sórdidos.
Me pasé la mañana atando libros en paquetes, etiquetando cosas y sentada sobre mi maleta, metiendo hasta la última de las toallas. Me pasé la tarde vagando con una indiferencia patética y frívola por la vida. (…) Y de repente, levanté la vista y había un tipo bastante guapo, que llevaba una camiseta blanca y zapatillas, caminando de puntillas detrás de mí. “Hola”, le dije sin pensar. Perry nos llevó a casa, mientras Dick explicaba las complejidades (¿es con jota?) de los grupos carboxilos e hidroxilos; no escuché con tanta atención como debería. (…)
El lunes fui al centro, al distrito de compras de Wellesley. Compré, como regalo de graduación para Dick, un LP de la sinfonía en D menor de César Franck. (¿Qué cultura de precios?). También me compré tres maravillosos libros de biblioteca: La bendición de la tierra, de Knut Hamsun; En dudosa batalla, de John Steinbeck; Mientras agonizo / El ruido y la furia, de Faulkner. También compré algunos libros de bolsillo: Las uvas de la ira, Hijo nativo, Fiesta, Santuario, La buena tierra. Algunas de las cubiertas son un poco estridentes, pero, al fin y al cabo, Hemingway y Faulkner no son las criaturas más remilgadas del mundo literario. (…)
Esta mañana he salido al patio trasero en cuanto ha brillado el más mínimo rayo de sol. Dentro estoy poco. Más tarde Pat O’Neil y yo iremos al instituto para rendir homenaje esta noche a los alumnos de nuestro profe de inglés favorito. Así es la vida. Creo que en mi cabeza aún no he aceptado el hecho de que ya no tengo 17 años. Me siento muy vieja con 18; me siento engañada.
Oh, bueno, si sigo deambulando mucho más tiempo, me voy a quedar sin aliento.
Cuéntame cómo te va la vida…
Hasta pronto,
Syl
Cartas de Sylvia Plath. Vol 1 (1940-1951)
Traducción de Ainize Salaberri.
Tres Hermanas, 2020.
460 páginas. 26 euros.