TEATRO

Caleidoscopio Clua

El Premio Nacional de Literatura Dramática por Justicia le llega al autor catalán con la obra aplazada en Barcelona por el cierre de las salas.

Albert Triola, Guillem Clua y Ramon Pujol, equipo de 'Smiley. Després de l'amor'.KIKU PIÑOL/AQUITÀNIA TEATRE

Clua es múltiple. Dramaturgo, guionista, director, productor. Autor de 20 obras de muchos tonos y colores: dramas políticos y familiares, thrillers, musicales, comedias a lo Neil Simon en clave gay. Llegar y besar el santo: su primera función, La piel en llamas, se estrenó en 2004 y, apunten, brilló en Barcelona, Madrid, Estados Unidos, Polonia, Honduras, Reino Unido. Estuvo a punto de llegar al off Broadway, pero en Atenas ya lleva tres producciones. Su tema: los abu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Clua es múltiple. Dramaturgo, guionista, director, productor. Autor de 20 obras de muchos tonos y colores: dramas políticos y familiares, thrillers, musicales, comedias a lo Neil Simon en clave gay. Llegar y besar el santo: su primera función, La piel en llamas, se estrenó en 2004 y, apunten, brilló en Barcelona, Madrid, Estados Unidos, Polonia, Honduras, Reino Unido. Estuvo a punto de llegar al off Broadway, pero en Atenas ya lleva tres producciones. Su tema: los abusos de Occidente en el Tercer Mundo. 2010: Marburg. Hoy, con 10 actores, sería una superproducción, me dijo Clua. Sin embargo, Smiley (2012) es su primer y rotundo zambombazo: con tres teatros en Barcelona, es su obra más representada. Estrenada en Nápoles y dos temporadas en capitales italianas. “Una comedia hecha para que te olvides de lo que está sucediendo afuera”, dijo entonces, y no exageraba.

Hará unas pocas noches vi su segunda parte, Smiley, después del amor, y me di cuenta de que ya hacía ocho años de la primera. Smiley se montó tanto que la última función acabó en 2015. También me llamó la atención que hubieran pasado todos esos años, y los personajes me seguían pareciendo muy próximos en el tiempo. O como si volviera a ver a unos amigos que seguían próximos. Hay mucha gente que se lo ha dicho a Clua: que tenían muy buen recuerdo del primer Smiley. Como si fuera un reencuentro. Además, me cuenta el autor que trabajar con los mismos actores era una condición muy poco frecuente, pero la impuso: “Si no lo hacían Albert Triola y Ramon Pujol, no escribía ni la primera línea”. De Smiley se hicieron 16 producciones. Ahora quedan tan solo dos, en Australia y Singapur, a principios de año. A Clua nunca dejó de sorprenderle el éxito de un texto al que muchos llamaban “tan pequeño y tan local”. Pero basta verlo y repetirlo para comprobar en cuántos sitios ha conectado con el público. Y cómo la adaptaban allá donde pasaba.

En 2015 estrenó un musical agridulce, 73 raons per deixar-te, al que siguió una adaptación de la Ilíada para La Joven Compañía de Madrid. Y en 2017, todavía más inesperado, le encargaron adaptar La revoltosa en el Teatro de la Zarzuela. El póquer de 2017 se cierra con un éxito ascendente y dos tonalidades enfrentadas: Al damunt dels nostres cants, una sátira política, y La golondrina, una de sus obras más representadas internacionalmente, incluso más que Smiley; media Sudamérica, dos años en Brasil, Montevideo, Venezuela…, pero la gira por España no ha recalado en Barcelona: no hubo acuerdo con Carmen Maura, la protagonista… y la estrella. La golondrina, con Maura y Dafnis Balduz, volverá el 13 de noviembre al Infanta Isabel de Madrid (hasta enero, si todo va bien), y preparan una doble producción de La golondrina: en catalán, en Barcelona, y en francés, con Carmen Maura, en París. Después de Barro (2018), llegó Justicia (2020), que a Clua le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática correspondiente a este año, obra estrenada en el Teatro Nacional de Cataluña en febrero de 2020, con dirección de Josep Maria Mestres y un reparto encabezado por Josep Maria Pou y Vicky Peña, en dos papeles de alto peso: Samuel Gallart (patriarca, juez pujolista y homosexual oculto) y su esposa, temible matriarca. Justicia es una obra importante, no solo por la riqueza del texto, que cubre desde nuestra Guerra Civil hasta el presente, y el poderoso trabajo actoral y de personajes, sino también por el galardón castellano a una pieza escrita y representada en catalán.

Es una función donde resonaba, con orgullo, la palabra “compañía”: unidad de la compañía, todos a uno, remando a la vez y en la misma dirección, y unidad del público, que se percibía en la fuerza del silencio y de los aplausos. Pero estalló la pandemia y saltó Justicia en pleno éxito. Guillem Clua tiene una queja totalmente razonable: “Mucha gente nos decía: ‘Esa obra ha de volver porque es necesario que vuelva’. Cuando nos hicieron parar se nos prometió continuar, y luego, de repente, que no. Como si no se quisieran comprometer con el éxito. Por el Premio Nacional me felicitó mucha gente, pero también hubo silencios incomprensibles”. En mayo tenía que hacerse Smiley, después del amor en el Club Capitol, pero la maldita pandemia cerró el lugar. Los dos actores y Clua decidieron producir, y el Aquitània llegó como un regalo caído del cielo. Ahora el teatro vuelve a estar parado, y Clua anda metidísimo en cine y televisión: el próximo mes se empieza a rodar La piel en llamas, de la que ha escrito también el guion, dirigida por David Martín Porras. Segundo y sorprendente proyecto: Los renglones torcidos de Dios, la novela de Torcuato Luca de Tena, adaptada por Clua y protagonizada por Bárbara Lennie, que se rodará el próximo verano. Y la propuesta de hacer Justicia en miniserie de seis episodios para una plataforma. “La obra duraba tres horas y debía haber durado seis, porque me dejé muchas cosas en el tintero. Estamos armando el proyecto”, concluye Clua.

Archivado En